Dijo el rey al filósofo: «Ya oí este ejemplo dame ejemplo del que se deja de hacer mal por lo que ha pasado y sentido, y por el castigo que recibió en sí por no hacer mal a ninguno». Dijo el filósofo al rey: «Señor, no se entremete de hacer daño a las gentes sinon los hombres necios y los torpes, porque no piensan en las cimas de las cosas, y acaéceles por ende a tanto de mal que se no puede decir; y si alguno dellos estuerce por muerte que le acaezca ante que le venga el mal, va a la pena del otro mundo, y el necio no se castiga si no con el daño que recibe en sí, y con esto se refrena de mal hacer a ninguno; y esto semeja al ejemplo del arquero y de la leona y del anxara». Dijo el rey: «¿Cómo fue eso?».
Dijo el filósofo: Dicen que una leona vivía en un soto ribera del mar, y criaba dos leoncillos, y en saliendo un día a buscar que comiesen, dejó sus hijos en el soto, y pasó por ahí un ballestero y viólos y armó su ballesta y matólos y desollólos, y echó sus pieles a cuestas, y fuese para su posada. Y cuando la leona tornó y vio sus hijos desollados, pesóle de muerte, y hubo tamaño dolor que se echó en tierra y comenzó a dar grandes voces. Y tenía cerca de sí un su vecino que le decían anxahar, y oyóle dar voces y alaridos, y salió a ella y díjole: «¿Por qué lloras o qué te acaeció?».
Dijo la leona: «Pasó por aquí un arquero y vio míos hijos, y matólos, y dejómelos desollados y muertos y levó los cueros consigo». Dijo el anxahar: «No te quejes ni hayas tamaño dolor, y faz derecho de ti misma, que cuanto el arquero hizo en tus hijos, hecho has tú otro tal a los otros, que han pesar dello sus madres y sus amigos, bien así como tú has de los tuyos, que dicen en el proverbio: “Cual hicieres tal habrás”; y cada uno ha de haber de su fruto, quier de pena, quier de galardón». Dijo la leona: «Depárteme eso que has dicho». Dijo el anxahar: «¿Tú de qué te mantienes o de qué vives?». Dijo la leona: «Con la carne de las bestias salvajes». Dijo el anxahar: «¿Seméjate que esas bestias que tú matabas y comías habían alguna dellas padres o madres?». «Sí», dijo ella. Dijo el anxahar: «Pues ¿por qué no oía yo dar tamañas voces y tamaños gritos a aquellos padres y a aquellas madres como fago a ti? Y sepas que no te acaeció esto salvo porque pensaste mal en las cimas de las cosas, y fuiste negligente y desacordada». Y cuando la leona oyó lo que le decía el anxahar, sopo que le decía verdad, y aquello que le había acaecido no era salvo en pena de lo que ella hiciera; y dejó el venar y quitóse de comer carne, y comió fruta e hizo vida de religioso. Y cuando esto vio el anxahar y falló que la leona había hecho gran estragamiento en la fruta del monte fuese para ella y díjole: «Creo que los árboles otro año no levarán fruta por tu causa, porque siendo comedera de carne comes fruta; y si así ha de pasar, ¡guay de las frutas y de los árboles y de las bestias salvajes que las comen!, que priado perecerán». Y cuando la leona oyó lo que decía el anxahar, dejóse de comer fruta y metióse a comer yerba y a hacer vida de religioso.
«Y yo, señor, dijo el filósofo, no te di este ejemplo, salvo porque sepas que el necio no se deja de hacer mal hasta que le acaece algún daño, y así siente que tamaño daño hizo a otro, así como la leona que nunca se dejó de hacer ni de matar a las bestias salvajes hasta que le dio Dios mal quebranto en sus hijos, y con aquello hizo después vida de religiosa.»