Muy buenos días, estimados televidentes. De nuevo en este espacio para comentar las imágenes recibidas vía satélite.
Lo primero que tenemos por acá es muy corto, pero quiero se fijen bien en lo que van a ver ―¡pásalas ya!―. Ese yate que observan en primer plano fue encontrado a la deriva en el Pacífico, cerca de las costas de Japón. Presten atención al nombre del yate… ¡Ahora! ¿Vieron? Se llama George, así de simple. Pero les voy a decir lo mejor, que logré traducir del japonés: fue encontrado con nada menos que cien kilogramos de cocaína.
Ustedes habrán de preguntarse qué relación pueden tener ambos elementos, y yo les devuelvo la interrogante: ¿no es demasiada casualidad que ese sea el nombre del presidente de Estados Unidos y el yate haya sido descubierto cargado de estupefacientes? Les digo esto para que tengan elementos de juicio respecto a una noticia que puede parecer inocente. Nada más claro: estamos seguros de que detrás de este suceso está la Casa Blanca. ¿Que cómo llegó a Japón ese yate? Eso lo sabe el FBI y, por supuesto, el señor Bush.
La segunda imagen es muy significativa. Están viendo un reportaje de la CBS en una de las calles más céntricas de Nueva York. Observen ahora cómo esa viejecita, que viene caminando muy tranquila, de buenas a primera resbala con una cáscara de plátano ―¡ahí está!―, cae de espaldas y se da un fuerte golpe en la cabeza. Momentos después muere a causa de una fractura craneana de gran magnitud.
El periódico The Washington Post, en una pequeña nota, atribuye el hecho a un descuido de la señora, quien, según ellos, no divisó la cáscara de plátano. ¡¿Hasta cuándo estos individuos pretenden engañar a la opinión pública?! ¿De dónde proviene esa cáscara de plátano? Para nadie es un secreto que los plátanos que consumen los yanquis son importados desde la región centroamericana. ¿Quiénes explotan las grandes cosechas bananeras? Ustedes y yo lo sabemos: las transnacionales norteamericanas. Ellas son las verdaderas culpables de que esta inocente anciana haya muerto en una céntrica calle de Nueva York. ¡Y detrás de ese resbalón está la mano de la CIA!