Capítulo V. De la paloma collarada, y del galápago, y del gamo, y del cuervo; y es Capítulo de los puros amigos

Dijo el rey al filósofo: «Ya oí el ejemplo de los amigos, cómo los departe el misturero, falso, mezclador, y a qué tornó su hacienda; pues dime de los puros amigos, cómo comienza su amistad entrellos, y cómo se ayudan y se aprovechan unos de otros». Dijo el sabio: «El hombre entendido no iguala con el buen amigo ningún tesoro ni ninguna ganancia; ca los amigos son ayudadores a la hora que acaece al hombre algún mal. Y uno de los ejemplos que me semejan a esto es el ejemplo de la paloma collarada y del mur y del galápago y del gamo y del cuervo». Dijo el rey: «¿Y cómo fue eso?».

Dijo el filósofo: Dicen que en tierra de Duzat, cerca de una ciudad que decían Muzne, había un lugar de caza, do cazaban los pajareros, y había y un árbol grande de muchas ramas y muy espesas, y había y un nido de un cuervo que decían Geba. Y estando el cuervo un día en aquel árbol vio venir un hombre muy feo y de mala catadura y muy despojado; y traía al cuello una red, y en la mano lazos y varas y asomaba faza el árbol. Y el cuervo hubo pavor, y dijo «Alguna cosa adujo a este pajarero a este lugar, y yo no sé si es por mi muerte o por muerte de otri; mas estaré quedo en mi lugar, y veré qué hará». Y armó el cazador su red, y esparció y trigo, y echóse en celada y cerca. Y a poca de hora pasaron y unas palomas que habían por caudillo y por señora una paloma que decían la collarada. Y vio la collarada el trigo, y no vio la red, y posó ella y todas las palomas, y trabáronse en la red.

Y vino el pajarero muy gozoso por las tomar, y comenzaron las palomas a debatirse cada una a su parte, y pugnaban por estorcer. Díjoles la collarada: «No vos desamparedes en vos querer librar, ni haya ninguna de vos más cuidado de sí que de su amiga; mas ayuntemos nos todas en una y quizá arrancaremos la red, y librar nos hemos las unas a las otras». E hicieron lo así: ayuntáronse y arrancaron la red, y leváronla en alto por el aire. Y vio el cazador lo que hicieron, y siguiólas por las haber, y no se desfució dellas y cuidó que luego a poca de ora les apesgara la red y cayeran. Dijo el cuervo, entre sí: «Seguir las he hasta que vea en qué torna su hacienda y del cazador». Y la collarada paró mientes y vio al cazador que las seguía. Dijo ella a las otras: «Veo que nos viene a buscar; y si fuéremos por lo escampado no perderá rastro de nos ni dejará de nos seguir; y si fuéremos por el lugar de los muchos árboles y por lo poblado, perderá rastro de nos, y desperará de nos, y tornar se ha. Y si se fuere, aquí cerca hay una cueva de un mur que es mi amigo; y si allá vamos tajará esta red y librarnos hía della». E hicieron las palomas lo que les ella mandó.

Y perdiólas el pajarero de vista y desfució se dellas, y tornóse. Y siguiólas el cuervo como ante hacía por ver si harían alguna arte para salir de aquello en que eran caldas, y la aprendiese y se ayudase della si él cayese en otro tal. Y llegaron las palomas a la cueva del mur, y mandólas la collarada que se posasen. Y fallaron que el mur tenía ciento cuevas para los miedos. Y llamólo la collarada por su nombre, y decíanle Zira, y él respondió y díjole: «¿Quién eres?». Díjole la collarada: «Tu amiga la collarada». Salió luego a ella, y cuando vido la red díjole: «Hermana, ¿quién te echó en esta tribulación?». Díjole la collarada: «¿No sabes que no hay cosa en este mundo que en ventura no haya aquello que le acontece? Y así la ventura me echó en esta tribulación, ca ella me mostró los granos y me encubrió la red de guisa que me trabé en ella, yo y mis compañeras. Y no es maravilla en me no amparar yo de la ventura, ca no se ampara della quien es más fuerte que yo y de mayor guisa; ca a las veces se oscurece el Sol y la Luna, y pierden su color, y sacan los peces de fondón de la mar do ningunos no nadan, y hacen descender las aves que vuelan por el aire, si lo han en parte. Donde la cosa que hace cobrar al perezoso lo que le es menester, esa misma la hace perder al anviso, y así las aventuras me metieron en esto que ves».

Desí comenzó el mur de roer los lazos en que yacía la collarada. Y ella díjole: «Amigo, comienza en las otras palomas, y taja sus lazos; desí tajarás los míos». Y dijo se lo muchas veces, y él no tornaba cabeza por lo quel decía, ni le respondía. Y tanto se lo dijo, hasta que le respondió el mur y le dijo: «Semeja que no has duelo ni piedad de ti ni deudo con tu alma». Díjole la collarada: «No me culpes de lo que te digo, ca yo só caudillo destas palomas, y asegurélas que estorcerían desta cuita por mí; y es gran derecho que lo haga, así como ellas hicieron su derecho en obedecer a mí lealmente, ca con su ayuda y obedecimiento nos libró Dios del pajarero. Y yo temo me, si comenzares a roer mis lazos, que cansares y te enojares de los que fincaren; y sé que si ante royeres los lazos dellas y fuere yo la postrimera, maguera que canses y te enojes, no querrás estar que no me libres desto en que só». Dijo el mur: «Por esto otrosí te deben amar tus amigos, y haber mayor codicia de ti». Y comenzó a roer y a catar la red hasta que la acabó. Tornóse la collarada y las otras palomas a su lugar, salvas y seguras.

Cuando el cuervo vido lo quel mur hiciera, y como librara a las palomas, hubo codicia de haber su amor, y dijo en su corazón: «No só yo seguro de no acaezco a mí lo que aconteció a las palomas, y no puedo excusar el amor del mur». Y llegóse a la puerta de la cueva y llamólo por su nombre; y dijo el mur: «¿Qué quieres o quién eres?». Dijo el cuervo: «Yo só el cuervo, y sepas que me acaeció desta guisa y desta. Y cuando vi la lealtad que hubiste a la collarada y a sus compañeras, y de lo que fueron libradas por ti, hube gran codicia de tu amistad y de tu compañía, y vine te la a demandar». Dijo el mur: «No ha entre mí y ti carrera por amor, y el hombre entendido no debe trabajarse si no de lo que ha fiucia que hará, y dejarse de buscar lo que no podrá haber, ca será por necio contado, así como el hombre que quiso hacer correr las naves por la tierra, y las carretas por el agua, y no es en guisa. Y ¿cómo será entre nos carrera de amor, yo seyendo tu vianda y tú seyendo mi comedor?».

Dijo el cuervo: «Piensa con tu entendimiento que en comerte yo, maguer que tú seas mi vianda, no me abastarás nada, y que en viviendo tú y habiendo yo tu amor, habré solaz y consolación y aseguranza mientras que viva. Y pues que yo vine pedirte tuyo amor y gracia, no me debes enviar vago, ca me ha parecido de ti gran bondad y buenas costumbres; y maguer que tú no quisiste mostrar esto de ti, el hombre bueno no se encubre su bondad, maguer la encubra y esconda cuanto pueda, así como el musgo, que maguer es cerrado y sellado, por eso no deja su olor de recender; pues tú no mudes contra mí tus costumbres, ni me viedes tu amor». Dijo el mur: «La mayor enemistad es de la natura que es en dos maneras: la una es igual así como la enemistad del elefante con el león, ca a las veces mata el león al elefante, y a las veces mata el elefante al león; y la otra es del daño de la una parte contra la otra, así como la enemistad que es entre mí y ti. Y esta nuestra enemistad no es por daño de mí contra ti; mas por la mala andancia que nos fue prometida en parte que hubiésemos de nos enemistar de la natura; y la paz y la tregua del que ha algo menester, las más veces en enemistad se torna, y no debe el hombre fiar por tal tregua, ni ser engañado por ella; ca el agua, maguer sea bien calentada con el fuego, no deja por eso del amatar el fuego si de suso se le echan. Y solamente tal es el que hace amistad con su enemigo como el que lleva la culebra en su seno, que no sabe cuando se le ensañará y lo matará. Y no se consuela el hombre entendido con la amistad del que lo ha menester, mas antes se aparta dél y lo esquiva».

Dijo el cuervo: «Entendido he lo que dijiste, y tú debes hacer según la bondad de tus costumbres, y conocerás que verdad te digo, y no me encarezcas la cosa ni la aluengues entre mí y ti en decir que no hay carrera para haber yo y tú nuestro amor de so uno; ca el amor que es entre los buenos depártese muy tarde y ayúntase aína, y es en esto tal como el vaso de oro que se quiebra muy tarde y se enmienda muy aína, maguer que se quiebra y se abolle; y el amor que es entre los malos depártese mucho aína y ayúntase muy tarde, así como el vaso de tierra que se quiebra por cualquier guisa mucho aína, desí nunca se enmienda. Y el hombre de buena parte ama al hombre de buena parte de una vez que se vean, y por conoscencia de un día y no más, y el hombre vil no pone su amor con ninguno si no por codicia o por miedo, y tú eres noble y de buena parte, y yo he menester tu amor, y aquí estaré a tu puerta, que no comeré ni beberé hasta que me otorgues tu amor».

Dijo el mur: «Ya recibo el tu amor, que yo nunca envié al que algo hobo menester de mí sin ello, y no te comencé a decir esto que oíste si no por me excusar, y si me quisieres hacer traición no dirás: fallé el mur de flaco consejo y rafez de engañar». Desí salió de su cueva y paróse a su puerta. Dijo el cuervo: «¿Qué te tiene a la puerta de la cueva que te vieda de salir a mí y solazarte conmigo? ¿Has sospecha o miedo de mí aún?». Dijo el mur: «Los hombres deste siglo danse entre sí unos a otros dos cosas: la una es el amor y la otra es el algo. Y los que se dan el amor son los que pura y lealmente se aman, y los que se dan el algo son los que se ayudan y se aprovechan unos de otros. Y el que no hace bien si no por haber bien, y por ganar alguna alegría deste siglo y algún pro, es tal en esto como el pajarero que echa los granos a las aves, no por les hacer ayuda, si no por que quiere ganar. Donde dar hombre su amor mejor es que dar su algo. Y fío en tu amor, y dote otra tal de mí; y no me tiene de salir a ti mala sospecha que haya en ti; mas yo creo que tú has compañeros que son de tu natura, y no son contra mí como tú, y he miedo que me vea contigo alguno dellos y me mate». Dijo el cuervo: «Esta es la señal del amigo: ser amigo del amigo y enemigo del enemigo, y no me es a mí amigo ni compañero quien a ti no amare y no hubiere sabor de ti. Muy rafez me partiría yo de su amor del que tal fuere; y el que siembra las yerbas odoríferas, si con ellas nace alguna cosa que las dañe y las ahogue, arráncala».

Desí salió el mur al cuervo, y abrazáronse y saludáronse el uno al otro y solazáronse y aseguráronse y hablaron y contáronse nuevas, hasta que pasó una hora del día. Y después que pasaron algunos días dijo el cuervo al mur: «Esta tu cueva es cerca de la carrera por do pasan los hombres, y témome que te harán mal. Y yo sé un lugar apartado y muy vicioso do ha peces y agua y hay un galápago mi amigo; si quisieres vamos a él, y viviremos con él salvos y seguros». Dijo el mur: «Pláceme y yo te he de decir muchas historias y hazañas que te departiría si fuésemos ya llegados do tu quieres». Y priso el cuervo al mur por la cola, y voló con él hasta que llegó cerca de la fuente en que yacía el galápago. Cuando vido el galápago un cuervo y un mur con él espantóse, y no sopo que su amigo era, y metióse en el agua. Y puso el cuervo el mur en tierra, y pusóse en un árbol y llamó al galápago por su nombre, y decíanle Asza, y él conoció su voz, y salió a él y preguntóle dónde venía, y díjole él lo que le acaeciera desque siguiera a las palomas, y lo que le acaeciera después del hecho del mur. Y maravillóse el galápago del seso del mur y de su lealtad, y llegóse a él y saludólo, y díjole: «¿Qué te adujo a esta tierra?». Dijo el mur: «Hube codicia de tu compañía y de vivir contigo». Desí dijo el cuervo al mur: «Las historias y las hazañas que me dijiste que me dirías, dímelas agora y cuéntamelas, y no te receles del galápago, que así es como si fuese nuestro hermano».

El mur cuenta historia

Dijo el mur en comenzando a contar la primera historia: Do yo nací fue en casa de un religioso que no había mujer ni hijos. Y traíanle cada día un canastillo de comeres, y comía dello una vez, y dejaba lo que fincaba, y colgábalo de una soga en un canastillo. Y yo acechábalo hasta que salía: desí veníame para el canastillo, y no dejaba y cosa de que no comiese y que no echase a los otros mures. Y pugnó el religioso muchas veces de lo colgar en lugar que lo yo no pudiese alcanzar, y no podía. Desí posó con él un huésped una noche, y cenaron amos, y estando hablando dijo el religioso al huésped: «¿De qué tierra eres y a do quieres ir agora?». Y éste su huésped había andado a muchas partes, y había visto maravillas, y comenóle a contar; y el religioso en este comedio sonaba sus palmas a las veces por me hacer huir del canastillo. Ensañóse el huésped por ende, y díjole: «¿Escarnio hacedes de mí, que me demandades que vos cuente nuevas, y vos haciéndose esto?».

Y excusósele el religioso y díjole: «Gran sabor he de oír tus nuevas; mas hágolo por espantar unos mures que ha en esta casa, que me hacen gran enojo, y nunca dejan cosa en el canastillo que me lo no coman y me lo royan». Dijo el huésped: «¿Un mur es, o muchos?». Dijo el religioso: «Los mures de casa muchos son, mas hay uno que me ha hecho gran daño y no lo puedo hacer ningún arte». Dijo el huésped: «Por alguna cosa hace este mur lo que hace, y miémbrome agora a lo que dijo un hombre: “Por alguna cosa cambió esta mujer el sínsamo descortezado por el por descortezar”. Dijo el religioso: “¿Cómo fue eso?”».

La mujer del sésamo

Dijo el huésped: Posé una vez con un hombre en una ciudad, y cenábamos amos, e hiciéronme una cama, y fuese el hombre a yacer con su mujer. Y había entre nos un seto de cañas, y oí decir al hombre que dijo a su mujer: «Yo quiero cras convidar una compaña que yante conmigo». Y dijo la mujer: «¿Cómo lo harás, que no ha en esta casa cosa que les cumpla, y tú eres un hombre tal que no guardas ni condesas?». Dijo el marido: «No te arrepientas por cosa que demos a comer ni despendamos, que el apañar y el condesar por aventura hacen tal cima como la cima del lobo». Dijo la mujer: «¿Cómo fue eso?».

El lobo y el arco

Dijo el marido: Dicen que salió un ballestero, con su arco y con sus saetas a buscar venados, y luego acerca falló un venado y tiróle y matóle; y él en levándolo para su casa atravesó un puerco la carrera, y el ballestero tiróle e hirióle. Y tornó se el puerco al hombre, y matóle con sus dientes, y así fueron allí todos tres muertos. Y en esto pasó por allí un lobo hambriento, y desque les vio así todos muertos, dijo: «Esperanza tengo de ser vicioso». Y dijo: «Así conviene condesar desto cuanto pudiere; que el que no cuida ni condesa, no es enviso, y yo quiero hacer provisión desto que fallé, que me cumplirá asaz comer la cuerda del arco para hoy». Entonces llegó al arco por comer la cuerda, y desque la hubo tajada, desempolgóse el arco, y diole el otro cabo en la cabeza y matóle. Y yo no te di este ejemplo si no por que sepas que la gran codicia del apañar y del condesar hace mala cima.

Dijo la mujer: «Pues así tú lo quieres, téngolo por bien. En casa tenemos arroz y sínsamo de que dar de yantar a seis o siete hombres, y yo mañana madrugaré y haré de que coman tus convidados los que quieras». Y la mujer, luego que amaneció cogió sínsamo, lo descortezó y lo extendió al Sol para que se secase, y díjole a un esclavo pequeño que tenía: «Cuida de ese sínsamo, y que no se lo coman los pájaros, ni se acerquen a él los perros». Y fuese la mujer a otras haciendas de la casa. Y mientras, el muchacho que estaba en guarda del sínsamo descuidóse, y vino un perro y meóse en ello. Desí vino la mujer y probó el sínsamo, y hallólo amargo y no quiso guisarlo para comer. Y fuese al zoco y camió aquel sínsamo por otro sin mondar, cantidad por cantidad. Y hallábame yo en el zoco en la sazón y oí a un hombre que dijo: «¿Por qué razón habrá esta mujer camiado el sínsamo ya mondado por el sin mondar?».

Y otrosí te digo yo deste mur que salta en el canastillo, do quier que le pongas, y que sube en él, y los otros no, que por alguna cosa lo puede hacer. Pues búscame un azadón, y cavaré en esta cueva y quizá sabré algo de su hacienda.

Y entonces demandó el religioso un azadón, y trájole al huésped, y yo estando en otra cueva ajena, oyendo lo que decían. Y había en la mi cueva 1.000 maravedís, y yo no sabiendo quién los pusiera ahí; empero yo meneábalos y zanecía con ellos cuando quier que me venía emientes. Así quel huésped cavó la cueva hasta que llegó a ellos y sacólos y dijo: «Este mur no podría saltar do saltaba si no por que yacían aquí estos maravedís. Ca el haber es criado para acrecer en la fuerza y en el seso; y tú verás que de hoy en adelante no podrá saltar como solía ni habrá fuerza ni memoria más que los otros mures». Y yo oí lo que decía el huésped, y sope que decía verdad, y desesperé de mí mismo, y sentíme muy quebrantado y muy menguado en mi fuerza. Y cuando los maravedís fueron sacados de la cueva, mudéme a otra cueva, y cuando amaneció llegaron se los mures que me solían servir, y dijeron me: «hambre habemos, y habemos perdido lo que nos solías dar, y tú eres nuestra esperanza, pues para mientes en nuestra hacienda».

Y fueme al lugar donde solía saltar al canastillo, y trabajéme de saltar muchas veces, a no lo podía hacer. Y vi manifiestamente que mi estado era ya mudado, y despreciaron me los mures, y oíles decir unos a otros: «Aterrado es éste por siempre, pues quitemos nos dél y no esperemos dél nada; ca no cuidamos que pueda hacer lo que solía, mas que habrá menester quien lo gobierne». Y dejaron me, y fueron se a mis enemigos y comenzaron a decir mal de mí y de mi aviltar a los que me habían envidia, y alongáronse de mí, y no tornaron por mí cabeza. Y dije en mi corazón: «Veo que la compaña y los amigos y los vasallos no son si no con el haber, y no parece la nobleza del corazón ni el seso ni la fuerza si no con el haber; ca yo veo quel que no ha haber, si se entremete de alguna cosa, torna a la pobredad atrás, así como el agua que finca en los ríos de la lluvia del verano, que no va al mar ni al río, que no ha ayuda. Y vi quel que no ha amigos no ha parientes, y el que no ha hijos no es memoria dél, y el que no ha haber no ha seso, ni ha este siglo ni el otro. Ca el hombre, cuando le acaece alguna pobredad y mengua, deséchanlo sus amigos, y parten dél sus parientes y sus bien querientes, y desprécianlo, y con cuita ha de buscar vida, trabajándose para haberla para sí y para su compaña, y de buscar su vito a peligro de su cuerpo y de su alma, pues quél ha de perder este siglo y el otro.

»No es ninguna cosa más fuerte que la pobredad; que el árbol que nace en el aguazal, que es comido de todas partes, en mejor estado está que el pobre que ha menester lo ajeno. Y la pobredad es comienzo y raíz de toda tribulación, y hace al hombre ser muy menudo, y muy escaso, y hácele perder el seso y el buen enseñamiento, y han en él los hombres sospecha, y tuelle la vergüenza, y es suma de todas tribulaciones. Y aquel a que acaece pobredad no puede estar que no pierda la vergüenza; y quien ha perdido la vergüenza pierde la nobleza del corazón; y quien pierde la nobleza es hecho muy vil; y quien es hecho vil recibe tuerto; y quien recibe tuerto y daño ha gran pesar; y quien ha de pesar enloquece y pierde la memoria y el entendimiento; y al que esto acaece, todo cuanto dice es contra sí, y no ha pro de sí.

»Y veo quel hombre, cuando empobrece, sospéchalo el que fiaba por él, y cuida mal dél como cuidaba bien, y si otro alguno ha culpa, apónenla a él. Y no ha cosa que bien esté al rico que mal no esté al pobre; ca si fuere esforzado dirán que es loco, y si fuere franco dirán que es gastador, y si fuere mesurado dirán que es de flaco corazón, y si fuere sosegado dirán que es torpe, y si fuere hablador dirán que es parlero. Pues la muerte es mejor al hombre que la pobreza que hace al hombre pedir con cuita, cuanto más a los viles escasos; ca el hombre de gran guisa, si le hiciesen meter la mano en la boca de la serpiente y sacar ende el tósigo y tragarlo, por más ligera cosa lo ternía que pedir al escaso. Y dicen quel que padece gran enfermedad en su cuerpo, tal que nunca la perdiese, o que perdiese sus amigos y sus bien querientes, o que fuese en ajena tierra do no supiese casa ni albergue, ni hubiese esperanza de se tornar, mejor le sería todo esto que pedir a los viles; que la vida les es muerte y la muerte les es holgura. Y a las veces no quiere el hombre pedir seyéndole mucho menester, y hácel esto hurtar y robar, que es peor que pedir; ca dicen que más vale callar que decir mentira, y mejor es la torpedad de la laceria que la infamia, y mejor es la pobredad que pedir haberes ajenos.

»Y yo vi quel huésped, cuando sacó los maravedís de mi cueva, que los partió con el religioso. Y vi que puso su parte dellos en una bosa a su cabecera, y hube codicia de haber algunos dellos por que cobrase mi fuerza, y por que se tornasen a mí mis amigos. Y fueme, seyendo él adormido, hasta que llegué acerca dél, y despertó a mi roído. Y tenía cerca de sí una vara, e hirióme con ella en la cabeza muy mal; y rastréme hasta que entré en la cueva. Y después que se me fue amasando el dolor que había, contendieron conmigo la golosía y la codicia, y vencieron me de mi seso. Y lleguéme con otra tal codicia como la primera, hasta que fue cerca, y en veyéndome diome otro tal golpe de cabo en la cabeza, que me cubrió de sangre. Y fueme a tumbos, y rastréme hasta que fue en la cueva, y caíme amortecido sin seso y sin recaudo.

»Y hube tamaño miedo que me hizo aborrecer el haber, así que cuando oía nombrar haber, había gran pavor y gran espanto. Desí pensé y fallé que las tribulaciones deste mundo no las han los hombres si no por golosía y por codicia, y siempre están por ellas en tribulación y en laceria. Y vi que había entre la escaseza y la franqueza gran diversidad, y vi que más ligera cosa es meterse hombre a las grandes aventuras y al gran peligro, y a gran ocasión, y a luengas carreras, en buscar el algo deste mundo, que parar su mano a pedir. Y vi que no ha mejor cosa en este mundo que tenerse hombre por abastado con lo que ha. Y oí a los sabios decir que no es ninguna obra tan buena como asmar, ni ningún temor de Dios tal como retenerse de mal hacer, ni ningún linaje como buenas costumbres, ni ninguna riqueza como tenerse por abastado con lo que Dios le da. Y dicen que la cosa que el hombre con mayor derecho debe sufrir es aquella que por ninguna guisa no puede mudar.

»Y dicen que la obra más santa es piedad, y raíz del amor es la fianza, y el más provechoso entendimiento es saber lo que fue y lo que ha de ser, y dejarse hombre de grado de las cosas que no habrá por ninguna guisa. Así que torné mi hacienda a tenerme por pagado y por abastado de lo dije había, y mudéme de la casa del religioso al campo; y había una paloma por amiga, y por el amor suyo me fue echado este cuervo, e hizo me saber el gran amor que te tenía y como se quería venir para ti, y hube sabor de te venir ver con él. Y no quise venir solo, ca no es ningún alegría en este mundo que empareje con la compañía de los amigos, ni es ninguna tristeza deste mundo que empareje con perder los. Y probé y sope que ninguno no debe querer deste siglo ni buscar más de cuanto le cumpla, con que pierda pobredad y que no sea mal traído. Y si a un hombre diesen todo este siglo con cuanto en él ha, no le haría pro sinon lo poco, tanto que no hubiese menester lo ajeno, que todo lo ál en sus lugares se queda, y no ha dello, si no la vista del ojo, así como otro hombre cual quier. Y vine con el cuervo con este acuerdo, y yo ser te he amigo y compañero, y tú otrosí quiero que en tal lugar me tengas».

Y pues que hubo acabado el mur lo que decía, respondió el galápago muy blandamente y a sabor, y díjole: «Ya oí lo que dijiste muy bien, empero véote estar así como triste, y remiémbraste de cosas que tienes en el corazón; y por que aquí eres connusco en ajeno lugar no seas de tal acuerdo, y déjate ende y sepas que el buen decir no se acaba si no con las buenas obras. Ca el enfermo que sabe su melecina cuál es, si no se melecina con ella no se aprovecha de otra ninguna ni siente holgura ni aliviamiento; onde ha menester que uses de tú entendimiento y de tu saber. Y no hayas pesar por que hayas poco haber; ca el hombre de noble corazón a las veces honran lo los hombres sin haber, así como el león que es temido maguer domado sea; y el rico que no es de noble corazón, no le tiene pro su haber, así como el can que es menospreciado de los hombres, maguer que traya collar y sonajas.

Y pues no tengas por gran cosa en tu corazón ser en ajena tierra, ca el hombre entendido no es extraño, en ningún logar, seyendo vivo de gran corazón, así como el león, que no va a ningún logar que su fuerza no lleve consigo, con la cual vive do quier que vaya. Y amonesta tu alma a bien, por que sea digna y mereciente de bien. Y sepas que cuando esto hicieres venir te ha el bien buscar de todas partes, así como busca el agua el lugar más bajo de la tierra. Y el hombre bien enviso nunca puede mal caer en ningún logar que sea, y no cae mal si no el hombre malo perezoso, como la mujer mala que no se paga con el viejo por marido. Y no hayas pesar por decir: «Era señor de gran algo y no he nada; ca el haber y todo el algo deste siglo todo ha de fenecer. Y el haber aína viene y aína se va, así como la pella que se alza muy aína, y desciende más aína».

Y dicen los sabios que algunas cosas son que no han fermedad ni turan; la una es sombra de las nubes, y otra es amistad de los malos, y otra es la fama mintrosa, y la otra es gran haber; y no debe el hombre entendido alegrarse por gran haber, ni haber pesar por lo poco; mas el su haber con que se debe alegrar y su entendimiento. Y no debe descuidarse del otro siglo, y de hacer por que haya bien de Dios; ca la muerte no viene si no a so hora y sin sospecha, y no ha plazo sabido. Y tú puedes bien excusar mi castigo, y sabes bien que es tu pro; empero tengo por bien de te decir lo que te debo, y de te ayudar a las buenas obras, y tú eres buen amigo y hermano, y todo cuanto tenemos tan bien como para nos es para ti.

Cuando el cuervo oyó esto que decía el galápago, y cómo respondió al mur tan bien y tan sabrosamente, plógole y alegróse por ende, y díjole: «Alégrate, que hecho me has gran bien y siempre lo hiciste así. Y otrosí te debes alegrar con amor de tal mur tan sesudo y tan franco y tan bueno, ca los hombres que más sabrosa vida y más alegría han, son los que nunca se quitan de sus buenos amigos. Ca el hombre de buena parte, si tropieza, no se levanta si no con los hombres de buena parte, así como el elefante, que si cae en el lodo no lo sacan si no los elefantes. Y el hombre entendido siempre es conocido su buen hacer; y maguer que mucho sea, y maguer que se meta a gran peligro, y no le es tenido esto por aleve; mas sepa que ame más lo que ha de durar que lo que ha de fenecer, y que ha comprado lo más por lo menos y se alegra con ellos; y no es contado por rico quien de su haber no hace parte; onde no es contada pérdida la que ganancia trae, ni es contada por ganancia la que pérdida trae». Y díjole muchas cosas y muchas buenas razones y hazañas para afirmar su amor con el mur.

Y estando así hablando el cuervo, asomó contra ellos un gamo andando, y espantáronse dél; y saltó el galápago en el agua, y metióse el mur en la cueva, y voló el cuervo y posó en el árbol. Y llegó el gamo al agua y bebió della. Desí alzó la cabeza muy espantado; y voló el cuervo por el aire por catar si vería a alguno que buscase al gamo y no lo vido. Y llamó al galápago y al mur que saliesen y díjoles: «No hay cosa que pesar nos haga, y no temades». Y salieron y ayuntáronse. Dijo el galápago al gamo cuando lo vido catar al agua y no se allegaba a ella: «Bebe si has sed, y no temas, que no hay por qué». Y llegóse el gamo a él y salváronse, y díjole el galápago: «¿Dónde vienes?». Dijo el gamo: «Estaba paciendo en este campo, y siguieron me los ballesteros de un lugar en otro, y vi hoy un viejo, y hube miedo cuidando que fuese venador, y vine huyendo mucho espantado». Y dijo el galápago: «No temas, que no vimos nunca en esta parte venador; pues sey conusco y dar te hemos nuestro amor y habrás aquí buena morada, y aquí es el pasto cerca de nos». Y el gamo hubo sabor de su compañía, y estovo con ellos.

Y había un parral do se acogían y se ayuntaban, y se solazaban y denunciaban sus cosas. Desí ayuntáronse un día el cuervo y el galápago y el mur so el parral, y tardó el gamo. Y ellos atendieron lo una hora y no vino. Y hubieron gran cuidado de su tardanza y hubieron temor que le acaeciera alguna cosa. Y dijeron al galápago y el mur al cuervo: «Vuela y cata aquí derredor de nos». Y el cuervo voló a todas partes y vio al gamo yacer en unos lazos y descendió luego y llegó se a él y díjole: «Amigo, ¿quién te echó en estas sogas y en esta tribulación seyendo tú tan sabedor y tan ligero?». Y dijo: «¿Qué pro ha hombre en ser ligero con las aventuras encubiertas que no son vistas?».

Y en departiendo asomaron el galápago y el mur. Dijo el gamo: «No hiciste bien en venir amos acá, que el venador, si allegare, y hubiere el mur acabado de tajar los lazos, escaparía yo y huiría el mur a muchas cuevas que están por aquí, y el cuervo volaría, y tú que eres cosa pesada, no te ayudarías de nada, y nos habríamos duelo de ti». Dijo el galápago: «No es contado por entendido ni por vivo quien a la hora que se parten dél sus amigos no se puede ayudar de consolación. Y una de las cosas que ayudan al hombre a consolarse de sus cuidados y asosegar su corazón a la hora que le acaecen las tribulaciones es verse con su amigo, y apurar cada uno dellos al otro su voluntad, y acorrerse en las cuitas. Y cuando el amigo se parte del otro pierde su alegría, y pierde la lumbre de sus ojos». Y ante que acabase el galápago de decir su razón, asomó el venador; y en esto había el mur tajado la red al gamo, y estorció el gamo de los lazos y voló el cuervo, y metióse el mur en la cueva. Y desque llegó el venador y vido cortados los lazos, maravillóse, y no vido si no el galápago, y tomólo, y atólo y levólo.

Y ayuntáronse el cuervo y el mur y el gamo, y vieron levar al galápago, y hubieron por ende gran pesar. Y dijo el mur: «Desque habemos pasado una tribulación, luego caemos en otra; y cómo dijo verdad el que dijo que mientras está el hombre aventurado viénenle las cosas a su guisa; y desque comienza a caer, todavía va de mal en peor. Y la mi ventura que departió entre mi compañía y mis hijos y mi haber y mi lugar, no se ternía por pagada hasta que partiese entre mí y entre la compaña del galápago en que yo vivía, cuyo amor no era por galardón, ni por merecimiento, mas por su nobleza de corazón y lealtad y buen entendimiento, cuyo amor era mayor que no había el padre con el hijo. Y tal amor no le puede departir salvo la muerte. Y este cuerpo que es siempre a las tribulaciones, que siempre está en movimientos y en angostura, así que ningún placer no le dura ni le finca con él, así como no dura al ascendente de las estrellas su ascensión ni al descendente su descención, mas siempre se mudan el ascendente en descendente y el descendente en ascendente, y el oriente en ocaso, y el que es en ocaso en oriente. Y este dolor me hace membrar todos mis dolores, así como la llaga que sobre sana y le acaece ferida, que se le ayuntan dos dolores, un dolor de la ferida y otro de la llaga que se refresca».

Dijeron el cuervo y el gamo al mur: «Nuestro dolor y el tuyo uno es, y maguer mucho se diga no le tiene pro al galápago; deja esto y busca algún arte con que salgamos desto en que somos; ca dicen que los esforzados no se prueban si no cuando lidian, ni los fieles si no en dar y en tomar, ni los hijos y la familia si no cuando la pobredad, ni los amigos si no cuando las cuitas». Dijo el mur al gamo: «Veo por bien que vayas y estés en el camino por do ha de pasar el venador, y que te eches así como que estás llagado y muerto, y verná el cuervo y posará sobre ti y hará como que come de ti; y yo iré siguiendo al cazador tanto que sea cerca dél, ca fío por Dios que si te él viere, que dejará la ballesta y la red y el galápago, e irá a ti por te tomar. Y cuando fuere cerca de ti, comenzarás a huir poco a poco de guisa que no se desahucie de ti, y velo atendiendo. Y yo pugnaré de cortar la red, y fío por Dios que ante que él torne habré yo cortado las cuerdas al galápago, e irme me he con él y que tornaremos a nuestro lugar».

E hizo el gamo así como dijo el mur, y siguiólos el venador gran pieza, y el mur tajaba en tanto los lazos del galápago. Y desque el venador no pudo haber al gamo, desahucióse dél y tornóse, habiendo ya el mur las cuerdas tajadas y el galápago ido. Cuando esto vio el venador, y vido sus cuerdas tajadas, y pensó en el hecho del gamo que se le mostrara, y del cuervo que se posó sobre él, y como que comía dél, y como le tajaran en antes sus cuerdas en que yacía el gamo, espavorescióse y dijo: «Esta tierra es de hechiceros o de demonios». Y echó todo lo que traía y tornóse espantado, que no volvió cabeza a ninguna cosa. Y ayuntáronse el cuervo y el gamo y el galápago y el mur en su parral, salvos y seguros.

Dijo el rey al filósofo: «El arte de las más flacas bestias llegó a tanto en se ayudar unos a otros, en ser leales y pacientes. Y como estorcieron los unos por los otros de gran tribulación, cuanto más lo deben hacer los hombres en ayudarse los unos a los otros, y estorcerán de las ocasiones y tribulaciones que en el mundo son y acaecen».