6. El orden y el tiempo

El tiempo también se ordena

Al hablar de orden, inevitablemente hay que hablar de tiempo. El orden y el tiempo están íntimamente relacionados. Una casa bien ordenada y organizada nos permitirá ganar mucho tiempo, mientras que una que no lo esté nos robará muchas horas.

Quizá no te habías dado cuenta aún, o puede que sí, pero el caso es que el tiempo también puede ordenarse. De hecho, existen muchos expertos y organizadores especializados en gestión del tiempo y en cómo alargar al máximo las veinticuatro horas de las que disponemos cada día.

Antes de soñar con dominar el tiempo, lo primero que necesitas es entender un par de conceptos importantes sobre este. El primero es que el tiempo solo puede ordenarse cuando se mide, así que medir el tiempo que tardas en llevar a cabo determinadas tareas te ayudará a colocarlas en el orden correcto para poder sacarle más partido a tu día, por ejemplo, aprovechando esos quince minutos muertos que tienes durante la comida, en el trabajo, para solucionar gestiones que puedas llevar a cabo por Internet.

Lo segundo que debemos aprender del tiempo es que el orden de las tareas influye en el tiempo que tardamos en llevarlas a cabo. Por ejemplo, tardas menos si guardas la ropa después de doblarla y si la doblas seguidamente de recogerla del tendedero, porque tu cabeza está concentrada en lo que está haciendo.

Si al tiempo que recoges la ropa la vas doblando, colócala en la cesta en la posición que te resulte más cómoda para guardarla. Imagina que tienes la ropa de una mujer, de un hombre y un niño. Lo ideal sería colocarla agrupada por cada persona y cada tipo: camisetas de hombre al lado de pantalones de hombre, calcetines de niño al lado de camisetas de niño, etcétera. De este modo, cuando llegue la hora de guardarla, bastará con que vayas cogiendo por grupos todo lo que has doblado: guardarás la ropa en un santiamén.

En cambio, si recoges la ropa del tendedero, la dejas a un lado para hacer otra cosa y vuelves para guardarla o doblarla al día siguiente, igual ya ni te acuerdas de cómo la colocaste ni por qué. Además de que, si no doblaste la ropa al recogerla, seguramente tendrás que planchar más ropa de la necesaria.

Para terminar, el último concepto con el que quiero que te quedes es con que el tiempo es relativo. Eso es algo que nos llevan diciendo desde el colegio, que todo el mundo sabe, pero que poca gente entiende realmente; voy a enseñarte cómo funciona con un ejemplo, que es lo que a mí me funciona mejor.

Siéntate en el sofá, elimina todos los ruidos o quita la música que tengas puesta, coge un reloj y obsérvalo por espacio de sesenta segundos. Tic tac, tic tac; lento, ¿no? En cambio, ¿qué sensación tienes de un minuto cuando llegas tarde a trabajar o cuando navegas por los infinitos mares de Internet?

Por eso, porque el tiempo es relativo, es importante que seas consciente de cómo te afectan las situaciones y distracciones del día a día. Si quieres dominar el tiempo, debes conocer qué cosas hacen que este «vaya más rápido» y qué otras hacen que «vaya más lento».

Una vez que sabes realmente lo que dura el tiempo, es necesario que asumas lo que tardas en hacer cada cosa; por ejemplo, cuánto tardas realmente en salir de casa por la mañana. Piensas que en quince minutos estás listo, pero la realidad es que sales unos ocho minutos tarde todos los días, por lo que realmente tardas veintitrés minutos en salir de casa y no quince. Esos pequeños detalles hacen que vayas con prisa o no, que cojas el atasco de la hora punta o no y que empieces la mañana enfadado y estresado o no.

También, si sabes que te encanta utilizar las redes sociales y coger el móvil es el equivalente a entrar en un agujero de gusano en el que el tiempo pasa asombrosamente rápido, deberías procurar dejarlo bien lejos si pretendes limpiar el baño en cinco minutos o arreglar el salón en diez. Si estás pendiente de WhatsApp o Instagram mientras quitas el polvo, la tarea te llevará una hora en lugar de diez minutos y tendrás la sensación de que llevas todo el día limpiando y que no tienes tiempo para nada. Seguro que te suena.

Con todos estos datos puedes empezar a ordenar tu tiempo desde la realidad y con conciencia. Conócete a ti mismo y, sobre todo, no te engañes nunca.

Planificación de las comidas

Desayunar, comer, merendar, cenar y picar algo es una actividad que repetimos diariamente y que nos ocupa muchísimo tiempo, tanto que ni siquiera somos conscientes de las horas que dedicamos al ritual diario de la comida. Vamos a hacer algunos números.

El día tiene veinticuatro horas, de las cuales dedicamos ocho a trabajar, otras ocho a dormir (con suerte) y al menos una en traslados al trabajo: nos quedan siete de tiempo libre. De esas siete horas, calcula cuánto tiempo dedicas no solo a comer, sino también a pensar qué vas a hacer de comer y cenar, cocinar, la lista de la compra, ir a comprar al supermercado (con sus colas), porque, al fin y al cabo, todas esas acciones están relacionadas con la comida diaria. Yo he calculado que, grosso modo, eso podría llevarnos unas tres horas diarias de promedio, dependiendo de si eres de quienes hacen la compra mensual o bajan a la tienda día sí, día no, de si comes mucho producto fresco, de si cocinas recetas rápidas o eres de platos más complejos, etcétera.

Es decir, aproximadamente la mitad de tu tiempo libre lo dedicas a comer o a actividades relacionadas con la comida. El resto del tiempo, cuatro horas diarias, es lo que te queda para ver la tele, hacer alguna actividad fuera de casa, tender, planchar, limpiar, salir de compras, etcétera. No es mucho, ¿verdad? Eso si no tienes niños.

Si tienes niños, sé que en este momento estás haciendo otros cálculos y te habrás dado cuenta de que, con suerte, te queda una hora real de tiempo libre (en la que te tiras agotado en el sofá), y estás empezando a entender el porqué de ese agotamiento constante y de esa sensación de no tener tiempo para nada.

Hay tiempos que resultan algo más difíciles de reducir. Comemos porque es nuestra necesidad más básica, así que no, no te voy a aconsejar que dejes de comer, sería fácil pero poco práctico. Lo que sí te puedo decir es que hay muchísimo margen de mejora en cómo administramos el tiempo que dedicamos a las labores relacionadas con la comida.

Planificar ciertas rutinas y técnicas, como los menús o la lista de la compra inversa,1 te permitirá ahorrar muchísimo tiempo todos los días y, créeme, es en estas pequeñas acciones constantes y diarias en las que un pequeño cambio puede suponer una gran diferencia, porque la mejora es exponencial. Piensa que una mejora de diez minutos en cada comida será una mejora de media hora diaria, y eso son más de tres horas por semana o catorce horas al mes, lo que da para mucho.

Tampoco hay que olvidar algunos de los efectos colaterales, por ejemplo, de planificar los menús mensuales. Cualquier persona que cocine en casa sabe que a lo peor que se enfrenta el cocinero o cocinera de la familia es a la duda de qué hacer de comer cada día. Evitar esa pregunta es evitar hastío, frustración y hasta enfado, además de que, con planificación, toda la familia comerá mejor y mucho más variado.

Otra de las ventajas es el dinero que te ahorras en la compra al evitar adquirir productos de más, ya que, al confeccionar la lista de la compra mensual, ya sabes que tienes en casa todo lo que necesitas para cocinar.

¿Y por qué mensualmente y no semanalmente? Pues muy sencillo, para ahorrar tiempo. Puedo asegurarte que tardarás casi lo mismo en preparar un menú para una semana que para un mes. Puede que no la primera vez, pero, en cuanto lo hagas para tres o cuatro meses, podrás recuperar la planificación de un mes anterior y repetirla tranquilamente. Es decir, la planificación de menús es un trabajo que, una vez hecho, es muy fácil de reutilizar, con lo que cuantas más veces planifiques tus comidas mensuales, menos tiempo emplearás en ello.

Los cambios de estación

Las casas, para que resulten útiles y agradables en cada momento, deben adaptarse constantemente a los cambios en nuestra vida y en nuestro entorno. Por ello, el pensamiento occidental tradicional de «montar la casa» y olvidarse de ella durante años no tiene ningún sentido, además de ser contraproducente.

Aunque tenemos cuatro estaciones durante el año, podemos decir que, con respecto al orden, existen solo dos cambios importantes: el cambio de primavera, que se produce en abril-mayo, y el cambio de otoño, que se da sobre finales de octubre. Tenemos que aprovechar esas fechas para hacer una limpieza a fondo de nuestra casa y un cambio más profundo.

Durante la limpieza de primavera nos preparamos para la llegada del calor, retiramos los textiles invernales, como las mantas, las colchas y las alfombras gruesas, y cambiamos gran parte de nuestro armario para adaptarnos a las nuevas temperaturas. Evidentemente, el mes o el día exacto dependerá mucho de la zona en la que vivas, no es lo mismo el abril andaluz que el irlandés.

En este momento debes aprovechar para lo que, en el feng shui, se conoce como «limpiar las energías negativas». Se trata de llevar a cabo una limpieza profunda de la casa, incluyendo la parte interior de los muebles, bajo la cama e incluso el sofá, que te llevará a descubrir todo un mundo que se ha ido formando allí debajo durante el invierno.

Aprovecha también para hacer un «sin piedad» y elimina todo aquello que ya no te guste, que se haya desgastado, que no vayas a usar el próximo invierno o que, simplemente, ya ni siquiera recuerdes para qué lo compraste.

Yo incluso te recomendaría ir un paso más allá. Si tienes espacio de almacenaje suficiente, puedes cambiar las cortinas por unas de gasa que dejen pasar la luz del sol, comprar algunas flores de temporada y distribuir estratégicamente aromas esenciales frescos.

Y, cuando termines, date un pequeño homenaje. Si te gusta cocinar, regálate una pequeña celebración personal, algo íntimo, prepara algún menú que te recuerde a las noches de terracita bajo las estrellas, tal vez una burrata con tomates ecológicos y albahaca fresca. Si no quieres cocinar, entonces sal y date un pequeño lujo tranquilo, un capricho.

¿Para qué toda esta parafernalia? Principalmente, porque no quiero que veas este momento como un pesado día de trabajo de esos que a nadie le apetece hacer. Lo que quiero es que conviertas ese momento en una pequeña celebración, un momento de cambio, un momento para limpiar y olvidarte de todo lo malo que te haya podido pasar, para reciclarte y empezar de nuevo con fuerzas renovadas. Es un momento de regeneración para tu casa y para ti, y es importante empezar estos momentos con algo especial que te motive y te alegre.

La vida, muchas veces, es tan dura o tan dulce como nosotros queramos verla. Tenemos un poder increíble para cambiar las cosas del que no somos conscientes. Te invito a que lo descubras convirtiendo un momento de trabajo que da pereza en un momento especial que afrontar con una sonrisa en los labios. Te garantizo que hasta contarás los días que faltan para que llegue el día de limpieza general (y hasta lo adelantarás muchas veces).

Para la limpieza de otoño debemos repetir la misma operación, pero en sentido inverso. A veces puede parecernos un momento triste porque dejamos atrás los largos días de verano, la playa y el sol, pero también vamos a dar la bienvenida a las tardes de mantita y sofá, al chocolate calentito y los bollos de canela o al olor a pan o bizcocho recién horneado. El invierno es mágico y romántico, es entrañable y nos llena de momentos únicos e irrepetibles.

Al final, si te fijas, se trata de disfrutar de las cosas buenas y dejar de concentrarnos en todo lo malo, de dar la vuelta a lo que no nos gusta para darle un nuevo significado. Tenemos el increíble poder de hacer eso y mucho más. Algunos de nuestros problemas más frecuentes se deben a que enfocamos erróneamente las situaciones y el día a día, dejándonos llevar por una corriente de enfado y hastío que nos consume. Cambia el chip, hazte una limpieza de temporada y date una nueva oportunidad.

La clave de un buen día: rutinas de mañana y de noche

Un día laboral en la vida de cualquier persona consiste en cumplir con un pequeño ritual de rutinas que la lleva a realizar siempre las mismas acciones y que, precisamente por eso, suele terminar con las mismas sensaciones y los mismos resultados. Aun así, poca gente es consciente de que es posible modificar esta dinámica sin demasiado esfuerzo. Por mi experiencia, opino que se debe a que la mayoría ni siquiera se ha parado a pensarlo.

Creo mucho en los comienzos y por eso animo habitualmente a hacer borrón y cuenta nueva. Cada nuevo comienzo es una nueva oportunidad para hacer mejor las cosas, para sentirnos más a gusto con nosotros mismos y nuestro entorno y para conseguir vivir más tranquilos y más felices. Y así veo cada nuevo día, como un nuevo comienzo, porque al fin y al cabo, ¿sabe alguien lo que ocurrirá en una hora o en seis? La vida cambia en un solo minuto, para bien y para mal, así que yo he decidido pensar que todo puede mejorar cada día; pero tengo un truco, porque la mente no funciona a base solo de buenos propósitos, hay que darle un empujoncito.

La buena mañana empieza por la noche

Si quieres tener un buen día, empezar con mal pie no es una opción. Si ya sales corriendo de casa, o enfadado porque la camisa que querías ponerte está arrugada, o porque no te ha dado tiempo a ducharte, vas a empezar el día torcido y con una actitud negativa.

Por ello, es importante que intentemos mimar nuestras mañanas. ¿Quién no ha suspirado viendo esas mañanas de película de televisión cuyos protagonistas salen a hacer footing, se duchan y desayunan con calma leyendo el periódico? ¿A qué hora entran a trabajar? ¿A las doce? Yo no puedo hacer que entres más tarde a trabajar, pero sí puedo ayudarte a que arranques mejor el día con algunas pequeñas pautas.

Probablemente lo más sorprendente que me vas a escuchar decir es que, para tener una buena mañana, no hay que centrarse demasiado en la mañana en sí. Curioso, ¿no? Pues así es, y es que la clave de la mañana, realmente, está en la noche anterior.

Mi propuesta es llevar a cabo una pequeña rutina de noche que no te llevará más de quince o veinte minutos, o menos dependiendo de a qué te dediques, si vives solo o si tienes muchos hijos. Te aseguro que serán unos de los minutos mejor aprovechados de todo el día.

Lo primero que tienes que hacer es recoger todo lo que haya quedado tirado por la casa, como los juguetes de los niños, los zapatos, la ropa del trabajo o la bolsa del gimnasio. Si no has sido disciplinado como para dejarlo todo colocado en el momento adecuado, entonces esta es tu segunda oportunidad. Antes de acostarte, debe estar todo en su sitio.

Lo mismo ocurre con los platos de la cena y la cocina. No hace falta que quede como para que pase el mayordomo de Tenn. Simplemente lava los platos, recoge lo que haya quedado por la encimera y pasa un trapo rápido. No buscamos un sobresaliente en limpieza; en este momento, el aprobado es nuestro objetivo.

¿Qué busco con esto? Busco que cuando te levantes y mires a tu alrededor, no veas un montón de trabajo pendiente, caos y suciedad. Haz memoria y piensa en cómo te sientes cuando, al levantarte, la casa está perfecta y en cómo te hace sentir verla hecha un desastre. Todavía no has hecho nada y, en tu cabeza, el día ya empieza a torcerse.

Segundo truco: deja preparado todo lo que necesites para el día siguiente. No me refiero solo a la ropa, que por supuesto también, sino a las mochilas del cole de los niños, el bolso, la cartera o cualquier otra cosa que «no se te puede olvidar». Por la noche, dentro de lo que cabe, no tenemos demasiada prisa y podemos hacer estas cosas con calma; si pretendemos hacerlas por la mañana, cuando ya vamos tarde, es muy probable que se nos olvide algo.

Si eres de los que usan planners y agenda, como yo, te recomiendo también que revises qué es lo que te espera al día siguiente. Tal vez no recuerdes que tienes reunión o que, después de recoger a los niños en el cole, habías quedado. Son circunstancias que pueden requerir un cambio de ropa o preparar algo especial. Si no eres de agendas, ¿a qué esperas para serlo? Da igual que sea física o digital, que utilices una Moleskine, una agenda monísima o una app como Google Keep o Evernote, es importante tener la costumbre de usar algo así. ¿Por qué? Pues porque cuando tienes el hábito de apuntar tus recordatorios y revisar tus notas, el descanso mental que sientes es enorme. Si no lo haces, tu mente tiene que estar constantemente recordándolo todo. Seguro que te suena lo de estar en el trabajo o andando por la calle y pensar: «No se me puede olvidar que…». Esto supone un esfuerzo mental enorme y, además, bastante absurdo. Haz la prueba.

Volviendo a nuestra rutina de noche, solo nos quedaría un paso más: deja preparado todo lo que puedas del desayuno del día siguiente. Prepara la mesa, coloca el frutero, los cereales…, ya sabes, todo aquello que no necesite estar en nevera.

La regla de oro para la rutina de mañana es «evita pensar por las mañanas». Si quieres tener una mañana tranquila, debes dejar que todo funcione en modo automático, que la mente pueda despertarse poco a poco. Para eso, como digo, lo mejor es dejar preparado por la noche todo lo que puedas necesitar, así tendrás la seguridad de que todo está bajo control, podrás ir con calma, habrás ganado muchísimo tiempo y podrás disfrutarlo, por ejemplo, desayunando tranquilamente.

La rutina de mañana de diez

Los puntos que acabamos de ver, en cuanto a preparar un buen día y la rutina de noche, son los básicos. No obstante, todavía podrías hacer algo más para bordarlo y sentirte mejor.

En primer lugar, olvídate del móvil. Como ya habrás comprobado infinidad de veces, el móvil es el enemigo número uno de la productividad, es un agujero negro que devora nuestro tiempo a una velocidad asombrosa, perdidos por los infinitos contenidos de los periódicos, las redes sociales y las notificaciones. Eso está muy bien cuando puedes dedicarle tiempo y desconectar, pero no es el caso de las mañanas, en las que, por norma general, disponemos de muy poco tiempo. Así que intenta olvidarte del móvil hasta ese segundo antes de salir de casa, y si digo que hay que mirarlo antes de salir, es porque podría haber algo importante que necesites saber.

Otro buen truco para mejorar nuestras mañanas y, además, mejorar también nuestro descanso, es trasladar la ducha de la mañana a la noche. Es buena idea eso de ducharse por la mañana para empezar el día fresco y quitarte la modorra y el sudor nocturno, sobre todo en verano. No obstante, no es peor idea quitarse el mismo sudor y la suciedad del día entero antes de meterse en la cama. Durante el ritual del baño regulamos nuestra temperatura y nos relajamos, lo que facilita un descanso mucho más efectivo.

A mí, por ejemplo, que me confieso más de baño que de ducha, me gusta reservarme esos momentos después de acostar a mi hija para disfrutar de una bañera tranquila, con mis sales y mis pequeños rituales de belleza, sin prisas, como solo puedo hacerlo a esas horas. Eso hace que las tensiones de mi cuerpo desaparezcan, me ayuda a dormirme antes y mejor, y me ahorra mucho tiempo durante la mañana.

Finalmente, respecto a orden del hogar, te recomendaría dejar limpio todo lo del desayuno, hacer la cama y, si puedes, dejar a tu robot aspirador encargándose de la casa mientras estás trabajando. Como siempre, vamos a visualizarlo para ver el porqué de todo esto.

Imagina un día agotador, llevas horas fuera, estás cansado y abres la puerta de tu casa dispuesto a tirarte en el sofá. Pero nada más entrar por la puerta lo que ves son los restos del desayuno todavía en la mesa, resecos, la cama sin hacer y alguna pelusilla que se pasea alegremente por el suelo. Bajón. Lo primero que querrás hacer es darte la vuelta y bajarte a tomar algo con el primer amigo que te coja el teléfono.

En cambio, imagina ahora el mismo escenario agotador, pero, esta vez, al llegar a casa, lo encuentras todo limpio y aspirado, la cama hecha y la ropa recogida. Dejas tu abrigo en la percha y los zapatos en el zapatero, te sirves algo fresco y te tiras tranquilamente en el sofá a ver tu serie favorita, a leer o a no hacer nada. Ni siquiera querrás que te llame nadie.

Estos son los pequeños detalles que convierten una vida difícil en una agradable. No los subestimes.

Medir el tiempo con música

Ahora me gustaría hablarte de una técnica tremendamente efectiva para mejorar el ánimo, reducir el estrés y sentirte mejor. Suena bien, ¿verdad?

Creo que no me equivoco si digo que no hay nada que refleje mejor la ansiedad y el agobio de nuestro insano estilo de vida que el tictac incesante, insensible y brutal de un reloj. ¡Arranca las cadenas, olvídate del reloj!

Muchos de los momentos más estresantes o agobiantes de nuestra vida los pasamos mirando un reloj; bien porque el tiempo no pasa, bien porque lo hace demasiado rápido. Salimos de casa con prisas y miramos el reloj a cada minuto. Llegamos tarde a una reunión, o a recoger a los niños, o va a cerrar el supermercado y miramos el reloj a cada rato. Esperamos una llamada importante y miramos el reloj sin cesar.

Sea como fuere, el reloj es un aparato demoníaco que nos colma de estrés y ansiedad. Es la antítesis del slow life y un recordatorio constante de que llegamos tarde a algún sitio o de que no nos va a dar tiempo de hacer algo.

Vivimos obsesionados por ganar tiempo, por tener días de 48 horas, pero ¿para qué? ¿Disfrutaríamos más con días más largos? ¿Invertiríamos ese tiempo en ser más felices? Seguramente, no. La clave no está en tener más tiempo, sino en aprender a disfrutarlo y a no obsesionarse con él.

Mi alternativa, mi propuesta para empezar a desligarnos de la tiranía de los minutos y segundos, no es otra que la música. Poca gente se ha parado a pensar en que se puede medir el paso del tiempo de muchas maneras. En el ámbito del deporte, por ejemplo, los entrenadores tienen calculado que dos series de veinte abdominales son un minuto. También cuando hacemos footing sabemos que nuestro circuito de una hora consiste en ir hasta un punto determinado y volver. Mi sistema preferido, sin embargo, es la música.

Es ridículamente sencillo saber cuánto tiempo dura una secuencia de canciones, ya sea el último álbum de nuestro artista favorito o una lista de reproducción de Spotify. Además, seguro que tú, como yo, sueles escuchar la música por rachas. Es decir, te gusta un artista o una lista de música determinada durante una temporada y lo escuchas todo el tiempo. Después te cansas y buscas algo nuevo, y así continuamente.

El caso es que somos capaces de memorizar, de forma casi innata, una lista de reproducción en muy poco tiempo. Y esto lo hacemos de la mejor forma, de una forma sensorial y natural. Es decir, quizá no podamos recitar de memoria todos los artistas y canciones de la lista, pero es que eso es absurdamente inútil. Sin embargo, cuando se está terminando una canción, ya empezamos a tararear la siguiente sin apenas darnos cuenta.

Yo utilizo las listas de reproducción para crear secuencias de canciones que ocupen todo el tiempo de mis rutinas habituales; por ejemplo, mi rutina de mañana o el tiempo que tardo en ir a determinado sitio. Si estoy en la canción equivocada en un determinado momento, sé si voy demasiado rápido o si me estoy retrasando. No necesito usar un reloj para eso. Y si tengo dudas, siempre tengo el del móvil o el del coche a mano.

Acostúmbrate a dejar de usar el reloj y a medir tus tiempos con música. Te aseguro que la mejoría que notarás en cuanto a estrés, ánimo e incluso cansancio va a ser impresionante.

Deja de medir el tiempo y empieza a disfrutarlo; deja de medir tu vida y empieza a disfrutarla.