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- ¿Usted cree que es un genio?
- Sí, si existe uno, ¡en definitiva soy yo! La gente como yo toman consciencia de su genialidad desde que tienen ocho o diez años... Siempre me pregunto por qué razón la gente no se daba cuenta de quién era yo. ¿Acaso en la escuela no podían ver que yo era más inteligente que todos los demás? ¿Que los profesores eran estúpidos? Que tentaban de transmitirme toda una pila de información que nunca iba a necesitar. Yo era diferente. Siempre fui diferente. ¿Cómo es que nunca nadie lo ha notado?
Al expresarse así, John Lennon[1] intentaba explicarle a un periodista de Rolling Stone lo fastidiosa que es la infancia de los superdotados. Se conoce a la sociedad por facilitar la existencia de aquellos que se conforman a un molde previsible, lo cual llamamos normalidad. Algunos se apartan del esquema oficial por rebelión, incapacidad a introducirse en la cuadrícula establecida, o por juego. Aquellos que son más dotados que la norma viven una situación diferente: están condenados a mezclarse con seres menos sutiles dotados con el poder de dirigir sus actos. Atraviesan el periodo de la juventud con un sentimiento de desajuste permanente y un deseo de crecer lo más rápido posible con el fin de poder finalmente actuar como les plazca y demostrar de lo que son capaces. En la espera sufren permanentemente por la lentitud de sus alrededores...
William Henry III Gates – es decir, Bill Gates – pertenece a esta especie particular. De adolescente parecía un niño extraño, meditativo, y fuertemente autodeterminado. Brilla por su desempeño escolar y muestra tener una formidable agudeza desde que un problema es captado por su intelecto. Bill es usualmente el primer lugar en las clasificaciones generales. Su profesor de ciencias, William S. Dougall, se divierte con la impaciencia del angelito: cuando un profesor no va a su gusto lo suficientemente rápido, él adopta una mueca de resignación y parece estar perpetuamente al borde de gritar: “¡Pero si es evidente!”. Ana Stephens, su profesora de inglés, se muestra sorprendida por su remarcable memoria: si participa en una obra de teatro, Gates es capaz de memorizas un monólogo de tres páginas con tan solo leerlo una vez. Con sed de conocimiento lee la edición integral de la Enciclopedia del Mundo (World Book Encyclopedia) y devora las biografías de hombres célebres o de grandes inventores. Él aprecia las novelas de ciencia ficción de Edgar Rice Burroughs y de Isaac Asimov, las tiras cómicas de Tarzán y las historias de marcianos. La densidad intelectual de Bill no favorece siempre las relaciones con sus compañeros de escuela a veces intimidados por su palabrería incomprensible. Afortunadamente compensa esa inclinación mediante un placer real de participar en los deportes como el tenis o el esquí acuático.
La familia Gates cuenta con tres retoños. Kristiane nació en enero de 1954, Bill el 28 de octubre de 1955. Libby no llegaría sino hasta una decena de años más tarde en junio de 1964. De acuerdo a una tradición común en los Estados Unidos, Bill lleva el mismo nombre que su padre y su abuelo: William Henry. Sin embargo, cómo a su padre le decían Junior, Bill fue bautizado como William Henry Gates III – el tercero en llevar ese nombre. Los primero años del prodigio se desenvuelven de una manera pacífica en el seno de un ambiente placentero. William Henry Junior y su esposa Mary pertenecen a la alta burguesía de Seattle. La capital del estado de Washington es una ciudad moderna que contiene numerosas empresas de la industria aeronáutica, entre las cuales se encuentra la compañía Boeing. El último piso del restaurante Space Needle efectúa una lenta revolución continua que muestra el Lago de Washington, el cual atraviesa la ciudad rodeada por las Montañas Olympic y cascadas. Situado al borde del Océano Pacífico y en la frontera de Canadá, el Estado de Washington ofrece una afortunada combinación de elementos naturales: parques, bosques, montañas y una gran salida al océano.
El padre de Bill es abogado y goza de una reputación de integridad. Mary, profesora de escuela, abandonó su carrera después del nacimiento de su niño para consagrarse a la educación de sus hijos. Su desbordante energía la hace participar en la vida comunitaria. Bill la acompaña en sus desplazamientos y asiste pacientemente a las conferencias que ella da sobre la historia y la cultura de la región. Mary aporta sus competencias a diversas obras de caridad tales como la United Way International, en la que ella es miembro del consejo administrativo. Los Gates, protestantes adeptos de una rama conocida como los Congregacionalistas, llevan a sus niños a la iglesia los domingos. Bill canta en el coro y es parte de los exploradores, pero no manifiesta ningún interés particular por estas actividades. Cuando William Henry y Mary escogieron un liseo para sus hijos, optaron por la escuela privada de Lakeside, con buena reputación por su rigor en la educación. A lo largo del verano de 1968, el director de la honorable institución tomaría una decisión determinante sobre la evolución del superdotado, ávido de poner a prueba sus capacidades de razonamiento fuera de lo común.