Que la salud no te la robe el frío, levanta del suelo
amigo, en mi casa tengo sopa, un dormitorio
vacío, le dijo la mujer al joven mendigo. No tengo
más dinero, buena señora, que los céntimos que
guarda mi gorra. ¿Qué es eso de dinero? Dijo, la
mujer extrañada. Vamos, ¡levanta hijo! Miró la
gorra y estaba vacía, miró su calle y otra le
parecía. ¿Dónde estaba el yonqui? ¿Dónde su
jeringuilla? Las putas de ojos tristes no estaban
en su esquina. En las grietas del asfalto había
camelias, nadie dibujaba ceño, todos sonreían e
índice y pulgar la piel pellizcan y duele, como ayer
lo hacía la vida.