49

EL LUTE SE ACUERDA MAL

Una crónica firmada por la agencia EFE da cuenta de que Eleuterio Sánchez Rodríguez, merchero, también dice él que fontanero y hojalatero, aprovechando la Ley de Memoria Histórica, quiere que se declare radicalmente nulo su proceso judicial. Esta aspiración de un ciudadano que ha cumplido su condena merece respeto por cuanto si el Gobierno abre una ventana todo el mundo tiene derecho a arrojarse por ella.

En la descripción del personaje, el redactor asegura que El Lute ha cursado la carrera de Derecho y ha sido diputado del PSOE. Asombrados por tales precisiones peregrinas de la agencia nacional, con afán en otro tiempo de ser la primera en lengua castellana, casualmente presidida por el autor del Libro de estilo de El País que indica a las claras cómo contrastar una noticia para certificar su veracidad, se hace preciso consultar la Wikipedia que resulta incapaz de explicarlo. Aunque vaya por delante que Eleuterio no es abogado ni ha tenido todavía la oportunidad de ser diputado por el partido socialista.

Por su parte y en sus declaraciones, el ex convicto se acuerda tarde y mal de que durante el consejo de guerra que se siguió contra él, su abogado defensor, que era un teniente que no había estudiado Derecho, se cuadrara frente al fiscal que era un general del Ejército. Consultado el relato de Mayte Mancebo, jefa de Sucesos del diario Informaciones en la época, se trataba en realidad de un coronel fiscal, más proporcionado a la criba de atracadores como Raymundo Medrano y Eleuterio. Parece un derroche impropio, incluso de dictaduras, dedicar generales a juzgar chorizos.

Eleuterio no se acuerda para nada de la víctima de su asalto a Bravo Murillo que se llamaba Tomás Ortiz Segres, tenía 66 años e iba desarmado. El Lute, con sus compinches, Medrano y Juan José Agudo Benítez, llegaron en una moto Montesa Impala, robada, y portando una pistola. Serían las dos y media de la tarde del 5 de mayo de 1965. Lute y Agudo tiraron unas piedras contra la luna de la joyería y se llevaron pulseras, anillos, gargantillas, relojes… según Mancebo, 164.000 pesetas del ala, en oro y joyas.

Ortiz Segres salió a darles el alto mientras los tres quinquis huían y aunque no pudo lanzarles otra que sus gritos, recibió un disparo en el tórax que le costó la vida. Días más tarde, capturados El Lute y Medrano, fueron sometidos a juicio, lo mismo que Agudo cuando se dejó ver. Se les achacaron varios robos y sustracciones y la participación en el homicidio que fue decisiva.

Eleuterio pide ahora que se declare «radicalmente nulo» su proceso, pero no puede ignorar que en todo momento fue un delincuente común y que el procedimiento que lo juzgó ya fue anulado por dos indultos sucesivos. Primero, el propio Franco le cambió la pena de muerte por la cadena perpetua, que de no ser así habría acabado como los ejecutados del 75, donde el componente político hizo que el dictador se mostrara inasequible. Y más tarde, en el 81, otro indulto le dejó libre. Aunque por aquellas fechas, Eleuterio ya se había transformado en El Lute de la leyenda, con dos fugas antológicas, una al arrojarse de un tren en marcha y la del penal de Santa María, lo que le llevó a acumular sobre su cabeza mil años de cárcel.

El Lute fue acogido por el viejo profesor Tierno Galván en su despacho y aprendió algo de Derecho, además de perfeccionar conocimientos de escritura y gramática, adquiridos tras las rejas. Y que se sepa, desde que fue puesto en libertad, no ha vuelto a delinquir por más que hace unos meses la Ley Integral de Violencia de Género casi se lo lleva por delante como un miura por la denuncia de su ex esposa, que los jueces terminaron declarando sin base.

Quienes seguimos su trayectoria celebramos que esa ley no le devolviera al trullo. En la actualidad, Eleuterio Sánchez se desenvuelve con cortesía y educación, considerado el más relevante de los quinquis, primer reinsertado de la democracia, muchos lo hubieran querido como su jefe o baranda, miembro de un grupo social marginado, entre el que hay delincuentes, pero que no lo son por definición como erróneamente señala el Larousse de 1963, de Planeta: «Quinqui, delincuente contra la propiedad que opera en pequeñas bandas.»

Images

El autor con Eleuterio Sánchez Rodríguez, el Lute, en el plató de Código Rojo.

El Lute nada más salir de prisión empezó a disertar sobre la minoría social que representaba, los mercheros o caldereros, gentes de quincalla, quinquis, como un agente o un sociólogo de campo, pero se ve que aquello ya se agotó, porque la quincallería se fue deshaciendo sustituida por el plástico, y los quinquis se integraron dejando de formar grupos numerosos en las afueras de las urbes. El Lute se quedó solo con la superación de su pasado, sus conferencias y sus libros. Algunos de la Guardia Civil, sin cortarse de saludarlo, «¡Buenas, Eleuterio!», o incluso creídos que es abogado, «¡A las órdenes de Usía!», se preguntan de qué vive ahora, dado que es sabido que de los libros no hay muchos que vivan y conferencias no salen todos los días. Eleuterio tiene 66 años, exactamente igual que la víctima de sus malos pasos en Bravo Murillo cuando perdió la vida, y opina que a lo mejor merece una indemnización por no haber sido indultado más temprano, en el 77, cuando otros del bandidaje. Sería bueno que los de la memoria histórica preparen también una indemnización sustanciosa para los familiares del vigilante de la joyería de Bravo Murillo, Tomás Ortiz, asesinado bajo la misma ley franquista político-represiva y con tanto derecho a ser indemnizado como el que más.