ESTE AMOR, EL OTRO

Cuando tú me tocas, por ejemplo,
no veo constelaciones,
y en tus sueños, cuando tus manos
buscan mi espalda y mis cabellos,
es imposible saber si sueñas con un ratón
o con Alicia en el País de las Maravillas.
Tú me repites frases que me abochornarían
a la luz del día; nunca me has escrito
cartas a las cuatro de la madrugada
desde aeropuertos extraños
o la plataforma de un tranvía.
Cuando hacemos el amor, fingimos
que la emoción es justa.
Hoy he estado regando tus plantas
mientras estás en la playa.
Utilizo el líquido para las cucarachas,
abro las ventanas y no se me ocurre
mirar tu correspondencia o leer
tus nuevos poemas.

 

Mientras sigo las instrucciones:
“Los geranios y begonias deben ser
regados dos veces por semana”,
peso mis dos amores en la balanza.
Sé que riego las plantas porque
me gusta ver correr el agua entre mis dedos
y porque no quiero ver morir las flores
en esta estancia; también porque me he sentido
sentimental, tarareando un aria familiar
toda esta mañana.