Chrissie se bajó un vodka con tónica entero, y dejó vaso temblándole la mano.
Por favor que funcione. Dios mío, por favor que funcione.
Una voz interior de su infancia le dijo que no debía pedirle a Dios que le concediera un plan para poder salvar su última relación en la que estaban metidos ella y Major, y donde experimentaban para ver si realmente podían unir sus vicios a través de un role-play.
Estaba casi lista. Se miró al espejo mientras se ponía un pintalabios rojo brillante. Se lo puso algo torcido, como si fuese la primera vez que se lo ponía. Como una niña pequeña jugando a disfrazarse.
Ella y Major se conocieron online hacía unos meses, no pusieron ninguno de los dos su fantasía sexual favorita en el perfil en la aburrida pagina de citas. Pero aun así, algo en su mirada tórrida de ojos negros hizo que respondiera a la petición de contacto recibida, aunque él con diez años más que ella habría estado fuera de su gama de preferencias.
A pesar de no ser tan viejo resultaba perturbador, lo justo para que se sintiese incomoda. Y no es que pareciese viejo. Tenía la cara todavía fresca y suave incluso tarde por la noche. Había engordado un par de kilos sobre todo en la cintura, pero no más que los tíos de su edad con los que salía, y menos que muchos otros.
A demás, ella tenía ahora veinte años. No tenía porqué quedarse sólo con chavales universitarios, u hombres en la veintena, ¿o sí? ¿Por qué no hombres maduros, si a ella le gustaban y viceversa? Siempre había odiado la gente que le limitaba sus elecciones.
Ella y Major quedaron en un Starbucks cercano, y enseguida se entendieron aunque parecía que no tenían nada en común. A él le gustaba la música country y western, y las películas de guerra. Nunca leía libros. A Chrissie le encantaba bailar hip hop y llorar mientras veía películas de chicas. Disfrutaba leyendo romances históricos y algún que otro misterio.
Una vez en la cama, descubrieron que compartían una pasión como ninguna otra que hubiera vivido desde que perdió la virginidad en el noveno curso con un vecino. Tras unas semanas de hacer gritar a Chrissie bajo su mando, empezó a hablar delo que realmente le ponía cachondo.
Chrissie hizo lo mismo, y ahí fue cuando empezó el problema.
Él estaba tan revolucionado por sus fantasías, como ella por las suyas.
Rompieron, pero eso sólo fue el principio.
No podían dejar de mandarse correos electrónicos, y chatear en Skype y mensajes de textos.
No podían dejarlo. Ambos querían más. Más de la compañía del otro. Más del otro en la cama. Más orgasmos como fuegos artificiales.
Más de todo, excepto consentir la mayor fantasía sexual del otro.
Cuando ya la tensión se volvió insoportable, se encontraron de nuevo en el mismo Starbucks, y tras mucho hablar y debatir, decidieron intentarlo.
Ella haría la suya, si él hacia la de ella. Así que hicieron planes. Fijaron el día y la hora.
Y aquí estaba, bebiendo vodka y tónica, y mirando el reloj. Era demasiado temprano y él aun no estaría allí, y ella estaría en público pareciendo una tonta, publicitando ante sus vecinos y ante todo el mundo que estaba satisfaciendo un repugnante fetichismo.
Las tablas de su falda escocesa de niña de colegio católico no le llegaban ni a la mitad de los muslos. No podía andar sin que se le levantara enseñando las braguitas de raso con volantes que llevaba.
Llevaba puesta una blusa sencilla de algodón que se trasparentaba dejando ver el sujetador de tiras negras que elevaban sus pechos firmes. Estaba especialmente contenta de haberse hecho unas trenzas con su larga melena rubia y de haberle puesto unos lacitos rosa brillante.
Se sentía tan guarrilla que se tomó otro vodka con tónica antes de salir hacia al taxi que la esperaba fuera.
Sintió como el vodka le hacía efecto, haciendo que se riera mientras se subía al coche. Estaba todo tan oscuro que la cabeza del taxista era simplemente una sombra. Arrancó el motor y se alejó del bordillo despacio.
-¡Espere!,- gritó Chrissie. –Siempre pido a la mujer que me lleve... al hotel grande.
-Esta noche libra -, dijo el taxista bruscamente. – No te preocupes, guapa. Yo te llevo a donde tú quieras.
Chrissie se rió, sintiéndose de nuevo una adolescente de dieciséis años y tan suave como los volantes de las braguitas. – ¿Te gusta lo que llevo puesto?-, preguntó al conductor, podía verlo por el retrovisor mirándola. Hizo una pequeña reverencia sentada, levantando levemente el borde de la falda, y después contorneándola con entusiasmo, frotándose el interior de los muslos. Poder flirtear sentaba fenomenal, ver cuanto deseo podía causar en los hombres.
-Mucho.
-Me alegro.
-Es difícil conducir así de empalmado.
-Oh Dios mío, se supone que no deberías decirme cosas así. Soy demasiado joven, y una clienta.
-Eres una putilla, eso es lo que eres. Apuesto a que vas así vestida para encontrarte con un cliente en la habitación de un hotel de lujo.
-Estás envidioso-. Chrissie no lo pudo evitar. Empezó a chuparse el pulgar.
-He visto a muchas putas. Y tú eres una más del montón.
-Cobro más que eso-, dijo Chrissie. Miró por la ventana. Este no es el camino hacia el hotel. Estamos saliendo de la ciudad.
-¡Cállate, estúpida!
Chrissie empezó a llorar, corriéndosele el grueso maquillaje.
-Me lleva quemando la polla desde que te he visto salir de casa y entrar dando saltitos en mi taxi, con una falda tan pequeña que apenas te cubre el culito.
-¿Cómo te atreves a hablarme así?
-Porque eres sólo una puta, y tengo muchas ganas de ti.
-Llévame de vuelta. Tengo una cita.
-Ese tío tendrá que llamar a otra escort. Esta noche, eres mía.
Golpeó el asiento con frustración, después pegó patadas. Lo veía sonreír a través del retrovisor.
Dios, estaba bueno. Tenía la cara afilada y esculpida, con unos preciosos excitantes ojos grises. El pelo negro corto enmarañado a propósito. Tenía los hombros anchos. No podía verle los brazos pero se los imaginaba musculosos, con unas manos grandes y fuertes.
Con unos muslos compactos dentro de unos vaqueros ajustados. Podría frotarle ahí con las manos.
Y después pasar al gran rabo detrás de la cremallera, irguiéndose a cada movimiento de su mano.
-Oh Dios, me estas poniendo cachonda-, dijo ella. No podía evitarlo. Se metió la mano bajo la faldita de colegiala y empezó a toquetearse el clítoris dentro de las braguitas de volantes y las medias blancas. –Acabo de cumplir la mayoría de edad, y tú eres un hombre maduro, con un gran rabo que necesita follarme el coñito prieto.
-Eres una putita que ansía pollas más grades que aquellas que pueden ofrecerte clientes ricos y viejos.
Ella siguió chupándose el pulgar, mientras con la otra mano se seguía masturbando.
-¿En serio me vas a hacer follarte gratis? No lo hago con nadie.
-Me vas a pagar tú a mí, nena. Soy lo que has estado soñando, soy un hombre de verdad que puede satisfacer a cualquier puta.
-Pero si soy una chica que lo que quiere es hacer feliz a su hombre. ¿Te hago feliz, cielo?
-Te haré feliz cuando te separe del cliente y te de placer como nunca has recibido de tus «novietes».
-Ningún novio me ha follado como un hombre de verdad.
-Un hombre de verdad no tiene que pagar por esto, especialmente si se trata de una zorrilla de dieciocho años como tú. Una vez sientas mi polla dentro de ese pequeño chochete, no podrás vivir sin ella.
-Oh, cariño-, dijo Chrissie frotándose la raja con más fuerza.
El coche paró en una zona oscura boscosa. En un momento él le estaba abriendo la puerta y arrastrándola, mientras le tapaba la boca con una mano.
La otra mano se la tenía metida entre las piernas, frotándole las braguitas y sintiendo la rajita húmeda a través de la tela.
-Dios, haces que me moje. Tengo las braguitas empapadas, e incluso las medias.
Se rió en su cara. –ERES una chica mala. Te está encantando, ¿verdad?
La mano que le había metido entre las piernas parecía tan grande, dura y caliente. Chrissie pegó el chocho fuertemente contra la mano de él, respirando profundamente mientras gemía, y se le empapaba el coño más todavía.
Entonces, le desgarró la blusa, dejando el sujetador negro a la vista, y su piel blanca brillando bajo a la oscuridad. Le bajo el sujetador y empezó a tirarle de los pezones, chupando uno de ellos, tirando del otro, tomando de ella como un poseso.
Con la otra mano, él le bajo las medias hasta los tobillos, después le separó las braguitas de volantes de raso hacia un lado, y le introdujo un dedo el coñito prieto. Después le introdujo otros dos dedos en el chocho, tocando puntos sensibles dentro, y una corriente empezó a recorrer su cuerpo de la cabeza a los pies, centrándose en la ingle.
Los pechos se le irguieron, y los pezones se le pusieron duros y tensos.
-Haces que me ponga tan mojada-, le dijo al taxista. – Mi coñito necesita ese gran rabo.
-Y tu boca, y tu culo, y tus manos también.
-¡Si, oh Dios si!
La empujó hacia el suelo y le quitó las braguitas.
Rápidamente se desabrochó el cinturón y los pantalones, y saco su enorme erección. Chrissie levantó la cabeza y se la metió hasta el fondo en la boca.
Tumbada, con la boca abiertísima para que le cupiera todo, oliéndole las pelotas mientras la embestía, escuchando sus gemidos mientras le follaba la boca con fuerza.
Pero su coñito necesitaba ser follado. Los dedos de él no eran suficiente para ella. Pronto, empezó a tener arcadas cuando la polla estuvo a punto de correrse dentro de su boca.
Estaba necesitada y quería correrse. El gimió y gimió, y un chorro caliente de lefa le bajo por la garanta.
Cuando vació la polla del todo, le dejó la lefa en la boca, asegurándose que se tragara cada gota, luego ella se pasó la lengua por la polla para dejársela bien limpia.
La desmontó, mientras ella seguía tumbada, arqueando la espalda, masturbándose delante de él. Él no podía dejarla así.
Él bajo la cabeza hasta el coño de ella mientras le abría las piernas al máximo. Los dedos de él jugaron con los de ella a la vez, dentro y fuera del coño, empapándose de fluidos. Ella se pasó la mano a la boca. Y él, de forma provocadora le lamió los fluidos que le impregnaban la mano.
La lengua de él adelantó a sus dedos arrebatándoles el coño, su lengua empezó a moverse sin parar por sus labios vaginales, contorneándola, saboreando para luego empujar hacia dentro para obtener más.
La espalda de ella se arqueó todavía más cuando los dedos de él pasaron de su coño lleno de lengua, a su culo. Le separó las nalgas, y con lo mojada que estaba fue fácil meterle un dedo por el músculo prieto del culo. Primero un dedo, y luego otro.
Dios mío, pensó Chrissie. Movió el culo para incrementar la sensación que le producía el dedo dentro y la lengua en el coño.
Ya no podía más. Ahora tenía el dedo metido más adentro del culo, la estaba llevando al límite de cómo le lamía el coño. Él siguió con el mismo ritmo, dándole lametazos hasta que empezó a sentir la corrida de ella con la lengua. Era una sensación increíble sentir cómo los músculos del culo se cerraban entorno a su dedo mientras ella se corría. Fue asombroso el torrente de flujo entrándole en la boca y salpicándole la cara.
Ella gritaba, más alto que nunca. Se corrió una y otra vez como nunca le había pasado.
Después le dio la vuelta, pasándole la legua por el culo. ¡Oh Dios! Tenía un dedo frotándole el clítoris, un pulgar en la vagina y le estaba lamiendo el agujero del culo.
Pronto ella empezó a temblar y llorar. El orgasmo no le estaba viniendo del clítoris o la vagina, sino del culo. Había oído hablar de eso, pero nunca antes había experimentado un orgasmo anal.
-No-, lloro ella, con sus dedos agarrándose al suelo, arrancando matas de hierba y con lágrimas saliéndole de los ojos.
-Si nena, es hora que aprendas a ser una puta buena de verdad, follándote a hombres de verdad como yo, no clientes que quieren vestirte como una chica de instituto.
-Pero si soy una chica de instituto-, susurró Chrissie. –Oh Dios, soy solo una puta a la que le están dando bien, muy bien.
Poco después, el taxista le giró la cara para que lo mirase de nuevo. Al ser de noche, ella sólo podía ver su sombra contra la luz de las estrellas, aunque apreció un leve olor a sudor, así como el barro que tenían debajo y la vegetación a su alrededor. Y claro, le olían tanto el coño como el culo.
Él volvió a tener una erección. Todavía mayor que la anterior. Estaba ahí empalmado apuntando hacia la luna que tenían sobre ellos.
-Oh Dios mío-, dijo Chrissie. Esta putita ya no puede más. Pero mi coñito te desea más que nunca.
Su vagina vacía se agarrotaba con el anhelo de ser llenada, y estirándose hasta el límite.
-No puedo tenerte, pero estoy tan mojada, tan mojada...
El hombre le separó los muslos y los preparó para luego caer sobre ella. Se apoyó para que no cayera todo su peso sobre ella, pero su cuerpo estaba completamente encima, por lo que podía sentir contra su pecho los pechos hinchados de ella, mientras su boca le comía la garganta, y la penetró.
Intentó ir despacio, pero Chrissie necesitaba ser follada, y bien. Estaba ya tan mojada, que sólo arqueó la pelvis, y se movió hacia la polla enorme para que entrará.
Hasta el fondo.
Cada centímetro, cada centímetro.
Había pasado tiempo desde que había sentido un rabo llenándola tanto, y era estupendo.
-Eres mi putilla a partir de ahora-, dijo, mientras seguía un ritmo follándola. La puso cachonda, primero metiéndole la polla hasta el fondo, para después sólo un poco y sólo para que la entrada de su rajita recibiera la fricción completa.
Y más o menos cada diez embestidas, movía la pelvis hacia delante para que su rabo volviera a entrar del todo.
Cuando parecía que lo había repetido más de cien veces, Chrissie gritó, y siguió apretando hacia delante para que el rabo se le quedara dentro hasta el final. Apretó su cuerpo contra el pecho de él como si intentara fusionarse.
Ella tampoco necesitaba una gran técnica. Lo que quería era devorar cada centímetro.
Al final llegó al límite de nuevo, con el rabo completamente dentro de ella, se le colapsó la mente, y explotó como una bola de fuego creciente. Con un éxtasis tan intenso que...
Ella apenas se dio cuenta hasta que el cuerpo de él tuvo espasmos contra el de ella, y sintió como la polla le saltaba dentro expulsando un chorro caliente de lefa contra las paredes de su vagina.
-Oh Dios mío-, dijo Chrissie. – Ha sido maravilloso, Major.
-Desde luego que sí. Y no me ha importado tu uniforme de colegiala mientras pudiera pensar que era un disfraz para tu cliente.
-Y que me secuestrara un hombre maduro en un taxi ha sido muy excitante para mí.
-He llevado a tantas putas a sus clientes. Que sólo quería experimentar el poder llevarme una para mí sólo.
-Y a una parte de mí le encanta estar con un hombre maduro siendo una adolescente.
-No tenía claro que funcionara.
-Yo tampoco.
-Pero tenías razón. Lo hemos hecho.
Chrissie lo besó. –Me alegro que hayamos podido combinar nuestras fantasías sexuales en vez de rechazarlas.