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SI ME DESPIDES, MI SICARIO TE MATA

En el marco de unas jornadas sobre Prevención y Resolución de conflictos en el ámbito criminológico que he dirigido en la Universidad, me cuentan unos alumnos, profesionales de la investigación, que Internet está a reventar de ofertas de sicarios dispuestos a resolver los pequeños problemas de los españoles que quieran desprenderse de una pequeña cantidad de dinero. Dar dinero y cometer un horrible delito de tercería criminal.

Extorsionar o matar por medio de otros es inducir al crimen y recibe el mismo castigo que el autor material, de modo que junto a la certeza de que la policía cada vez captura a un mayor número de sicarios, debería bastar para quitarle a cualquiera la idea de contratar los servicios de un exterminador profesional.

Y sin embargo, lo más reciente es la noticia de un presunto asesino, por encargo, que ha contratado a un colombiano para dar muerte a su jefe, el director del Centro de Convenciones de Barcelona, Félix Martínez, de 37 años, quien según la hipótesis de la investigación, fue asesinado porque preparaba una reestructuración en la empresa con lo que tenía pensado, al parecer, despedir al autor intelectual del crimen.

En los tiempos de paro galopante que vivimos no habría otra que cundiera el ejemplo, dado que la amargura del despido solo es comparable a una decepción sentimental. Y todavía más: los pasados tiempos de opulencia han acostumbrado a muchos a rechazar las tareas que antes desempeñaban sin rechistar. De modo que nadie quiere recoger la basura, vigilar por la noche, dedicarse a la limpieza, ni ajustar cuentas en persona.

Así que cualquiera, que en los tiempos de Goya le daba por sacar la faca y liarse a pinchazos, o a garrotazos, hoy de modo muy fino marca un teléfono secreto y fija una cita, donde alguien a cambio de una bolsa suficiente le hará el favor de convertirle en asesino sin mancharse las manos. No obstante el buen sentido de los currantes españoles impide una pandemia de encargos criminales por despidos dudosos o injustificados. Esta es la excepción que marca la regla de que estamos en un lugar civilizado donde la angustia de las jubilaciones anticipadas, los «eres» coyunturales y los despidos fulminantes son aceptados con una profunda reflexión y adaptación a la época más negra. El español es un tipo reflexivo por más que lo difamen, en su cabeza prima el buen sentido.

El caso que nos ocupa, además, no es solo singular, sino único, porque en la historia del crimen podemos encontrar al que apuñala a su jefe o le pega cuatro tiros, pero nunca al que busca una complicada organización para trazar un sofisticado crimen, como en este asunto.

Entre los detenidos de Cataluña, está la hermana del presunto a la que imputan haber establecido la conexión con el sicariato que designó los cómplices, que estudiaron los trayectos del objetivo y finalmente enviaron al exterminador. Un tipo como un roble, de pelo escaso y mucho músculo.

Es decir, que la insatisfacción laboral o la frustración sentimental, el estado roto de la inteligencia emocional, dispone hasta la utilización de un ser querido para que se ponga en contacto con una persona residente en Madrid de donde se traslada a cerrar el trato. ¿Cuánto creen que pudo cobrar por un asesinato tan imperfecto? Según los cálculos de los investigadores, unos 19.000 euros, tres millones de las antiguas pesetas.

Hay ocho detenidos y, según la reconstrucción de lo ocurrido, Félix Martínez, la víctima, iba caminando con dos maletines, el 9 de febrero, sobre las ocho de la mañana, cuando al llegar a la esquina de la calle Santaló con Travesera de Gracia, fue rebasado por un tipo alto y fuerte, como un armario de tres puertas, que cubría el rostro con un pasamontañas. De repente se enfrentó a Martínez y le descerrajó un tiro en la cara que le produjo la muerte en el acto. El sicario emprendió la huida por la calle Casanova. En su fuga perdió un cargador y escondió el arma del crimen y la capucha en unos sacos de escombros, para seguir luego su loca carrera hacia la Diagonal y perderse por Muntaner.

De los presuntos responsables, dos son españoles y el resto colombianos, tal vez devotos de la Virgen de los Sicarios. En el acto criminal, cada uno de los ocho detenidos representaría un papel distinto: hacerse con el arma, correa de transmisión, facilitar un coche para la huida o haber dado cobijo a los actuantes. Se sabe que el presunto asesino estuvo reconociendo el escenario y asegurándose de no confundir a la víctima. Las capturas se llevaron a cabo en el Prat de Llobregat, Roda de Bará, Madrid, Seseña, Leganés y Parla.

En el asunto que nos ocupa, la policía insiste en dejar claro que la víctima era un buen profesional y una buena persona, lo que evita todo tipo de especulaciones sobre motivos turbios. Era el encargado de una gran empresa, en crisis, como tantas, y tenía que reducir el número de empleados. El presunto criminal se vio al borde del abismo, por su soberbia, y decidió pagar a otros para que realizaran un acto ruin pensando que nadie podría desenredar la trama, pero la policía española afila sus armas y los grupos de crimen organizado son tanto más vulnerables cuanto más numerosos. De hecho, todavía se busca a otros dos componentes de este asesinato por despido.