EL CIELO ENCIMA
DE LA CASA DE MI MADRE

Es una noche de julio
perfumada de gardenias.
La luna y las estrellas brillan
sin revelar la esencia de la noche.
A través del anochecer
—con sus gradaciones cada vez más intensas de ónix,
y el resplandor dorado de los astros, de las sombras—
mi madre ha ido ordenando su casa, el jardín, la cocina.
Ahora, mientras ella duerme,
yo camino en su jardín,
inmerso en la soledad de esta hora.
Se me escapan los nombres
de muchos árboles y flores,
y había más pinos antes
donde los naranjos florecen ahora.
Esta noche pienso en todos los cielos
que he contemplado y que alguna vez amé.
Esta noche las sombras
alrededor de la casa son benignas.
El cielo es una cámara oscura
que proyecta imágenes borrosas.
En la casa de mi madre
los destellos de los astros
me perforan con nostalgia,
y cada hilo de la red que circunvala este universo
es una herida que no sana.