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Los años 80 vieron numerosos empresarios que aveces no habían siquiera llegado a los treinta años y eran ya miembros del club de millonarios en dólares. La clave de tal enriquecimiento se encuentra en un evento preciso: la entrada a la Bolsa efectuada con inteligencia.
El fin de los años 70 favoreció el surgimiento de una nueva raza de inversores: los venture capitalists. Hombres de negocios reconvertidos, expertos financieros atraídos por las ganancias sustanciales que resultan de un posición juiciosa, ellos intentan combinar varias aptitudes: una perspicacia que les permite detectar tecnologías que prometen tener un éxito mayor, un conocimiento de mecanismo de empresas que les permite poder intervenir activamente en la gestión y sugerir la contratación de ejecutivos veteranos y en fin la maestría del paso al mercado público. Por definición, el venture capitalist busca hacer una ganancia y retirarse frecuentemente de un negocio desde que se puede presidir con la entrada a la Bolsa. Estos pueden así convertir en líquido las partes que adquirieron cuando la empresa estaba en formación y, en el mejor de los casos, multiplicar por diez o más su inversión inicial. Además, los fundadores mismos vena su fortuna crecer de manera exponencial.
Apple efectuó su entrada en la Bolsa en diciembre de 1980. De un día para el otro, Steve Jobs se volvió inmediatamente poseedor de una suma que se eleva a los 256.4 millones de dólares, mientras que Steve Wozniak recolectó 135.6 millones.
Cuando Ashton-Tate efectuó su entrada al mercado público en agosto de 1983, sus fundadores George Tate y Al Lashlee vieron a su fortuna personal elevarse hasta aproximadamente 50 millones de dólares. En octubre del mismo año, Lotus hizo lo mismo, llevando a Mitch Kapor a gozar de una fortuna de 104 millones de dólares. Ben Rosen, uno de los ventiure capitalists implicados en el financiamiento de la compañía, ve su inversión de 2.1 millones convertirse en 70 millones. Rosen tuvo la mano particularmente más afortunada: algunos meses más tarde, la instauración de Compaq en Wall Street opera la misma transmutación, los 2.5 millones que comienzan la aventura generan un desdoble de 32 veces más que lo importado.
En 1986, Microsoft es una de las raras compañía mayores de la micro-informática que todavía no había pasado por ese ritual. Es cierto que, a diferencia de Apple, Compaq, Ashton-Tate o Lotus, esta no soporta ninguna presión de parte de venture capitalists ávidos de ver sus aportes dar frutos a gran escala. Esta se desarrolló esencialmente a partir de sus fondos propios, y el solo inversor exterior – David F. Marquardt – no poseía más que 6.2% de la compañía. Financieramente, la compañía goza de buena salud: esta obtiene un beneficio correspondiente a 34% del volumen de negocios y no tiene necesidad alguna de fondos externos. Sin embargo, para contratar ejecutivos y trabajadores de talento, la compañía de Bellavista les ofrece, en lugar de un salario atractivo, “stock options”, es decir opciones preferenciales de las partes de la compañía. Los recién reclutados reservan una cantidad de partes que pueden comprar a un precio mínimo – el cual se sitúa inicialmente alrededor del valor irrisorio de 1 dólar. Adicionalmente, para que el empleado pueda adquirir un número atractivo de acciones, Microsoft le presta el dinero necesario. De esa manera, Steve Ballmer toma prestado de la compañía quinientos mil dólares y se encuentra en posesión de 1.7 millones de acciones. Un gran número de ejecutivos se encuentran en situaciones de ganancias potenciales. Jon Shirley posee cuatrocientos mil acciones y Charles Simonyi un poco más de trescientos mil. Sin embargo, sus posesiones se mantienen siendo virtuales por un tiempo tan largo que Microsoft no es codiciado en el mercado público.
Jon Shirley y David Marquardt incitaron varias veces a Gates a seguir el ejemplo de Apple, Compaq y Lotus. Pero, a pesar del hecho que poseía más de más del 49% de las partes de su compañía – 11 millones doscientos mil acciones – Bill manifiesta un desinterés profundo por tal eventualidad e intenta detener lo más posible ese evento trabajoso. Mitch Kapor, presidente de Lotus, le explicó las formalidades relacionadas a esa operación en un día de poca alegría. Los yuppies que pavonean en Wall Street pertenecen a otra cultura: estos esencialmente tienen un interés único por los billetes verdes y, por eso, solo suscitan desdén entre los apasionados por los software.
El Securities Exchange Act decretado en 1934 requiere que una compañía se registre ante la Security and Exchange Commission (SEC)[50] desde el momento en que haya distribuido partes a quinientos empleados o más. Esta se vuelve entonces por la fuerza una compañía cotizada en el mercado público. Tal entrada forzada es raramente deseable, pues no se tiene control sobre ello. Si esta se produce en un momento en que la compañía sufre temporalmente de un crecimiento lento o la amenaza de una competencia, esta se puede encontrar grandemente infravalorada. Con el transcurso del tiempo, Microsoft iría llegando al umbral de los quinientos empleados poseedores de partes para finales de 1986. Bill Gates sabía entonces que debía realizar tarde o temprano la entrada a la Bolsa y se decide por tal eventualidad en abril de 1985.
No obstante, el periodo no parece ser ideal para el editor del MS-DOS. Microsoft se encuentra en la víspera de tres eventos mayores. La hoja de cálculo Excel para Macintosh está a punto de ser anunciada. Para el PC, Windows ve su fecha de salida prolongarse indefinidamente sin que sea posible ver la luz al final del túnel. Finalmente, IBM concluiría un nuevo contrato relacionado a la escritura de un DOS Avanzado para el PC[51]. Es crucial asegurarse del éxito de los tres puntos mencionados: el nombre de Microsoft se presentaría bajo datos productores de alegría antes los ojos de los inversores. A falta de tal condición previa, los especialistas financieros no faltarían para atacar a la compañía debido a esos puntos. Otro asunto preocupa a Bill. Él logró evitar un redoblamiento demasiado grande de personal, a diferencia de la mayor partes de los otros editores de software. En la eventualidad de la entrada a la Bolsa, ciertos personajes claves podrían estar tentados a dejar la compañía después de vender sus partes en el momento oportuno. Él decide entonces hacer una pequeña encuesta y condiciona su acuerdo final según los resultados.
El 28 de octubre, para celebrar los treinta años de Bill, una fiesta en patines es organizada en la zona de stocks de Microsoft. Una centena de empleados presente para la ocasión observan con estupor las proezas de su patrón patinando de un lado a otro al ritmo de la música, tanto jazz como rock. La orquesta que toca en el fondo es dirigida por un guitarrista mejor conocido por sus talentos de programación: Paul Allen. Los problemas de salud encontrados en 1983 obligaron a su compadre de los primeros días a abandonar su puesto en Microsoft. Después de la recuperación, el co-fundador decidió lanzarse a una nueva aventura y creó su propia edición de software llamada Asimetrix. Dos de los más viejos programadores de Microsoft, Steve Wood y Marc MacDonald, fueron tras él. Paul es titular de treinta y ocho por ciento de las acciones de la compañía, seis millones trescientos noventa mil partes – y la perspectiva de una entrada a la Bolsa no la recibiría con mal gusto.
Al día siguiente, el Consejo de Administración se reúne y espera el veredicto del fundador. Gates se muestra bien dispuesto. IBM firmó un acuerdo para la escritura en común del próximo sistema operativo de sus micro-ordenadores. Excel es objeto de una excelente recepción. La publicación de Windows sucedería en unas semanas. Finalmente, después de el sondeo de los hombres clave de la compañía, él determina que puede contar con su fidelidad. Cada uno de ellos se compromete a no vender más de 10% de sus partes personales. Microsoft maduró lo suficiente para convertirse en una compañía pública. Esta espera de igual manera conservar la iniciativa de cabo a rabo de la progresión de los eventos.
La entrada a la Bolsa es efectuada por un operador principal, – un banco o un gabinete del consejo en asuntos financieros – el cual reparte las partes que la sociedad desea poner en venta entre dos conjuntos. La primera corresponde a inversores institucionales – grupos grandes cuya decisión de compra tiene un efecto influyente para los pequeños portadores. La segunda corresponde a una serie de organismos que reagrupan los operadores encargados de las transacciones frente a los compradores finales – llamados “underwriters”. Franck Gaudette, el director financiero contratado por Jon Shirley un año atrás, recibe como misión encontrar los gabinetes necesarios para llevar a cabo la operación. Gaudette llega como el personaje ideal en la materia: este astuto hombre de cincuenta años, que tiene un humor mordaz según la moda de la gente de Nueva York, participó ya en la entrada al mercado de tres compañías. Él sugiere darle la primicia a una compañía bien establecida en Wall Street, y soportarla con un gabinete especializado en tecnología para llamar la atención de inversores atraídos por tal esfera. Escoger este último es relativamente fácil: solo cuatro compañía se distinguen en el financiamiento de compañías del sector tecnológico. Entre ellas, Alex Brown resulta ser la compañía favorita ya que hace muchos años que le hablaba a Microsoft acerca de ese tema. Los principales gabinetes con buena reputación por su influencia en Wall Street son sujetos a una preselección de parte de Gaudette – Gates prefiere distanciarse de todo el procedimiento. Las compañías que sobrevivieron al filtro son entonces solicitadas por el director financiero, quien pide encontrarse con cada una de ellas. Este enuncia claramente las reglas del juego: “no intenten evadirme yendo a hablar directamente con Bill o Jon”. Cada candidato es sometido a un feroz interrogatorio. ¿Por qué razones meritaría su nombre para estar al lado del de Microsoft? ¿Como piensan distribuir las acciones? ¿A quienes? ¿Por qué? El 21 de noviembre, él le da sus conclusiones a Gates y a Shirley. Cada gabinete obtuvo una nota graduada del 1 al 15 en diecinueve categorías diferentes. Goldman Sachs surge vencedora. No obstante, el director financiero les deja saber que un factor sería determinante: el “feeling” que se tendría entre los hombres de Microsoft y el gabinete solicitado. ¡Gaudette toma entonces diez días de vacaciones en Hawái para celebrar oficialmente sus cincuenta años en el 50avo estado de los EUA! En este tiempo, la fiebre aumenta en los gabinetes de inversiones que no apoyan ese evento. Las oficinas de Bellavista son asediadas con llamadas para Gates y Shirley.
A su regreso de Hawái, Gaudette le pone fin al suspenso con Eff W. Martin de Goldman Sachs, quien es invitado a encontrarse con los dirigentes de Microsoft para una cena la tarde del 11 de diciembre en Seattle. La escena que se desenvuelve en el Club Rainer, un restaurante exclusivo, es cuando menos insólita. En el cuarto reservado especialmente para los anfitriones, la tarde empieza con un ambiente glaciar. Gates muestra una expresión de aburrimiento, pareciendo todo un suplicio. Shirley hace repetidas llamadas para encontrarse con el equipo de Goldman Sachs. Después de una hora, Martin y sus tres asociados logran contactarlos. Estos explican como proceden con el financiamiento de compañías de alta tecnología. Pero, a pesar de sus sabios argumentos, ellos no logran alegrar a sus interlocutores, quienes alternan entre un silencio suspicaz y la causticidad. Sin dejar transparentar el menor signo de impaciencia, Martin continúa sus argumentos esforzándose en mantenerse cortés. Este logra romper el hielo desde el momento que menciona la entrada de Microsoft al mercado bursátil y el precio de venta potencial de las acciones. Gates empieza entonces a balancearse de adelante a atrás, lo que se traduce usualmente como una manifestación de interés. Él finalmente despega al explicar que el asunto se lleva a cabo rápidamente, sería posible hacer “la oferta pública más remarcable del 1986”. Una vez en el parqueo del Club Rainer, Gates le da a sus colegas una opinión favorable respecto a los hombres con los que se encontraron. “Y bien... Ellos no tumbaron sus platos y parecen ser buena gente”. En pocas palabras, él valida la elección de Goldman & Sachs como gabinete líder. Alex Brown, la “tienda de tecnología” completa el dúo previsto. Gates les hace saber a los dos operadores seleccionados que llamó a un periodista de Fortune, Bro Uttal, para seguir paso a paso el camino que llevaría a Wall Street. Frente a las protestas emitidas de parte de Goldman & Sachs y Alex Brown, él les explica que es algo que o lo toman o lo dejan[52].
La primera reunión de los principales intervinientes se realiza el 17 de diciembre en las oficinas de Bellavista. Gates, Shirley y Gaudette invitaron a sus consejeros jurídicos y pasan la mañana esperando a los representantes de Goldman Sachs y Alex Bron. La espesa neblina que recubre a la ciudad de Seattle retrasa los vuelos. Cuando la reunión finalmente empieza al inicio del mediodía, Gates declara que Microsoft prevé producir aproximadamente 40 millones de dólares en la operación. Para ello, esta espera vender alrededor de dos millones de partes. Diversos miembros de la compañía esperan separarse de una parte de sus posesiones, las cuales serían de no más del 10% – Gates puso esa regla. Sería también posible liberar alrededor de seiscientas mil acciones. Los gabinetes de Goldman Sachs y Alex Brown, y aquellos encargados de la recolección de fondos, tendrían la posibilidad de ejercer una opción sobre trescientas mil partes suplementarias. Globalmente, 12% de las partes de la compañía serían puestas en el mercado público.
El precio de venta inicial de la acción se estima teniendo en cuenta el PER[53] promedio de las compañías que operan en el mismo sector. Con un volumen de negocios de 140 millones de dólares el 30 de junio de 1985, Microsoft se sitúa en sándwich entre Lotus y Ashton-Tate – los tres editores producen ellos solos 30% de los ingresos globales del software. Los gabinetes del consejo consideran que Microsoft puede operar a partir de un PER superior al de Lotus o Ashton-Tate. Esta obtiene mejores ganancias y dispone de una gama de productos más diversificada, asegura mejor estabilidad para el futuro. Microsoft figura igualmente en la lista de compañías estadounidenses que tienen el mayor crecimiento, publicada por INC Magazine. Goldman Sachs y Alex Brown sugieren un PER elevado que permitiría vender cada acción a 20 dólares. Estas justifican su enfoque con que desde septiembre el mercado está en alza para los editores de software. A 20 dólares la acción, la operación haría entrar cincuenta millones de dólares a la tesorería. Gates, todavía un novato en el tema, no se siente seguro con tal volumen financiero y opta por un PER más moderado. Después de una larga discusión con los hombres de Goldman & Sachs, él es partidario de un precio de 16 dólares.
El ritual que precede una entrada al mercado público implica un recorrido por los inversores. En el transcurso de este, los dirigentes tienen reuniones públicas en las cuales buscan seducir a los inversores institucionales. Bill Gates está fuertemente en contra de la idea de jugar ese papel e intenta sustraerse de él con una ocurrencia: “¡Propondremos cada acción a un precio tan atractivo que se venderá por sí sola!” Los ejecutivos de Goldman le muestran la indiferencia de la realidad bursátil: él debe estar acompañado por Frank Gaudette entre banqueros y financieros.
Los asuntos legales de Microsoft son gestionados por William H. Neukom, quien está apunto de dejar el gabinete Shidler McBroom & Gates[54] para unirse a la compañía. Neukom menciona un punto: durante el periodo que precede una entrada, una compañía no debe aparentar promover su título de ninguna manera. Neukom exige entonces que Microsoft adopte provisionalmente un perfil bajo, sea en las apariciones públicas de Gates o en los comunicados de prensa. Por otra parte, la compañía debe preparar un prospecto cuya redacción requiere un arte sutil. Se trata del único documento en el que se deben fundamentar los inversores y, por lo tanto, debe de proyectar una imagen positiva de la compañía, concentrándose en el éxito obtenido durante los años precedentes. Él debe explicar cuales son las actividades de la empresa para continuar su expansión, no obstante sin hacer que sospechen algo los concurrentes, tales como Lotus y Ashton-Tate, en sus orientaciones del momento. Al mismo tiempo, ese documento no debe parecer demasiado atractivo. A veces los portadores de acciones decepcionados intentan demandar a la compañía culpable de haber embellecido en exceso la situación. Los dirigentes de Microsoft están preocupados de producir un prospecto inatacable en el plan legal. La SEC es conocida por su propensión a ser quisquillosa cuando examina la validez de los prospectos propuestos. No está bien visto el que se requiera tener que volver a escribirla.
El 8 y 9 de enero, Goldman Sachs y Alex Brown envían a varios expertos a Bellavista para examinar la compañía desde un punto de vista administrativo, financiero y estratégico. Gates, Shirley, Ballmer y Gaudette son sometidos a cuestionamiento. Ruthan Quindlen, un atractivo analista que opera en Alex Brown, intenta encontrar el talón de Aquiles de la compañía: no debe suceder que esta sea acusada de haber representado una situación falaz. Bill parece inquieto con dos cosas: las aplicaciones desarrolladas para el Macintosh aún no han dado lo mejor de sí, y Windows es objeto de críticas en la prensa especializada. Steve Ballmer empieza a bosquejar eventualidades singularmente sombrías, y la aspereza de sus observaciones contrastan fuertemente con la actitud distinguida de los operadores bursátiles. Al final, los hombres del software parecen estar fuertemente moderados en el plan financiero. Bill continúa pensando que un precio de entrada de 20 dólares sería excesivo. Ante la insistencia de miembros de Goldman Sachs, él acepta tomar un precio situado en un rango de entre 16 y 19 dólares. La redacción del prospecto dura todo el mes de enero, periodo durante el cual el secretario designado por Shilder McBroom pule hasta el último detalle bajo la supervisión de William H. Neukom y de los gabinetes del consejo. El prospecto se envía finalmente a la SEC a inicios de febrero. Goldman Sachs y Alex Brown proceden con el envío de treinta y ocho mil ejemplares del prospecto a inversores de todo tipo. El salario anual de Bill Gates se vuelve público por primera vez: 133,000 dólares. Parece extremadamente moderado a comparación de otros presidentes de compañías de los Estados Unidos frecuentemente remunerados anualmente con millones de dólares.
Esperando el veredicto de la SEC que debería salir un mes más tarde, Gates se prepara sin alegría para la visita a las instituciones. Un ensayo tiene lugar en la oficina de Goldman Sachs en Nueva York y resulta ser fastidiosa. Neukom insistió en que el joven presidente refrene su fiebre natural y se mantenga dentro de lo esencial de la información escrita en el prospecto. Esto le parece a él un tormento:
"¿Cómo se lograría tener un dialogo si debo conversar con una cinta adhesiva en la boca?"
Él apacigua ese doloroso sufrimiento adoptando un tono robótico y monótono. Después de una reunión a la que asisten una treintena de banqueros, un auditor le pregunta por qué no le pone más ganas a la tarea. Gates responde de manera tosca:
"¿Acaso ustedes conocen la receta para enunciar cosas aburridas de manera atractiva?"
Frank Gaudette, a cambio, muestra un placer flagrante tomando la palabra ante un público de banqueros y hombres de finanza. Él colorea su discurso laudatorio con chistes e insiste en el buen desempeño de Microsoft en el curso de su historia, además de su ausencia total de deudas. Ruth Quindlen, la analista de Alex Brown, viaja de ciudad en ciudad con Gates y descubre una faceta desconocida de la personalidad del hombre de negocios: él está terriblemente ansioso con la idea de llegar a fracasar. En un momento de confianza, él le confiesa que no puede visualizar la idea de que otro pueda ser mejor que él en su dominio de preferencia.
La visita a los inversores lleva a que se forme una tropa en las más grandes ciudades de los Estados Unidos y del Reino Unido. Al final de las reuniones, Gates parece más relajado y se incentiva con una discreta apología a sus software. Martir de Goldman Sachs está alegre: los inversores institucionales se desplazan en masa y todo indica que apoyarán fuertemente la entrada de la compañía. En Londres, después de una tarde de teatro, Bill Gates, proclive a festejar, baila toda la noche con Ruthann Quindlen, quien no para desapercibida entre chismes y rumores.
La decisión de la SEC sale el 5 de marzo: la comisión levanto un número de puntos conflictivos que no permitirían cumplir con lo esencial. Esta insiste explícitamente en el hecho de que un mayor número de acciones sean puestas en circulación. No hacen falta más que un par de días para que los consejeros jurídicos convengan con la SEC las revisiones a realizar. Dos accionarios mayores consienten con dividirse 295,000 partes. Durante este tiempo, la Bolsa tiene una tendencia alcista. Eff W. Martin de Goldman Sachs regresa a Seattle para comunicar buenas noticias. Él le presenta a Gates la lista impresionante de ordenes de compras que vienen de inversores y pide un aumento del precio inicial de 20 dólares: la acción parece ideal para empezar con un precio de 25 dólares en las primeras semanas.
La visita a los inversores tiene un efecto inesperado en Gates, quien está familiarizado con un mundo cuyos mecanismos no conoce. Desde ese entonces toma una posición de percepción desde un ángulo más precavido: le parece injusto que algunos inversores metan en sus bolsas una gran cantidad de dólares por acción de manera instantánea. Él le pide a Martin salir de la sala momentáneamente. Le hace una pregunta a Shirley y a Gaudette que lo tiene inquiete desde hace varios días:
"¿Por qué deberíamos de ofrecerle los millones de la compañía a los clientes de Goldman?"
Como había peleado dos meses atrás por que el precio de entrada no pasara de los 16 dólares, Gates busca en el presente un argumento substancial. Gaudette modera sus pretensiones: no hay que subir la barra hasta un nivel que desagradaría a los inversores institucionales. Los tres hombres quedan de acuerdo con un precio inicial de 21 a 22 dólares. Estos llaman al gabinete de Nueva York para informarles de su decisión.
Eric Dobkin contesta la llamada y se declara indignado por tal cambio de último minuto. Durante una hora él pelea verbalmente con Gaudette: un dólar de más y todo se acabo, pues un cierto número de inversores cruciales se retirarían de la operación y la compañía perdería entonces una parte de su atractivo. Gaudette se regocija y se muestra cortante afirmando que Goldman Sachs sirve esencialmente a los intereses de sus clientes, y que es casi seguro que no se volverían a ver nunca una vez el asunto llegase a su conclusión. Dobkin persiste sosteniendo su punto de vista sin permitirse pensar en la posición de un Gaudette inclinado a los insultos. Desconcertado, Dobkin acepta comprometerse con los alrededores de 21 dólares con un margen de maniobra de un punto en negativo o positivo. El lunes siguiente, seis inversores mayores amenazan con abandonar las acciones de Microsoft. Afortunadamente, el fenómeno se compensa con un alta excepcional del índice Dow Jones. Parece entonces posible operar con el monto propuesto. El 12 de marzo, Frank Gaudette y William H. Neukom se reúnen con Dobkin y Martin en las oficinas de Goldman Sachs en Nueva York. Las noticias son buenas: La Bolsa continúa estando en alza y la mitad de los inversores anunciaron que seguirían adelante con el trato. El precio de 21 dólares es aceptado por las dos partes.
Solo falta un punto por ser determinado. La comisión adjudicada por los operadores. Esta representa ordinariamente el 7% del precio de venta de la acción. Gates, en su tentación de ser el mejor, llega a los extremos: él desea sobrepasar a Sun, un constructor californiano que recientemente entró en la Bolsa, compañía que tuvo éxito negociando un nivel de comisiones minúsculo: 6.13%. Gaudette ataca Goldman & Sachs con la base de 1.28 dólares por acción, un índice inferior al que consiguió Sun. Impresionado por esa exigencia, Dobkin defiende a cuerpo y alma el punto de vista de su compañía. Él les recuerda los esfuerzos efectuados por Goldman Sachs y Alex Brown para promover el nombre de Microsoft frente a los clientes, e indica también que son parcialmente responsables de la buena recepción que se tuvo para con ellos. Conlcuye afirmando que no descendería a menos del 6.5%, o 1.36 dólares por acción. Gaudette se encuentra con un problema. Él recibió ordenes cerradas de Bill y no está en condiciones de llamarlo para confirmar. Gates acordó unos días de vacaciones en las costas australianas y no puede ser contactado. La discusión sobre las comisiones llega a un mejor tono y cada parte consiente a moderar su posición. Dobkin reduce sus pretensiones a 1.33 dólares, mientras que Gaudette propone 1.30. el director financiero de Microsoft pierde su calma y finge querer salirse del trato. Ulcerados por su insolencia, los hombres de Goldman buscan llegar a un común acuerdo y se van de la sala. Unos minutos más tarde, Eric Dobkin regresa solo y pide tener una reunión personal con Frank Gaudette. Este expone su problema a fondo: él no está autorizado a ir más allá. Él acepta llamar a Jon Shirle para obtener el permiso de aumentar la comisión de los operadores en un centavo suplementario. Jon se deja convencer. La tasa de 1.31 dólares es aceptada por las dos partes. Dobkin y Gaudette se abrazan. Gates diría unos días más tarde que, si hubiese estado allí, él no hubiera cedido.
La mañana siguiente, Gaudette asiste a una entrada a la Bolsa animada. A pesar de la sorpresa – los analistas esperan una apertura cercana a los 16 dólares – la compañía es inmediatamente objeto de una popularidad frenética: 2.5 millones de acciones son vendidas, cosa que propulsa a la acción hacia los 27,75 dólares. Las primeras de las semanas, la acción llega a 35 dólares antes de encontrar una base y establecerse en los alrededores de los $31.25. El valor bursátil es entonces valuado a 661 millones de dólares, lo cual representa un desempeño inigualado en el mundo del software: cuando Lotus entró en la Bolsa dos años antes, esta alcanzó 277 millones de dólares. Dado que posee once millones de partes, la fortuna de Bill Gates se valua en 350 millones de dólares, lo cual lo hace entrar inmediatamente en la lista de los estadounidenses más ricos. Steven Spielberg, director de películas, alcanzó el mayor número de espectadores en la historia del cine con 255 millones de dólares en la misma época.
La acción de Microsoft progresa de manera rápida, el monto de la riqueza de Gates se eleva menos de un año más tarde a más de mil millones de dólares. En marzo de 1987, la acción de Microsoft se sitúa a un precio cuatro veces más elevado que el de su precio inicial: pasó de 21 a 84.75 dólares. Bill Gates se vuelve un millonario en dólares y entra en el círculo restringido de los hombres más ricos del mundo no teniendo más que treinta y un años. El número de Forbes de octubre de 1987 lo pone en 29ava posición en la lista de las cuatrocientas personas más ricas de los Estados Unidos. Paul Allen se sitúa en el 87avo puesto de la lista con 640 millones de dólares.
El mismo mes, Bill aparece en la portada de Fortune. La revista indica que “Gates aparentemente ganó más dinero que cualquier otro de su edad sin importar el sector de sus funciones”.