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Personalidad insólita

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¿Cómo describir a una personalidad tan insólita como lo es Bill Gates? ¿De dónde sale esa increíble fusión de Henry Ford, Tomás Édison y Bugs Bunny? No hay que intentar entenderlo. Los seres excepcionales usualmente tienen el don de escapar a toda tentativa de clasificación. Es rarísimo encontrar en un mismo individuo las características con las que en un día de brillante inspiración la Madre Naturaleza dotó a este retoño de Seattle.

¿Qué decir de un individuo que se volvió millonario en dólares a los 31 años – habiendo incrementado doce años más tarde a aproximadamente doscientos millones de francos - y a quien la fortuna convirtió en el hombre más rico del mundo? ¿Qué pensar del presidente de una empresa cuyo crecimiento ha sido la mayoría de las veces del 50% y cuya capitalización bursátil sobrepasa la de General Motors, Ford, 3M, Boeing o Eastman Kodak?

Habrá que reconocer que este individuo escapa de los arquetipos usuales de su género. Este personaje se ha parecido por mucho tiempo a un Pierrot Lunaire al no haber identificado la pista de aterrizaje que separa el mundo de la infancia del de los adultos. Puede que algunos hayan intentado tomar a la ligera a este eterno adolescente que porta un look de estudiante retrasado y de intelectual de gafas en el fondo del verde campus de Seattle, evocador de una cultura más cercana al rock y a la ecología que a Wall Street. Pero aquellos que se permitieron ver de menos a este joven quedaron amargamente arrepentidos.

Sin duda Bill posee un don. Una especie de magia personal. Una acumulación de cualidades raras. La mezcla es impresionante porque combina algunas virtudes humanas elevadas con una aptitud para administrar sus asuntos, los cuales contienen a la vez a la previsión, la astucia y una maestría prodigiosa de los elementos de la ecuación financiera.

Lo que me ha impresionado continuamente acerca de este “Ungenio Tarconi” del software es la amplitud de su reflexión y su inteligencia fuera de lo común. Pónganle un problema cualquiera y de la manera que sea la mecánica intelectual se pone en marcha, emocionada por el reto. No es raro que proponga un punto de vista original y sagaz acerca del tema. La sorpresa surge a partir de aquello que habrá abarcado en su análisis de los elementos que una persona común pasaría por alto y no tomaría en cuenta. La cantidad de información que él almacena usualmente es estupefaciente. Pero más aún es su capacidad para moler, triturar, amasar y poner en perspectiva los mismos datos con el fin de llegar a obtener conclusiones sorprendentes gracias a su clarividencia. Además trae una satisfacción intensa el discernir un modelo en medio de aquello que parece caótico o desorganizado. Desde la escuela primaria este superdotado de las matemáticas impresionaba a sus profesores por la vivacidad de su razonamiento. Él a conservado un gusto pronunciado por la competencia intelectual, y solo llega a respetar a alguien si esta persona demuestra estar a la altura. Si añadimos a esto que a él le gusta rodearse de individuos similares a sí mismo, podemos comprender de mejor manera como opera Microsoft.

Una anécdota permitirá comprender mejor como funciona Bill. Al momento de una recepción en la que Microsoft participaba, un animador subió a la tarima y se dispuso a realizar un impresionante número de cálculos mentales: multiplicaciones, raíces cuadradas, etc. Mientras se llevaba a cabo un coctel la tarde del día siguiente, Bill estaba discutiendo amablemente con algunos invitados. En un momento dado dijo: “¡descubrí su truco!”. Gates le pidió a un invitado que le dijera dos números a multiplicar, y él le dio la respuesta. ¡El número 1 del software había pasado una parte de la noche anterior intentando comprender el mecanismo inherente de tales cálculos!

Este presidente con el aspecto de Tintín está igualmente dotado de una visión audaz, capaz de percibir aquello que será el mundo del mañana muchos años por adelantado. Desde 1975 él había identificado que los microchips que dan vida a las micro-computadoras iban a desatar una revolución sin precedentes. Por eso mismo dio un salto de fe hacia su aventura, la sociedad Microsoft. Añadamos a eso un poder de convicción imparable. Cuando IBM llegó a tocar a la puerta de la minúscula empresa de Seattle en 1980 con el fin de saber más sobre la micro-informática naciente, los visitantes primero se desconcertaron por la apariencia juvenil de quien los recibía. Pero como fue contado más tarde por Bill Lowe de IBM: “desde que Bill empezó a hablar, todas las consideraciones acerca de su edad desaparecieron. Nosotros bebíamos lo que él decía”.

No es bueno encontrar en el camino a un combatiente como él. Todos los enemigos de antaño de Microsoft mordieron el polvo, e incluso Steve Jobs, fundador de Apple, prefirió mejor establecer una alianza en agosto de 1997 que buscar un último enfrentamiento. Gates manifiesta esta intransigencia de los asuntos de manera abierta y sin emociones. El llega incluso a desafiar al gobierno estadounidense cuando este se entromete con sus asuntos. El Ministerio de Justicia ha preferido por largo tiempo tirar la toalla, como si estuviese asustado por la capacidad de causar problemas del potentado de Seattle.

A esta actitud sin piedad Gates añade la habilidad de un jugador de ajedrez que pone presión con su astucia para focalizar la energía de sus adversarios en las batallas de interés secundario. Si él fuera un general, el llevaría “oficialmente” la guerra a Perú, se aseguraría de que sus enemigos desplacen sus tropas a las alturas de la Cordillera de los Andes. Y mientras se lleva a cabo ese teatro, él rodearía tranquilamente Venezuela. Es verdad que puede actuar de tal manera porque está dotado de una rara capacidad de ver los problemas en su totalidad.

Uno podría creer que un hombre tan talentoso e implacable en sus asuntos es un monstruo frío y calculador. Y sin embargo, Bill es realmente diferente en su vida privada. Tranquilo y encantador, Gates está desprovisto de todo rasgo de pretensión o de afectación – estando presente, él debe de hacer un esfuerzo enorme que es el hombre más rico del mundo. El mismo que derrotó a IBM puede también tener los ojos llorosos cuando se trata de ser papá.

De la misma manera que un camaleón, Bill también puede cambiar de piel varias veces en un mismo día. En un encuentro matinal él puede parecer indiferente, amigable y jovial, combinando una gentileza verdadera con una disponibilidad permanente. Una hora más tarde, el mismo hombre se muestra acerbo y venenoso mientras que idea con cuidado una estrategia para rodear a un grupo de competidores. Durante el almuerzo, el estratega implacable se puede transformar en un energúmeno jovial, bromista e impulsivo. Más tarde al final del día, él puede mostrar una sentimentalidad casi tímida mientras que reanima de manera pasajera un recuerdo nostálgico. Son muchas las facetas que contribuyen a volverlo totalmente fascinante.

He entrevistado a Bill Gates una veintena de veces y he tenido la oportunidad de acercarme a él en numerosas ocasiones durante eventos, seminarios y otros encuentros. A lo largo de los años he quedado agradablemente sorprendido de ver que él a conservado su conmovedora simplicidad, una ausencia de prejuicios y mundanidades. Ese hombre es relajado, desprovisto de actitudes, naturalmente amigable. Myriam Lubow, una de sus primeras empleadas, resume esta cualidad con una buena frase: “lo más difícil no es subir, sino que  quedarse siendo uno mismo mientras se sube”. Si él puede hablar con analistas financieros en el tono más serio posible, Bill sonríe a la primera oportunidad. En un viaje a Las Vegas, recuerdo que mi atención fue captada por un divertido fiestero ligeramente borracho, vestido de manera ridícula con un sombrero negro, que me agarró por el hombro para preguntarme: “¡Oye! ¿Cuándo va a salir el libro?”. Cuando regresé me di cuenta que el juerguista no había sido nadie más que Bill. El hombre temido por IBM y por Sun se divertía como un adolescente durante una de esas noches de locura en las que participan los más trabajadores de la tecnología.

El ascenso a la posición del hombre más rico de los Estados Unidos en 1992 contribuyó a engendrar un auténtico mito al rededor de este hombre. Desde esa época, un periodista de Fortune remarcó que Gates era capaz de comprar la producción anual de sus 99 competidores más cercanos, de quemarlos todos – el dispondría todavía de una fortuna mayor que la de Ruppert Murdoch o Ted Turner.

Sin embargo, si uno quiere molestar a Bill, es suficiente preguntarle acerca de su riqueza. Él esquiva la pregunta de miles de maneras, usualmente de manera irónica, pero no sin cierta irritación: “El dinero no me trae nada más que preguntas indiscretas”. Él recuerda que su fortuna no es más que virtual: está fundada en el número de acciones que posee de su compañía. Los hechos corroboran esa actitud. El primer millonario estadounidense continúa trabajando de manera apasionada, pero su preocupación es más intensa por la realización del software del futuro que por la gestión de su portafolio bursátil. Mejor aún, él se muestra ahorrativo, viaja seguido en clase económica y come con agrado pizzas para llevar. ¿Se acordará él de algunos momentos de relajación total? Afortunadamante, sí. Especialmente jugando golf. Pero las vacaciones han sido siempre un lujo para quien siente que tiene una misión: “preparar a la era de la comunicación”.

Las frivolidades de Bill son moderadas si uno considera lo que comprende su fortuna. Estas se manifiestan esencialmente en una inclinación por los carros deportivos – tales como un Ferrari 348 rojo o un Porsche que él conduciría con gusto a una velocidad supersónica de no ser por el miedo a perder su licencia. El nuevo Gatsby construyó también una mansión tecno-futurística para sí que cuesta la nimiedad de 53 millones de dolares.

Cerca de sus cincuenta, tiempo en el que se retirará de sus negocios, Gates planea distribuir 90% de su fortuna a alguna obras. No obstante, él aclara con una sonrisa maliciosa que esperará haber llegado a esa edad respetable para abrir las válvulas y que, por consecuente, ¡no vale la pena escribirle en este momento! Mientras tanto, el millonario del software efectúa muchas donaciones a diversas obras caritativas o a diferentes universidades. Y si negoció un anticipo descomunal de 2,5 millones de dolares del Penguin Group por los derechos de su libro La ruta del futuro, publicado en noviembre de 1995, certificó de igual manera que la totalidad de las regalías irán hacia buenas obras.

Otra faceta notable de su personalidad es que Bill es un optimista convencido y militante. Dice que el mundo del futuro será mejorado por lo multimedia. Para él, la revolución numérica es un credo, una visión que contiene a la sociedad entera. Si uno quiere hacer que el ángel rubio despegue hacia las esferas solares, es suficiente con abordar ese tema, e inmediatamente los ojos le brillas, la mirada se llena de una jovialidad casi infantil mientras que el cuerpo empieza un balanceo lancinante de atrás hacia adelante... Fascinado por el potencial del Internet, Bill bosqueja un esquema idílico de la sociedad del futuro, todo en base a ejemplos claros, entendibles para todos. Tal parece que todo se hará más fácil: aprender, hacer las compras, ir a una consulta médica...

La civilización multimedia, que se pone en marcha con la aproximación de gigantes de lo audiovisual, de las telecomunicaciones y de lo informático, es un golpe de suerte para el presidente de Microsoft. ¿En qué dominios planea hacer su contribución? En todos sin excepción. ¿La televisión interactiva está en todas las bocas? Bill intentará acercarse a los principales operadores de cable estadounidenses. ¿Lo inalámbrico es el futuro del teléfono? Gates evaluará aliarse con el líder del dominio (McCaw) con el fin de desarrollar una red planetaria que necesitará la puesta en órbita de 840 satélites. Se acercará de igual manera a NTT – el gigante japonés de las telecomunicaciones – con el fin de ofrecer servicios multimedia para la red telefónica de Japón. El cine no queda de lado, pues al haberse acercado al trío Spielberg-Geffen-Katzenberg con la visión de realizar películas interactivas, Gates busca cautivar a una generación acostumbrada a los videojuegos.

De ser necesario, Gates no dudaría en comprar las compañías que poseen el conocimiento de realización que le podría hacer falta a Microsoft. ¿Millones de espectadores están emocionados por los dinosaurios en imágenes de síntesis de Jurassic Park? Mensaje recibido. Gates absorbe al editor Softimage, cuyo software ha servido para diseñar dichos reptiles. ¿El software capaz de encontrar la mejor ruta es de interés para un número creciente de automovilistas? No importa, adquiere NextBase, especialista del dominio. Si hacen falta piezas en su espectro de Internet, él alegremente hará shopping con la absorción de UUNet (proveedor de acceso), Vermeer Technologies o eShop – líder del sector particularmente promotor del comercio electrónico. Tal apetito a terminado alarmando a las autoridades estadounidenses: ¿será que el puédelo-todo del software está desarrollando un monopolio inigualable que lo llevaría a tomar el control efectivo de la civilización de la información?

El crecimiento ininterrumpido del emperador del software suscita una inquietud creciente. La evocación de Microsoft causa expresiones tales como “Big Brother”, “monopolio”, “abuso de posición dominante”... Con razón o sin ella, Microsoft y su presidente se han vuelto el blanco preferido de los comentadores del mundo de la informática y del Internet. Es usual escuchar que Gates está en proceso de convertirse en el hombre más poderoso del mundo, con la capacidad a la larga de dictar su ley a los gobernantes y, por lo tanto, a los gobernados. Los sitios Web que incitan al boicot de Microsoft y que afirman su aversión a esta compañía se han multiplicado a lo largo del año 1997.

Si bien no es que no tengan fundamentos, los argumentos de varios detractores fallan debido a una comprensión demasiado parcial del fenómeno y de su historia. Viene a enmascarar una realidad: Gates y su sociedad se mantienen siendo remarcables casos de estudios. El poder de Microsoft es ciertamente intimidante. Pero su éxito es antes que nada gracias a una asombrosa capacidad de reaccionar a los eventos, de asimilarlos, y de aprovechar la mejor opción. Jean Louis Gassée, ex-dirigente de Apple Francia, le ha he hecho plena justicia a esta frase: “La ironía es que en gran parte el éxito de Microsoft resulta de la excelencia de sus equipos, espesando por su jefe.” Y hay que añadir que es difícil distinguir entre lo meritorio y lo abusivo.

"Me gustaría ser percibido como un líder que dice: ¡Vamos! ¡Hagámoslo! Alguien que da el ejemplo de energía y de entusiasmo” explica el fundador de la multinacional del software. Para llevar a cabo su misión, este hombre supo rodearse de grandes creativos y proporcionarles un ambiente propicio para su desarrollo. Quien conoce un poco la población de programadores sabe que un gran número de ellos son individuos atípicos e insumisos. En el campus de Microsoft en Redmond, esta fauna puede sentir. Inmensos abetos rodean los edificios separados por grandes espacios de césped, entre los cuales han sido instaladas fuentes y áreas de recreación. A mediodía, uno ve el desarrollo de la atmósfera de un campus como el de Berkeley: algunos hacen malabares, otros que andan en shorts juegan al bumerán, una asiática toca el arpa sobre el césped en medio de canarios, un alegre trío de damas practican una pieza de violoncelo... El ambiente parece el mismo de una ciudad de estudiantes maliciosos al margen de las reglas. Una visita a los locales confronta esa apariencia. Cada quien se viste como gusta y decora su oficina como le siente: muñecas inflables, acuarios, juegos de dardos cohabitan con guitarras eléctricas... Un día le pregunté a Bill si el campus había concretado un sueño de la infancia, e inmediatamente el ser jovial se cerró como una ostra que llevaba el caparazón de un empresario.

Uno de los talentos de Gates puede ser sin embargo el haber creado un contexto de ensueño para los genios bohemios y haber tenido éxito en canalizar su talento con la meta de que estos realizaran productos que pudieran ser vendidos a ejecutivos de grandes empresas. Uno no puede imaginar hasta que punto el software se parece a una obra de arte con sus riesgos y vicisitudes. En mi investigación quedé sorprendido de darme cuenta que Excel – uno de los software estrella de Microsoft – casi se quedó sin ver la luz del día. El programador responsable de este, un personaje caprichoso de apariencia hippie, estaba enojado con Bill, había agarrado su bolso y se había ido a la calle... Los ejecutivos financieros que se ayudan de Excel para las previsiones presupuestarias de su conglomerado a lo alto de una torre de Manhattan hubieran dudado en darle un aventón a ese emulador de Kerouac si se lo hubiesen cruzado en una calle de California.

En comparación a las empresas de Silicon Valley, Microsoft demuestra una impresionante estabilidad de su personal. Y el primero en la fila puede contar con una fidelidad sin falla de parte de sus tropas. A pesar de la posición sin límites de la que Microsoft se beneficia, la actitud de sus miembros evoca constantemente la misma que la de un start-up. Si el reto está a la altura, estos individuos no dudan en sacrificar sus noches y fines de semanas para perfeccionar el producto con un producto que pueda ganar la batalla.

Cuando Gates se dio cuenta en 1995 que estaba en el camino equivocado y que era necesario hacer un cambio inmediato en dirección al Internet, Microsoft no necesitó más que un par de meses para dar un giro de 180º. Al inicio de 1996, los desarrolladores no dudaron en ir a trabajar por las noches y los fines de semana, como los de las épocas homéricas, y las legendarias bolsas de dormir se vieron de vuelta en las oficinas. Que Bill Gates pueda lograr obtener tal devoción de sus programadores viene en parte de su aura intelectual, de su humildad al frente de errores que reconoce haber cometido, y de su ausencia total de suficiencia para con sus empleados.

Einstein dijo un día que el rasgo más noble del ser humano reside “la capacidad de elevarse sobre la simple existencia al sacrificarse a sí mismo por una meta”. Esta definición puede aplicarse al Ciudadano Gates en cuanto a que lo esencial de su existencia está consagrada a conducir los asuntos de Microsoft. El éxito sin precedentes de la compañía no es de ninguna manera pretexto para relajarse. “El capitalismo tiene la capacidad de mantener perpetuamente las compañías más grandes en el filo de la navaja” comenta Bill, quien cultiva una vigilancia permanente.

Trabajar bajo la tutela de un superdotado como él no es siempre agradable, pues este hombre demuestra tener una exigencia inmensurable. Uno de sus ayudantes, Charles Simonyi, tenía esta fórmula: “la mayor parte de los individuos son buenas en un dominio particular. Gates es especial en el sentido que es bueno en cuando menos una docena de dominios”. El problema para sus familiares es que él espera de ellos una agudeza intelectual y una devoción que esté a la altura. Aquellos que escogen unirse al barco de Microsoft pueden esperar semanas de ochenta horas y un ritmo sin descanso, especialmente porque el Capitán Bill puede manifestar una rudeza extrema frente a sus colegas. Ciertos empleados cuentan como durante una reunión él se dio la libertad de reducir a la nada sus ideas de una manera cortante: “es la cosa más estúpida que jamás escuché”. Si uno lo interroga sobre esa manía, Bill la relativiza explicando que emplea ese tipo de frases muchas veces al día. Él afirma que los empleados de Microsoft son generosamente recompensados por su ahínco: más de tres mil de ellos serán actualmente millonarios en acciones. ¿Quién no soportarías un par de insultos cuando la zanahoria es así de voluminosa?

La leyenda dice que el capitán estará en calma el día que lleve a su esposa. Nunca lo ha hecho. Es todo de tal manera que ahora regresa a casa más frecuentemente a las veintitrés horas que a la una de la mañana. Eso no es problema para Melinda, una tejana buena consigo misma acostumbrada a tal actividad frenética. Por lo menos el matrimonio le calmaría sus ardores seductores. “De ahora en adelante no molesto en preguntarme con quién pasaré mi tiempo libre” ironiza el macho pragmático que, para el resto, erige un muro inquebrantable sobre su vida privada. Algo remarcable es que él seguía creyendo que era bueno pedirle consejo a una ex-novia Ann Winblad, una intelectual brillante, ¡todo antes de casarse con quien se volvió su esposa!

Desde el inicio de los años 90 el gigante del software ha estado en la mira del Ministerio de Justicia, que en base a sus investigaciones parece estimar que el ascenso de Microsoft al poder no habría sido efectuado de manera justa. En 1995, la administración de Clinton prefirió llegar a un compromiso, puede ser que por el temor de la capacidad de problemas del potentado de Seattle (algunos suponen que las amistades políticas habrían jugado un papel). No fue hasta octubre de 1997 que Janet Reno, Ministra de Justicia, lanzó un ataque frontal.

En verdad existe una cara oculta de la luna. En la medida en que Gates tiene una admiración abierta por grandes personalidades de la historia – Leonardo da Vinci, Roosevelt, Édison, y también Napoleón – la prensa no se priva de atribuirle intenciones hegemónicas. Considerando los medios financieros que posee para sus operaciones de prestigio, la armada de Redmond lanza un espectáculo colosal, y no siempre del mejor gusto. El poder financiero de Microsoft es tal que puede permitirse invertir 250 millones de dólares para lanzar Windows 95 – una suma comparable a la que reporta Los Hombres de Negro, el éxito cinematográfico de 1997. Por otra parte, en el seno de un personal de más de veintidós mil individuos se encuentran fatalmente algunos reclutas altaneros que llegaron después de lo esencial de la batalla y que están muy felices de llevar puesta la armadura del soldado victorioso haber hecho esfuerzo alguno.

El Tiranosaurio Gates frecuentemente ha tomado acciones a manera de eliminar sin piedad a sus competidores. ¿Una ley de la jungla inherente en el mundo de los negocios? Puede ser solo si esa área juega con dados amañados, porque los competidores están obligados a recurrir a Microsoft para obtener la información necesaria para la escritura de su propio software. Esta situación remonta a 1981, época en la que IBM decidió de equipar sus PC con el sistema de explotación MS-DOS de Microsoft.

Al definir el software base de las PC (MS-DOS y Windows), Microsoft tiene la capacidad de cambiar las reglas del juego y de complicar la partida para sus competidores. Estos deben trabajar a veces con mucho más empeño del necesario para mantenerse en la competencia.

Al inicio de los años 90, WordPerfect o Lotus eran todavía el nº1 mundial en su sector. Ahora, los presidentes de estas dos compañías no cesaron en esa época de comunicar su miedo por los avances de Microsoft, explicando que el combate se había vuelto desigual y que su supervivencia estaba amenazada. Habían previsto todo correctamente... Si uno recuerda a sus antiguos competidores, Gates tenía una buena posición para remarcar que Microsoft tomó riesgos enormes al escoger la ruta de la innovación, mientras que los otros editores prefirieron tener una perspectiva más conservadora. No estaba totalmente incorrecto.

La situación es sin embargo radicalmente diferente a la del inicio del año 2000 si se toma en cuenta el enorme tamaño que ha conseguido el nº1 del software. Su sistema de explotación, Windows, está instalado en más del 90% de los ordenadores del planeta. Gates no puede ignorar el hecho que de ahora en adelante Microsoft puede reducir a migajas a los pequeños editores. ¿La receta? Ofrecer gratuitamente con Windows un software cuya venta sea crucial para su competencia.

Imaginemos una gran superficie que ve a sus costados la apertura de una pequeña confitería que ofrece chocolates de calidad superior. Para deshacerse de esa molestia, esta podría decidir distribuir gratuitamente por cierto tiempo esta comodidad a todos sus clientes. El tiempo suficiente para llevar al pequeño comerciante a la banca rota... ¿Se podrá entonces hablar de abuso de la posición dominante?

Al inicio de los años 90, la compañía Stac logró tener un lugar bajo el sol al vender un software de compresión de información, Stacker. La popularidad de este producto era suficiente para que Stac procediera a entrar en la Bolsa en mayo de 1992.

Seducida por Stacker, Microsoft se puso en contacto con Stac con el fin de adquirir la licencia del software. Las negociaciones se frenaron sin que ninguna de las dos partes llegara a un acuerdo. Microsoft finalmente abandonó el objetivo de adquirir Stacker y anunció que la próxima versión de su sistema MS-DOS incluiría un programa de compresión desarrollado internamente.

Poco después de ese anuncio, las acciones de Stac vieron el inicio de una caída libre, a tal punto de que sus accionarios intentaron un remedio colectivo en justicia. En el periodo de un año, los ingresos de Stac se redujeron a la mitad.

La pequeña compañía californiana llevó el asunto frente a los tribunales acusando a Microsoft de haberse aprovechado de las negociaciones para estudiar el “código” programado por Stac y tomar de él inspiración. El juicio llevado a cabo el 23 de febrero de 1994 decretó que Microsoft debía pagar 120 millones de dolares en daños e intereses. En vez de apelar, el gigante negoció un acuerdo amigable después del cual Microsoft adquirió la licencia de las tecnologías desarrolladas por Stac – por la suma de 83 millones de dolares.

Microsoft sostiene que, al integrar el software en su sistema de explotación (antes MS-DOS, ahora Windows), ellos satisfacían de mejor manera al consumidor. Esta actitud además incitó a que The Economist comparara a Gates a un “dictador benevolente que le da al pueblo lo que el pueblo quiere”. Cabe decir que la bulimia de compras del número uno es causa de una situación fastidiosa. Cuando un creador desarrolla un software de interés, este se encuentra con frecuencia frente a un dilema. O acepta ser comprado por Microsoft, o corre el riesgo de ver al gigante desarrollar (o adquirir) un producto similar y ser destruido de ser necesario con la venta de ese nuevo producto.

Tal escenario de encierro amenazó con surgir cuando apareció Netscape Corp. Esta compañía californiana encontró un lugar bajo el sol al difundir desde 1994 un software que permitía “surfear” en la Web de manera amigable. El Netscape Navigator se volvió por la fuerza el software favorito de los internautas.

Microsoft contraatacó con la comprar de un software competencia, Spyglass, y su rebautización a Internet Explorer. El editor prontamente consideró buena idea integrar directamente Internet Explorer en Windows. Tal decisión firmó la muerte pura y simple de Netscape a más o menos largo plazo.

Fue en la ocasión de este asunto que el tono se vio llegar al nivel del Ministerio de Justicia. Janet Reno, respaldado por numerosos procuradores de los estados unidos americanos, pareció haber decidido que esa vez el editor de Seattle no se saldría con la suya. Como seña de la ira gubernamental, la compañía Microsoft se vio también amenazada por la multa de un millón de dolares si persistía con su decisión de integrar su navegador, Internet Explorer, en Windows.

La actitud presuntuosa de ciertos ejecutivos, especialmente Steve Ballmer, número 2 de la compañía, o William Neukom, responsable de los servicios jurídicos, contribuyó sin duda a estimular la irritación gubernamental. Ciertas declaraciones arrogantes hacen pensar que ellos pudieron entretener el sentimiento de que, con el poder logrado, Microsoft se había vuelto intocable.

Los miembros de la división anti-trust, por su parte, vieron la acumulación de testimonios que afirmaban un abuso de posición dominante. Y resultaría de igual manera que ciertos editores o constructores no se hubieran osado a aportar una fianza a los investigadores del Ministerio de Justicia por miedo a potenciales represalias.

El tiempo de una regulación gubernamental se había vuelto entonces necesaria para asegurar una vuelta al equilibrio de las fuerzas en presencia, y se desea que el gobierno estadounidense sea más combativo en 1998 que lo que ha sido hasta entonces.

Frente a tales ataques que supone que son organizados por sus oponentes, Gates muestra una actitud estoica con la creencia de que ese es el precio de un éxito extraordinario, ¡un éxito que constituiría en sí mismo una respuesta fabulosa a ese inmenso escándalo!

Sin embargo, el alcance de la protesta a tomado una dimensión que sobrepasa largamente el simple cuadro ejecutivo del software y de la tecnología. Las acusaciones proclamadas en noviembre de 1997 por Ralph Nader, abogado y celebre defensor de los consumidores, podría tener un largo alcance en cuanto a que son lanzados por una personalidad que realmente no tiene ningún interés personal en la balanza.

Con el alcance de tal controversia Microsoft atraviesa una etapa crucial de su historia. No es imposible que Gates llegue a la conclusión de que ha llegado la hora de adoptar una humildad más grande a nivel global. De lo contrario, la empresa estrella del fin del siglo veinte podría experimentar un tropiezo verdadero.

Incluso si Microsoft obtuvo su éxito de una manera relativamente legítima (“nunca hemos forzado a nadie para que compre nuestros productos” le gusta decir a Gates), es totalmente justo que las compañías más pequeñas como Netscape busquen hoy el apoyo de entidades exteriores como el Ministerio de Justicia o el movimiento de Ralph Nader para asegurar su supervivencia.

Netscape tiene le mismo derecho que tiene Microsoft para usar todas las armas posibles e imaginables para asegurar su perennidad. De manera general, los competidores de Microsoft hacen bien al intentar sobrevivir como sea posible, incluso si esto significa unir fuerzas e involucrar al gobierno. Cada participante en la arena del software tiene una misma aspiración legítima a persistir.

La estrangulación de una empresa en un sector puede dar lugar a los intentos de comportamientos parciales. Así, Disney, inquieto por el ascenso de los estudios de animación competidores tales como Dreamworks, Fox y Warner, se negó a difundir los spots de promoción de la caricatura Anastasia de Fox en la cadena de televisión que controlan: ABC.

Nadie ganaría al tener solo un jugador a cargo de lo esencial de la actividad del software. Los usuarios tienen un interés global a que puedan existir, con regularidad, compañías pequeñas capaces de acelerar la historia en materia de la micro-informática mediante su capacidad de innovación.

En el fondo, si Bill tiene un defecto, este es su obsesión a querer ser constantemente el mejor en todo. Parece detestar encontrarse en una posición de inferioridad aunque fuese por tan solo unos segundos. En una cena informal en París, me di la libertad de decirle en un tono de broma “¡Cómo! ¿No hablas francés? ¡Yo puedo hablar francés desde que tenía tres años!” Gates me respondió entonces de manera cortante “¡Sí, pero a los veinte años no creaste tu propia compañía!”. No había ningún trazo de humor en su respuesta. No apreciaba en lo más mínimo el simplemente estar un poco desestabilizado. Pero nadie es perfecto y el adagio vale también para el superdotado del software. Está tan persuadido de tener la visión correcta que inevitablemente llega a querer imponer sus propias soluciones. Si uno extrapola tal actitud en la escalera de la civilización de la información, uno puede aprender a medir su apetito de poder. Los debates del Internet no hacen falta para aumentar el miedo de un futuro digno de Orwell en el que encontraremos a Microsoft en todos los objetos de la vida cotidiana: en la televisión, en el ascensor, en el automóvil, en las agendas electrónicas... Solo los marcianos lograrán escapar. ¿Pero por cuanto tiempo?

Por suerte, la visión global entretenida por Gates es humanista, incluso si esta toma la forma de una guerra cruel en el plano comercial. El Big Brother parece no ser parte del gran plan. Y si consideramos todo, como un líder es totalmente necesario en toda empresa humana, debemos constatar que el mérito personal de Bill es superior al de muchos otros actores del micro-cosmos de lo cyber. Él posee cualidades de visión y de catálisis, cosas que a veces hacen falta en los que quieren subir al podio, y sin embargo no comparte el mismo destacamento frente a frente con el éxito.

Por otra parte, existe una palabra que Bill repute en voz alta con frecuencia en el azar de sus conversaciones: “fun”, lo que se puede traducir a placer lúdico. Bill no trabaja, él no conquista los mercados, él se divierte, y las mañanas son demasiado cortas para este personaje en ebullición perpetua.

No lo pierda de vista: él ya está lejos, muy lejos...