El intrépido romance australino

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Salí a toda prisa a la calle por las amplias puertas de cristal del gran edificio de oficinas bañado por un sol radiante.

Me paré un instante para que la luz me impregnara antes de dirigirme a un laberinto de aparcamiento para encontrar mi coche de alquiler. Me daban ganas de levantar los brazos a modo de celebración teatral, pero creo que los muchos oficinistas trajeados pasando a mi alrededor no lo entenderían.

Vaya reunión. Acababa de negociar un contrato de 1,4 millones de dólares para mi empresa, Doug & Draw Associates, y estaba por las nubes. Ahora sabía cómo muchos ejecutivos y comerciales de alto nivel se enganchaban a la combinación de poder y dinero que suponían estas negociaciones. Un subidón.

Tenía un trabajo estupendo. Y acababa de demostrar que era una profesional ganándome una comisión que no podría gastarme en los próximos dos años, y que me permitiría viajar a sitios geniales.

La vida no me podía ir mejor. Sentía que podía conquistar el mundo.

Hacía unos meses le había dado un giro de 180º a mi vida. Me quedé destrozada cuando Mike rompió conmigo para comprometerse con una mujer tan mayor que podría ser su madre. Había sido mi novio desde el instituto y aunque con veintidós años yo era muy joven, de corazón había esperado casarme pronto.

Pase momentos muy duros, odiándome y pensando que fallaba en algo en mí. Tras varios encuentros amorosos puede autoconvencerme que aun no había perdido el sex-appeal

Me alojaba en un hotel junto a la playa Lady Beach de Sídney, Australia. No eran ni las cuatro de la tarde, pero tenía ganas de celebrarlo.

Medía 1,67 cm y pesaba  61 kg. Solía odiar la báscula por mostrarme que estaba por encima de mis ideales 58 kg, pero mi entrenador del gimnasio me explicó que el músculo pesa más que la grasa, y que mi porcentaje de grasa era muy bajo, así que todo bien. Me cuidaba. Iba al gimnasio por lo menos cuatro veces por semana, centrándome en el aerobic con sesiones de entrenamiento de pesas ligeras. Corría en la cinta a menudo, y gracias a eso, mis muslos eran largos y esbeltos, y tenía unos cuádriceps fibrosos.

No tenía los pechos enormes, pero tampoco diminutos, algo intermedio –una vez me los describieron como agradables, y desbordantes-.  En mi opinión, la cualidad que me definía era mi pelo. Castaño, suave con ondas –mi pelo lo tenía todo, y si me toma el tiempo suficiente para asegurarme que estaba perfecto, estaba perfecto-.

Mientras volvía al hotel, me tuve que centrar en conducir en el lado correcto de la carretera. Viniendo de los EEUU conducir en el lado izquierdo era como hacerlo del revés y resultaba muy contradictorio. Uno de mis colegas del trabajo que había viajado mucho, me recomendó  que si me pegaba a la línea del centro que separaba los dos carriles no tendría problema si condujese en el lado izquierdo o en el derecho. Menos mal que el coche era automático, de todas formas, tampoco intentaría cambiar las marchas con la mano izquierda.

Sídney era una ciudad impecablemente limpia, llena de edificios, y de luces brillantes que sugerían la existencia de una vida nocturna salvaje. La arquitectura era una mezcla entre construcción contemporánea y un resurgimiento de lo gótico y lo románico, que en conjunto desprendía gran belleza. Las piezas grandes eran impresionantes, a menudo con pretenciosos diseños y bustos esculpidos directamente sobre la infraestructura. Nada en la ciudad parecía prefabricado, no como esas oficinas modernas americanas tan comunes y parecidas. En cambio, cada estructura estaba levantada como una exitosa y funcional obra de arte. 

Me encantaba la ciudad pero la periferia y las playas me quitaban el sentido. Había estado antes en el Caribe, y el agua de aquí me recordaba a ese paraíso tropical, con aguas de color turquesa y completamente cristalinas. Podía quedarme horas admirando el océano desde el balcón.

Hay que decir, que había dedicado tanto tiempo a trabajar que sólo había podido observar el agua mientras disfrutaba del café mañanero, y de la copa de vino de la noche.  Como había terminado de trabajar temprano, tenía muchas ganas de cenar y acto seguido disfrutar de la playa al máximo.

De vuelta en mi cuarto, me quité los tacones, encargué comida al servicio de habitaciones y me puse un bikini y un vestido de playa. Había escuchado que el nudismo estaba permitido en la playa Lady Bay, pero a pesar de mis recientes aventuras sexuales no estaba del todo preparada para desnudarme en público, especialmente antes del anochecer, aun no. En las pocas oportunidades que tuve de mirar desde el balcón de mi habitación aun no había visto a ningún nudista de playa, por lo que supuse que no habría tantos como me habían hecho creer.

El panini de ensalada de pollo y el té helado llegaron a la habitación bastante rápido. Lo coloqué todo sobre la mesa de café y me acomodé en el porche de la habitación para disfrutar de la cena antes de ir a nadar.

Acababa de terminar los últimos bocados de la cena cuando vislumbré un destello de piel rosada. Claro que se veía mucha piel al descubierto; todo el mundo llevaba un bañador después de todo.  Pero esto, esto era más que  el típico hombre con el pecho al descubierto. ¡Era la primera vez que me topaba con el nudismo en un sitio público! Vale, realmente no estaba teniendo un encuentro con este hombre, pero seguía siendo la primera vez que era testigo de alguien paseando tranquilamente,y llevando sólo chanclas y gafas de sol.

Con respecto al nudismo, si querías pillar a alguien desnudo y de imprevisto, esté era el tío al que observar –especialmente si eres una chica tan salido como yo-. Claramente era un musculitos de gimnasio, parecía parte de una revista de fitness masculina. Lo que me llamó la atención al principio eran sus glúteos, increíblemente prietos. Yo nunca había sido una chica de culos, pero es me convirtió en el acto.

Sus piernas eran largas y musculadas, y sus hombros anchos y firmes. Tenía los típicos bíceps y tríceps que le sobresalían sin flexionarlos, y sus abdominales parecían como una antigua tabla de lavar, así de esculpidos estaban.

Tuve la suerte que el Adonis desnudo extendió su toalla justo debajo de mi balcón donde podía verlo fácilmente. Agradecí momentáneamente a los dioses que me hubieran situado en el tercer piso, teniendo unas vistas estupendas de todo el conjunto, incluyendo el gran miembro que le colgaba entre las piernas.

Decidí posponer mi viaje a la playa un poco más. Si él estaba cómodo estando desnudo, yo estaba cómoda mirando.

Mientras que me maravillaba por el impresionante físico que tenia debajo, me di cuenta que había empezado a apretar los muslos rítmica y automáticamente. Ahora que no estaba en una relación no acababa tan satisfecha sexualmente tan a menudo como me hubiera gustado. Me causaba un revuelo interior muy familiar admirar al hombre de abajo.

Dándome cuenta que la gente de abajo me podía ver tan bien como yo a ellos, me quité el vestido y me tumbé sólo con el bikini mientras observaba al hombre de abajo. No sabía si estaba despierto o no porque llevaba gafas de sol oscuras cubriéndole los ojos, aunque la verdad ni siquiera sabía si me importaba.

Casi todo el mundo estaba distraído entrando y saliendo del agua, jugando a alguna especie de voleibol o Frisbee, o charlando animadamente. No pensé que nadie me estuviera prestando atención, por lo que decidí satisfacerme un poquito.

Mientras estaba allí tumbada, empecé a estudiar al tío desnudo que tenía frente a mí. Seguí con la mirada el contorno de sus pies redondos, por el arco del pie y alrededor de sus desarrolladas pantorrillas. Mi viaje visual en torno a su cuerpo me llevó hasta el largo abultado de sus cuádriceps, y se topó con el pliegue de su ingle completamente acicalada y depilada.

Nunca antes había visto a un hombre depilado, y desee poder verlo más de cerca. Por lo que podía ver, de aspecto era mucho más atractivo de lo que esperaba. Incluso sin estar erecto su cipote debía de tener unos 15 cm de largo, era grueso y con venas. Sus pelotas eran grandes y colgaban por el calor, presionadas hacia un lado por el imponente miembro que me tenía embelesada.

Inconscientemente me pasé las puntas de los dedos con manicura, por los pezones endurecidos, jugando con la sensibilidad directamente relacionada con la humedad que sentía entre las piernas. Despacio, primero circundé uno, y luego el otro, provocando y toqueteando la piel firme de mis pechos como me imaginé que le hacía al magnífico pecho que tenía allí abajo.

Deslicé las uñas a lo largo del borde de la piel justo bajo la parte de arriba del bikini, poniéndome la carne de gallina por la excitación.  Al final me di por vencida y me pellizqué firmemente las puntas de los pezones. Mientras me los apretaba también me los retorcía con cuidado, hasta que sentí un dolor leve que rápidamente se convirtió en calor, y sensación erótica.

Mi respiración se aceleraba mientras me mojaba por dentro, los pliegues de mi coño aumentaban y deseaban atención. Y justo cuando empecé a pensar en irme a mi cuarto a por el consolador, creí notar un cambio en el cuerpo del tío de abajo.

Si no me equivocaba, la polla del hombre misterioso había empezado a crecer. Despacio pero sin duda alguna se estaba tensando delante de mis narices, poniéndose dura en la base bombeando sangre confinada. Podía entrever la punta morena de su miembro mientras se asomaba para encontrarse de frente con su estómago. Lo observé sin pestañear mientras cambiaba de posición para colocarse justo frente a mí.

Esto tiene que ser de broma, pensé. No había manera alguna que me hubiera estado observando, ¿o sí?

Como respuesta a mi pregunta, mi amante misterioso se tocó el pecho, y con una perfecta imitación mía empezó a masajearse abiertamente, toqueteándose los diminutos pezones como había hecho yo. Por un momento me sentí avergonzada. Si, había mantenido relaciones sexuales con dos desconocidos,  uno en público y otro como resultado de mi descaro, pero nunca me había tocado delante de alguien. Como la mayoría de la gente, tenía un pudor sano con respeto a la masturbación, y aunque nunca viajaba sin un buen vibrador, si me preguntaran insistiría vehementemente que nunca en la vida había tenido un juguete sexual.

Mi instinto era de entrar corriendo y esconderme para el resto de la noche, y casi lo hice, hasta que una duda molesta me detuvo. En estos últimos meses, había podido salir de mi burbuja y mi vida había mejorado por las experiencias que había tenido. No era como si a este hombre yo le diera asco y su hubiera levantado para marcharse. Se le había puesto la polla dura por observarme y se estaba tocando como respuesta a mis acciones. De hecho estaba excitado por haberlo mirado y haberme acariciado. Si los dos estuviésemos listos y dispuestos, ¿por qué no habríamos de pasarlo bien?

Sintiéndome entusiasmada por lo que iba a hacer, tiré de las tiras de la parte de arriba del bikini y con un movimiento rápido lo dejé caer. Si, había estado desnuda en público antes, pero solo a oscuras y lejos de otra gente. Estaba en pleno día con un gentío de miles de personas debajo de mí, sin contar con el público que debía de tener en otros balcones.

Mientras se me caía el triangulito de tela, el hombre que tenía delante se apoyó sobre los codos y se quitó las gafas de sol en señal de haberse dado cuenta. Se tensó para verme el cuerpo, aunque desde donde yo estaba tenía mejor vista sobre él, que al contrario.

Con toda mi timidez inicial desvanecida, me levanté y me estiré, levantando los brazos por encima de la cabeza y arqueando la espalda para sacar y mostrar mis pechos desnudos. Si antes pensaba que su polla estaba dura, ahora estaba completamente en tensión. Lo podía ver perfectamente sonriendo mientras se volvía a tumbar, y despacito se pasó la mano deliberadamente por el pecho, y los abdominales, para luego justo rozarse el miembro antes de retirar la mano y colocarse las dos bajo la nuca. Parecía que la próxima jugaba era mía.

Para entonces mi braguita del bikini estaba completamente empapada. Y ahora estaba agradecida de haberme hecho las ingles brasileñas antes del viaje. Me las bajé de la cintura por las piernas hasta que me las quité apartándolas.

Allí estaba yo, completamente desnuda en el balcón para ser vista por el mundo entero. Sabía que mi coño depilado se podía ver completamente a través de los cristales translucidos que me rodeaban, y en ese momento mi cuerpo estaba tan desesperado de atención que no me importaba lo más mínimo. Apoyé la espalda en la pared exterior del la habitación del hotel, y coloqué una de las piernas en la silla en la que me había sentado abriéndome completamente.

Si el hombre misterioso hubiera estado en el porche conmigo habría visto cómo tenía de inflamados los labios, cómo de rosa y mojado tenía todo la raja, y cómo de tenso tenía el clítoris intentando salir en busca de afecto. Incluso tenía gotitas en la piel de la humedad, y a pesar de que hacía calor bajo el sol australiano, mi humedad no provenía precisamente del sudor.

Podía oler el perfume tan familiar que desprendía mi cuerpo, nublando el aire a mí alrededor ahora que estaba desnuda y totalmente expuesta. Respirando profundamente solo alimentaba mis sentimientos lujuriosos, por lo que me toqué una vez más los pechos masajeándomelos brevemente antes de volver a torturarme deliciosamente los pezones

Debajo de mi habitación empezó a ocurrir la cosa más extraordinaria que podía haber pasado.  Aunque sabía que esto era algo que las normas del nudismo no permitían, el hombre misterioso alargó la mano para agarrarse el miembro rígido, y allí mismo en medio de toda la gente, se lo empezó a trabajar. Yo me encontraba completamente hipnotizada por el movimiento hacia arriba y abajo que iba haciendo, nunca incrementando la velocidad, y parecía que seguía observándome desde donde estaba.

Ahora sí que no podía detener mis deseos; me podía haber retirado si hubiese querido. Sin apartar la mirada de él, me llevé dos dedos de la mano derecha a la boca, los chupé durante un instante para cubrirlos de saliva, y después los llevé a la entrada de los labios vaginales donde los introduje con un delicado movimiento. Siguiendo sus directrices me follé a mi misma despacio, manteniendo la velocidad y acompasándola a la suya, e imaginando que los dedos eran su polla erecta dentro de mí. Cuando más me follaba, más mojada me ponía, hasta que finalmente pude sentir los fluidos recorriéndome los dedos, y empapándome las manos.

Los dos empezamos a acelerar, animándonos mutuamente, aumentando la tensión que se acumulaba en nuestro interior y que amenazaba con salir despedida. Cuando llegué al punto de apenas poder seguir el ritmo de su mano de lo rápido que iba, el hombre misterioso se agarró con tres dedos las pelotas y empezó a apretárselas. Siguiendo su apunte, y esperando no perder el equilibrio, con la mano izquierda me entregue a mi clítoris deseoso.

Dibujé con la yema de los dedos un círculo sensual en torno a él, sin llegar realmente a tocar la punta hasta que no pude aguantar por más tiempo. Una y otra vez me provocaba a mí misma, alternando entre las placenteras idas y venidas rozándome, que me encantaban, y pellizcándomelo, haciendo que me temblaran las rodillas. Sin previo aviso, vi el cuerpo de mi hombre misterioso tensarse completamente, arquear la espalda ligeramente y empezar a tener espasmos. La visión de su polla desprendiendo chorro tras chorro de aquel fluido caliente me llevó al límite, y no pude evitar soltar un gemido de placer cuando mi cuerpo se agitó plenamente corriéndome, con dos dedos metidos sin piedad dentro del coño, mientras mi otra mano se aferraba al clítoris sin dejarlo escapar.

Pasó más de un minuto hasta que pude retomar el aliento y calmarme. Aparté las manos de las piernas, y me apoyé contra el balcón mirando en la distancia hacia mi compañero que se encontraba debajo. Podía ver con claridad riadas plateadas de corrida que habían aterrizado sobre su estómago y empezaban a formar un charco  junto a él en la arena.

Su rabo daba sacudidas, no tan fuerte como antes pero definitivamente aun estaba erecto, y su sonrisa era amplia. Apreté el coño caliente contra el cristal frente a mí, y tome aire estremeciéndome. Considerando que ni nos habíamos tocado, no podía empezar a imaginar lo bueno que sería realmente follarme a este tío.

¿Qué pasaría si lo hiciésemos ahí mismo en el balcón de la habitación? Aunque lo habíamos hecho a 20 metros de distancia, espiritualmente habíamos estado juntos en la misma longitud de onda. Había sentido su miembro poderoso contra mi carne como si estuviera a mi lado, su aliento sobre el mío, su lengua sobre mi piel, lamiéndome y sorbiéndome, desde los labios hasta los dedos de los pies, hundiéndose en mi ombligo, haciéndome cosquillas, haciéndome reír y retorcerme hasta que mis fluidos emergieron libremente por la raja de mis piernas.

Empecé a sentir que mi aliento se aceleraba. Mi corazón, ahora en reposo, empezaba a palpitar con fuerza. Había descansado un momento, y ahora sentía como el clítoris se me calentaba de nuevo, se me inflamaban los labios y se llenaban de flujo. ¿Cuantas veces podía hacer que me corriera mi amante a «distancia»?

Quería averiguarlo.

Aunque me habían interrumpido.

Para mi sorpresa se sentó, agarró la toalla en la que estaba sentado, se limpió la tripa, y se levantó, todo esto con la mirada fija en mi dirección. Me señalo, luego se señaló a sí mismo, y luego al lobby del hotel. Sonriendo, asentí aceptando la invitación, agarré mi vestido de playa para bajar y sin titubear me encaminé a conocer al desconocido con el que había tenido un encuentro tan intimo.