«Soy el representante del grupo de rock Hilton Free. Hacemos temas duros y los alternamos con guarachas según las circunstancias. O sea, hacemos rock alternativo». Eso dijo a la señora que lo recibió la tarde en que decidió dirigirse a aquella Casa de la Cultura. Se había enterado de que buscaban una agrupación que cubriera el jueves por la noche un espacio que dejó vacante un conjunto que se desintegró… junto al avión en que viajaba.
«Si de alternar se trata, yo aquí lo mismo limpio que atiendo la recepción. Si por mí fuera se iba con su rock a otra parte, pues cada vez que hay concierto me dejan el patio lleno de basura. Vaya y vea al especialista de música, que a él sí le va a cuadrar el multioficio de ustedes», le respondió la aludida.
Que sea representante de un grupo de rock no debe representar mucho. Ha llegado a eso más por seguir los pasos de su hijo que por otra cosa. Y no es que en sus tiempos juveniles no le gustaran esos géneros «raros» que encabezaban la diversión de los pases de fin de semana tras cinco días en la beca. Diversión le nombraba él, diversionismo17 le llamaba su padre, quien no paró hasta obligarlo a prescindir de sus sueños de imitar a tantos músicos anglosajones inimitables.
«No oigas esto ni aquello», repetía su progenitor, quien no hacía más que cumplir ciertas orientaciones. Los Beatles, los Rolling Stones y compañía nunca estuvieron prohibidos: simplemente no se les podía poner y basta.
Entró por el «buen camino», estudió en la universidad y aprendió lo necesario para darse cuenta de que debía permitir a su hijo hacer con su vida lo que le viniera en gana. No quería que terminara siendo el representante de un grupo musical del que no entienda ni jota.
Pero volvamos al día de marras: el especialista lo atendió, le encantó el proyecto, y la peña fundada por él cumple ya cinco años. Ha sido un lustro no sin contratiempos: los siguen muchos adolescentes que no tienen para entrar a una discoteca y lo poco que le dan sus padres se lo gastan en pagar las económicas descargas y tomarse un buche de lo que aparezca.
El espacio en la Casa de la Cultura solo les da para cumplir la programación de la empresa. Han grabado dos demos de escasa repercusión demográfica, y preparan un videoclip que les saldrá bien barato, pues lo filmarán con recursos propios y tendrá como escenario la destartalada Casa de la Cultura que les sirve de sede y que su hijo y Hilton Free se han encargado de desbaratar más con la vibración de su metal estridente. El tema elegido está cantado en el inglés del Bronx; la letra versa sobre un extranjero que decide echar su suerte en Cuba y lo ponen al frente de un taller literario municipal. Un rock sicodélico.
En cuanto a la recepcionista, le fue con el chisme a un hijo suyo que devino rockero y reunió a un grupo de peludos ―los Chan Chan Man― a los que les ha dado por cultivar la guaracha-hard-punk. Andan de gira por Europa y hasta le plagiaron a Hilton Free una magnífica versión en rock sinfónico ―sintetizador, guitarra eléctrica, güiro, maracas y cencerro― que hicieron de una pieza de Buena Vista Social Club. Ahora mismo el personaje de nuestro cuento reza ―en aras de que sus muchachos ocupen el puesto que merecen― por que los Chan Chan Man se desintegren… en el mejor sentido de la palabra.