Me había pasado todo el día rabiando. Después de todo este tiempo, ¿así iba a ser mi misión? Y no es que tuviera la opción de negarme. Si en algo me distinguía, era en que nunca me echaba atrás. A media tarde ya había conseguido controlar mi rabia lo suficiente como para pensar, y envié a algunos de los reclutas más jóvenes a que buscaran a las cinco personas que me había asignado Kawan. Los esperé al borde del campo, lejos de ojos y oídos indiscretos.
Inigo y Griffin llegaron juntos, y al poco vi la rubia melena de Blythe acercándose tras ellos. Cuando Kawan había dicho su nombre yo había protestado, pero, a decir verdad, era rápida. Muy rápida. Griffin probablemente tuviera cualidades ocultas, solo que yo no las conocía. Y aunque a Inigo no le tenía especial aprecio, desde luego sabía usar la espada. Y los puños, en caso necesario.
—¿De qué va esto? —preguntó Inigo.
Suspiré.
—Estamos esperando a otros dos. Ya los veo.
Griffin e Inigo se giraron, mirando más allá de donde estaba Blythe. Ella también lo hizo, y vio a los dos personajes vestidos de gris oscuro que se acercaban tras ella. Se sentó en una roca e hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo dirigido a Inigo y Griffin. A mí solo me miró.
—¿Querías verme? —preguntó Andre, nervioso, acercándose.
—Sí. Y supongo que tú serás Sherwin, ¿no? —pregunté al joven robusto que iba tras él.
—Sí. Señor. Quiero decir…, sí, señor.
Suspiré y me crucé de brazos.
—Bueno, pues enhorabuena. Kawan ha decidido que me acompañéis en mi misión.
Inigo irguió el cuerpo, sorprendido.
—¿Él lo ha decidido? No es así como funcionan las misiones.
—¿Crees que yo no lo sé? —repliqué—. Y, sin embargo, aquí estamos. Por lo que parece, para demostrar mi valía tengo que dejar claro que soy capaz de dirigir a cualquiera en cualquier situación.
—Un momento —dijo Inigo—. ¿Aún tienes que demostrarle tu valía?
Era la primera vez que Inigo reconocía mis méritos. Quizá fuera incluso la primera vez que alguien lo hacía.
—Eso parece —dije, abriendo los brazos.
Inigo fijó la mirada en el suelo, pensando a toda prisa. Luego me miró a los ojos, y era evidente que había llegado a la misma conclusión que yo antes de salir de la estancia de Kawan.
—Sí —señalé—. Es una encerrona.
—¿Por qué estás siempre tan serio? —me preguntó Griffin, sin dejar de sonreír.
—No, piénsalo bien —dijo Inigo, pensativo, girándose a mirarlo—. Normalmente pasa un mes o más entre una misión y la siguiente, pero te está enviando justo después de Aldrik para que la gente compare tus logros con los de él. Además, no te permite crear tu propio equipo ni te da tiempo para trazar planes. No quiere que demuestres tu valía —concluyó, mirándome a mí—. Quiere que fracases.
—Por supuesto —respondí, y señalé al desconocido—. Sherwin, no sabía siquiera que existías antes de este momento. Andre y Blythe, conozco muy poco de vuestras habilidades, así que no puedo confiar plenamente en vosotros. Griffin, no te puedo tomar en serio porque ni tú te tomas en serio. E Inigo…, creo que todo el mundo sabe que no nos tenemos cariño, precisamente.
Inigo sonrió, socarrón.
—Sí, preferiría lanzarte desde el monte Govatar que ayudarte.
—Y yo también. Así que te han nombrado para que hagas que la misión fracase. Nos han elegido para fracasar.
Hubo un momento de silencio, una pausa en el funeral por mi mayor ambición hasta la fecha. Pero entonces habló Blythe:
—Bueno, odio decepcionaros, pero yo no fracaso. —La última palabra la dijo con un tono de desprecio, e Inigo sonrió para sí mismo.
—Tiene razón —apuntó él—. Su puntería con el arco es impecable y, en cuanto a perseverancia, bueno…, no hay muchos que la puedan igualar.
—Gracias —dijo Blythe, apartando la mirada.
—De nada.
—Yo puedo ser serio —dijo Griffin con una vocecilla lastimera que hizo reír a todos—. ¡De verdad! ¡Puedo serlo!
—No haces más que bromear —dije yo, con gesto agotado—. Flirtear. Jugar.
—Alguien tiene que hacerlo —replicó, encogiéndose de hombros—. Nuestras vidas ya son lo suficientemente grises.
Bueno, en eso tenía razón. De acuerdo. Blythe era rápida y buena con el arco. A Griffin…, bueno, olvidando sus incesantes bromas, se le daba bastante bien la lucha cuerpo a cuerpo. ¿E Inigo? Prácticamente no había nada que no fuera capaz de hacer si se lo proponía.
Miré a Sherwin.
—¿Y tú? ¿Tú qué sabes hacer?
—Ahora mismo me dedico sobre todo al campo. Pero Inigo me está entrenando para el combate.
Miré de nuevo a Inigo; no hizo falta que le preguntara.
—Tiene potencial con la espada. Para el arco hace falta más delicadeza. Y en cuanto a Andre, es tímido, pero… —se giró hacia él— combate con espada a caballo mejor incluso que a pie. Es impresionante.
Vaya. Aparentemente, Kawan no sabía lo que tenía. Si no, desde luego no me habría asignado a alguien con ese tipo de habilidad.
Volví a girarme hacia Inigo. Él era el único que podía poner aquello en marcha.
—No tengo ninguna intención de fracasar —me dijo—. No por ti, sino por mí.
—Por si lo queréis saber, tenía un plan brillante, pero voy a abandonarlo en favor de algo mucho más accesible, algo con lo que arriesgaremos poco, pero que tiene un potencial inmenso.
—¿Mejor que conseguir más reclutas? —preguntó Sherwin.
—Sí.
—¿Mejor que seis vacas? —dijo Griffin, provocando las risas de todos.
Para mi sorpresa, hasta yo sonreí.
—Sí.
—¿De qué se trata? ¿Qué es lo que quieres conseguir? —preguntó Blythe.
Respiré hondo, pensando en lo que necesitábamos más que nada en el mundo.
—Esperanza.