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"Miles de personas sueñan con un ordenador que pueda ser usado en casa” explica Ed Roberts a Les Solomon, redactor en jefe del periódico Popular Electronics. Roberts sabe de que habla: cuando era estudiante, él mismo hacía no importa qué para disponer de una calculadora. Presenta que en 1974 la demanda evolucionó: las pasiones de la electrónica, a través de la correspondencia que envían a las revistas, parece esperar impacientemente la aparición de ordenadores de talla pequeña.
Les Solomon comparte la opinión de Ed Roberts. Desde varios meses atrás, Popular Electronics recibe proposiciones de compañías o individuos que pretenden haber inventado tal máquina. Ninguna parece se lo buscado. El proyecto que preparan Roberts y Solomon es más concreto: a partir del nuevo microprocesador de Intel, el 8080, la compañía de Roberts va a concebir un micro-ordenador que Popular Electronics propondrá a sus lectores. Solomon está en búsqueda de un golpe mediático y espera mostrar la máquina en la cubierta de la edición de enero de 1975.
Roberts toma esa oportunidad que cayó del cielo. La compañía MITS que fundó en 1968 está al borde de la banca rota. Antiguo oficial formado en la electrónica por la escuela de la Fuerza Aérea, Roberts arrancó con la MITS en un garaje de Albuquerque al medio de las arenas desérticas de Nuevo México. Dos años más tarde, su compañía florece: esta fabrica calculadoras electrónicas, producto por el que se tiene una gran demanda. Pero a partir de 1973, la Texas Instruments, que se contenta con solo vender los componentes necesarios para la construcción de calculadoras, empieza ella misma a producir calculadoras e inunda el mercado con modelos que terminan tumbando los precios. Incapaz de resistir a tal concurrencia, la MITS se hunde y declara un déficit bancario de 365,000 dólares.
Durante sus vacaciones en Albuquerque, Les Solomon conoce a Roberts y se enamora de este personaje igual de fantástico que él mismo. En cuanto al acuerdo llegado con Popular Electronics, los técnicos de la MITS se emprenden en la concepción de un ordenador que bautizan como Altair. Roberts negocia con Intel con el fin de obtener algunos 8080 a precio más bajo del normal, por 75 dólares.
El número de Popular Electronics del mes de enero sale hacia mediados de diciembre con un título impactante: “UN MICRO-ORDENADOR QUE UNO MISMO CONSTRUYE”. Al interior de la revista, un artículo describe la estructura del Altair y explica como montarlo. Viene incluida una forma para ordenarlo dirigido a la MITS. El precio de venta es increíblemente bajo: la máquina cuesta solo 397 dólares. El artículo de Popular Electronics excede las expectativas y desata una reacción inmediata. Hasta ese entonces, la única manera de acercarse a un ordenador era a través de un servicio informático que distribuía tiempo de máquina a cuentagotas o que rentaba costosas horas de ordenador. Los apasionados por la programación estaban obligados a restringirse y soñaban con el día en el que podrían tener su propio micro-ordenador en casa. La máquina de la MITS cristaliza ese entusiasmo y llega como un detonador para los miles de adeptos de la informática con la llama encendida desde mucho tiempo atrás.
Sin embargo, el Altair está lejos de ser perfecto y no se parece ni de cerca ni de lejos a un producto de consumo masivo. Está dirigido exclusivamente a un público apasionado – aquellos a los que llamaron “hobbyistas”. El comprador de un Altair debe armarse de un soldador y de paciencia. Debe montar la extraña máquina ensamblando las piezas una a una con cuidado, una operación que puede durar varias decenas de horas. Luego aparece a la vista como una caja de metal sin teclado ni pantalla. En el interior de la caja se encuentra una alimentación y dos tarjetas. La primera consta del microprocesador 8080 de Intel, la segunda provee 256 octetos[7] de memoria. Una vez se ha terminado el montaje, otra decepción espera al hobbyista: la manipulación del ordenador es compleja y su uso está reservado para expertos de la informática. Para introducir datos en la máquina, se debe manipular un ensamble de conmutadores situados sobre el panel frontal. Las instrucciones son programadas en lenguaje de máquina – sucesiones de 0 y 1 – lo cual requiere un nivel técnico avanzado y una gran destreza: el menor error obliga a volver a empezar desde el inicio. El Altair comunica el resultado de sus cálculos haciendo parpadear luces. Una vez se apaga la máquina, el programa pacientemente introducido se pierde: la memoria del ordenador no conserva la información. Para coronar todo, los primeros modelos son usualmente poco fiables.
Una mañana de diciembre, cuando la temperatura es glacial en Boston, Paul Allen nota con estupefacción la cubierta de Popular Electronics. Él compra la edición y pasa las páginas hasta el artículo “Construya el ordenador Altair”. Este trata de un ordenador que uno mismo monta y que hace competencia a los modelos profesionales. El shock es grande. Allen corre a buscar a Bill por la Harvard Square para anunciarle la increíble noticia. Eso que tanto habían esperado había llegado: ¡un micro-ordenador está disponible! Cuando finalmente logra encontrar a su amigo, Paul agita frenéticamente la cubierta de Popular Electronics frente a los ojos de sorprendidos de Bill. “El tren está en marcha” explica Allen. “Si no nos subimos, puede que nunca vuelva a pasar.” Para Bill, que tenía entonces la edad de diecinueve años, la aparición del Altair es como un chasquido. No hay duda que la revolución está ocurriendo sin que ellos estén en primera línea. Instantáneamente se da cuenta que pretende dedicar su vida a la micro-informática. Por el momento, Gates y Allen deciden que van a desarrollar el primer kit de BASIC del ordenador.
En Albuquerque, Ed Roberts observa estupefacto las centenas de cartas que llegan cotidianamente con un cheque de orden. En tan solo unas semanas la situaci’on precaria de la MITS se endereza milagrosamente> su cuenta bancaria vuelve a ser positiva y contiene 250,000 de dólares. Roberts prevé un porvenir tranquilo y, pasado el efecto sorpresa, comienza a buscar un lenguaje de programación para el Altair. Solo algunos raros apasionados pueden trabajar con los conmutadores de la máquina para intentar programarla. La presencia de un BASIC sería ideal. Los desarrolladores estarían rápidamente en posición de proponer software para el Altair: juegos, gestión, etc. Los representantes de Intel le aseguraron a Ed que el chip 8080 no es lo suficientemente poderoso para ejecutar un lenguaje como BASIC. Pero el presidente de la MITS está a la escucha de toda posibilidad.
Un poco antes de nuevo año, Roberts recibe una llamada de dos individuos que se presentan como los representantes de la compañía Traf-O-Data de Seattle. Bill Gates, con el miedo de pasar como un amateur, finge disponer un producto listo: “Tenemos un BASIC para el 8080. ¿Será que le podría interesar?” Ed Roberts, quien recibió ya muchas llamadas del mismo tipo, desconfía un poco. Él responde de manera ruda: “Estoy evidentemente interesado. ¿Cuándo puede venir a hacer una demostración?” Como respuesta, Gates le indica que lo contactarán nuevamente muy pronto. Robert no le da ningún valor particular a esa llamada que juzga como absurda. Sin embargo, el 2 de enero de 1975 él recibe una carta en papel con membrete de Traf-O-Data. La compañía de Seattle pretende de nuevo estar en posición de venderle un BASIC: “Disponemos de un BASIC que funciona en los ordenadores 8080. Estamos interesados en venderle copias de este software a hobbyistas para su intermediario. Serán suministradas en forma de casetes o de disquetes para los micro-ordenadores Altair. Proyectamos pedir 0.5 dólares por copia, lo cuál les permitiría a ustedes venderlo a entre 0.75 y 1 dólar. Si la oferta le interesa, no dude en contactarnos.” La curiosidad de Ed Roberts fue despertada. Descuelga su teléfono y marca el número indicado en el papel con membrete de Traf-O-Data. La llamada cae en una pensión de Seattle. Del otro lado no hay ninguna persona que podría decirle algo sobre el producto BASIC. ¿Será la oferta de los dos excéntricos una simple broma?
Pero Bill y Paul toman el asunto con mucha seriedad. Están determinados a realizar lo más rápido posible el BASIC de Altair, incluso si no disponen de ese micro-ordenador. Para llevar a cabo la operación, deciden reiterar un procedimiento que funcionó con Traf-O-Data: el comportamiento del microprocesador de Altair va a simularse en el PDP-10 del laboratorio de cálculo de Harvard. Los dos jóvenes van a una tienda de electrónica y adquieren un manual en detalle del funcionamiento del 8080 escrito por David Osborne, experto en la materia. El libro y el artículo de Popular Electronics constituyen las únicas obras de referencia. Despues de haber estudiado en detalle las especificaciones del 8080, Paul comienza a programar el ordenador de la Digital Equipment Corporation con el fin de que simule el funcionamiento del chip de Intel. Desarrolla de igual manera un Ensamblador[8] destinado a la programación del chip. Mientras tanto, Gates redacta las notas de concepción para el lenguaje – ninguna norma está oficialmente definida para el BASIC – luego empieza su escritura. Se encuentra confrontado con un terrible desafío. El Altair posee una memoria minúscula: 4 Ko, el equivalente de 4,096 caracteres[9]. Teniendo en vista que el BASIC que realiza va a soportar programas, Bill debe hacerlo funcionar con menos de 4 Ko.
Hacia el fin de enero, Robert recibe una nueva seña de vida de los representantes de Traf-O-Data. Los dos amigos nunca han visto un 8080 cuando llaman de nuevo a Ed Roberts para acordar una demostración del BASIC. Roberts los convoca a llegar para presentarles su producto en la MITS en Albuquerque. Bill Gates traga saliva y responde que podrá llegar... en menos de tres semanas. Roberts les aconseja no perder tiempo, afirmando que otras compañías trabajan en la realización de un BASIC para el Altair. La noticia activa un sentimiento de urgencia en los programadores. Un problema debe ser resuelto: no es realista introducir las miles de líneas del lenguaje manipulando los conmutadores del Altair. Gates y Allen llaman a la MITS para preguntarle a un técnico de servicio si se ha previsto la fabricación de un teclado para la máquina. Este responde con un negativo, indicando sin embargo que la cuestión le parece interesante. Se encuentra una solución: el código del BASIC será registrado en una banda de papel perforada, a la imagen del proceso usado en la época de Traf-O-Data.
El perfeccionamiento del lenguaje dura cuatro semanas durante las cuales Bill, abandonando las sesiones de póquer, trabaja día y noche fuera de las horas de clase en su pequeña habitación de estudiante y en la sala de máquinas del laboratorio de cálculo de Harvard. Bill y Paul llegan incluso a caer frente a las pantallas del PDP-10 cuando el sueño los vencía. Allen se da cuenta que su compadre está dotado de una energía inagotable: desde que Bill se despierta, este es capaz de volver a arrancar inmediatamente en el punto exacto en el que se quedó. En contraste, Paul se reintegra más lentamente en el mundo real: necesita por lo menos una hora para levantarse y ponerse a trabajar. No es raro que por la mañana el profesor de matemáticas encuentra a Gates dormido encima de una mesa; se pregunta entonces sobre las posibilidades de que este nunca se integre en la sociedad.
La noche precedente al encuentro, Allen se desploma de fatiga alrededor de la media noche. Gates trabaja hasta las seis de la mañana, después levanta a su compañero y le da la banda perforada. Esta contiene ocho mil líneas de código escrito en lenguaje de máquina 8080. Paul se da prisa al aeropuerto de Logan en Boston y logra llegar in extremis al avión que partía a Nuevo México. En pleno vuelo, un pensamiento sombrío atraviesa de repente su interior: se da cuenta que olvidaron realizar una pequeña parte de software esencial para dirigir al Altair a cargar al BASIC en su memoria. Sin pensarlo, Paul comienza a escribir este programa mientras que el avión da inicio a su descenso en Albuquerque.
En el aeropuerto, Paul tiene un sentimiento agudo de “dépaysement”. En esta ciudad bañada por el sol, los habitantes están vestidos con ropas ligeras y portan sombreros de cow-boys. Un hombre de unos cuarenta años vestido de manera informal llega al volante de una camioneta y se presenta: “Soy Ed Roberts. Los llevaré a nuestro laboratorio de desarrollo”. Durante el trayecto, Allen espera por ser llevado a los altos vecindarios de Albuquerque: una compañía que tuvo su ordenador cubierto por Popilar Electronics está con seguridad ubicada en el seno de lujosas premisas. Roberts parquea finalmente su camioneta cerca de un centro comercial y Allen nota las siglas MITS: una pequeña tienda situada entre una lavandería automática y un salón de masajes. Ellos entran en el laboratorio de desarrollo y Paul ve por primera vez un Altair totalmente ensamblado. “¡Este es nuestro ordenador!” exclama Roberts. Paul le propone efectuar inmediatamente la demostración del BASIC. “No hay apuro. Lo probaremos mañana en la mañana” responde Ed. El presidente de MITS lleva a su invitado a uno de los hoteles menos caros de la ciudad. Allen, avergonzado, le dice que no dispone del dinero suficiente para pagar una habitación, y le pide prestado unos cientos de dólares a Roberts. Le llama a Bill, quien está en Cambridge y espera ansiosamente el veredicto. El autor del BASIC no oculta su inquietud. ¿Cómo saber si el programa funciona en verdad y si no tiene bugs? ¿Era perfecto el simulador realizado por Paul? ¿Está seguro del programa de carga que escribió en el avión? Un solo error tendría como consecuencia que el BASIC no funcione. Una mala interpretación del libro sobre el 8080, la menor imperfección del simulador desarrollado por Paul, e incluso un simple error en el libro de Osborne, serían de igual manera fatales. “Todo irá bien” responde contento el visitante de Albuquerque sin él mismo creérselo del todo.
Llega el momento crítico. En la oficina de Robert, Paul Allen introduce la banda perforada en el lector que está conectado al ordenador. Los minutos pasan inexorablemente mientras que lentamente los datos son cargados en la memoria del Altair. Roberts tiene un aire escéptico. De repente, la caja metálica con diodos luminosos reacciona: esta imprime la palabra LISTO sobre la banda. El Altair indica con eso que está listo para recibir un programa escrito en BASIC... “¡Funciona!” exclama Roberts. Paul está incluso más atónito que el director del MITS. Un sentimiento de alivio lo invade.
Solo falta probar que el BASIC de Traf-O-Data funciona realmente. En la segunda etapa, Allen introduce un primer programa, tomado de un libro de programación, que simula el aterrizaje de una nave espacial en la Luna. El BASIC funciona sin problemas. Roberts, verdaderamente impresionado, declara que las negociaciones pueden comenzar inmediatamente: está listo para poner una orden. Paul Allen se precipita antes que nada al teléfono para informarle al autor del lenguaje que todo salió bien. Gates estalla de felicidad.
El Altair desencadena una verdadera revolución. Toda una población de amateurs que siempre habían soñado con poseer un ordenador personal ordenan a ciegas un producto casi inútil. Para entretener de mejor manera su pasión, estos forman espontáneamente clubs por todo el territorio de los Estados Unidos. El más célebre de ellos, el Homebrew Computer Club, es fundado en marzo en Menlo Park en California. Un hobbyista con pelo particularmente largo es la sensación: Steve Dompier acaba de encontrar una función para el Altair. Habiendo descubierto que el micro-ordenador produce una interferencia sobre un poste de radio situado a la proximidad, Dompier desarrolló un programa que permite que la máquina reproduzca Fool on the Hill de los Beatles. Durante una reunión del Homebrew Computer Club, él introduce con calma cada línea de su programa manipulando los conmutadores y hace que que el Altair reproduzca la canción frente a una audiencia boquiabierta. Dompier no se detiene allí: explica de paso que fue a la MITS, que la compañía recibió cuatro mil cheques y que no puede abastecer todas las ordenes. Los hobbyistas emocionados no entienden más que una cosas: ¡el Altair atrajo ya a cuatro mil individuos! Una revolución está en marcha y de allí en adelante nadie la podrá detener.