Mata mi sed con tus labios de aluminio,
en nuestro Metro Bistró de madera,
donde las velas son las estrellas,
y el beber de tus besos me deja calavera.
Con dulce aliento de aspartamo me dices te amo,
como Ramón de Pitis siento mono de tu amor,
me baila el corazón y me sudan las manos.
¡Ay mi colorada! Dame, dame de tu sabor.
Romance de diabetes por el que daría un pie,
quereres de colorante E – 150 D,
mi osteoporosis, mi cáncer burbujeante,
te quiero como Nathasa Harris, bebé bésame.
Dime qué esconde tu corazón de lata,
si en él aún se oye el eco de las balas,
los gritos de los niños del crimen de Irak,
o las risitas malas de esa verde farsa.
¿Cuántas aguas contaminaste sin alma?
Dime de tus pintadas sucias en el Himalaya,
de la hipocresía con tu amado oso polar,
o de tu container de cocaína en Francia.
Mire adonde mire creo haberte visto,
por la calle, en el cine, incluso en el frigorífico,
me estoy volviendo loco, quiero ser Corea,
vivir en un mundo en el que no te vea.
El ego es
el diablo del hombre.