Oficio de (b)votar

―Se somete a votación el informe del director. Los que estén de acuerdo…

El subdirector general recordó aquellos meses difíciles en que siendo jefe de almacén de la Orate (Oficina de Recreación Activa y Turismo Especializado) le habían hecho una auditoría que arrojó ―casi vomitó― la astronómica cifra de mil quinientas bermudas en faltantes. Sus dotes de prestidigitador de poco le valieron, pues nadie tragó que las bermudas les fueron obsequiadas a unos turistas de cierto archipiélago de igual nombre. Cuando la cosa pintaba negra, surgió la mano de quien ahora se debatía entre la silla y el despido, para firmar su designación en esta, la Esta (Escuela de Superación de Trabajadores Agrícolas). Le debía demasiadas cosas como para no… Levantó la mano.

El subdirector docente no despegaba la vista del subdirector general, quien le había resuelto dos latas de pintura de esmalte blanco de lo poco que pudo salvar del susodicho almacén. Él se las había pagado regalándole el radio que ostentaba en su oficina con chapilla de inventario al dorso. Los favores son favores y los amigos están… Levantó la mano.

El jefe de cátedra estaba algo nervioso desde que empezó la reunión. Conocía de carambola los rumores que le achacaban al subdirector docente ciertos manejos fraudulentos en los resultados de los exámenes finales de Historia del Chapeo IV. Eran ciertos, mas nadie sabía que él, como jefe de cátedra, había propuesto un cuestionario con preguntas por lo bajito, para que todos se graduaran sin mayores dificultades. Si no fuera por lo grave del asunto, debería reírse al recordar la que decía: «Marque con una cruz donde no vea bolitas». Por ello le pareció genial la vuelta que le dio su jefe al embrollo, muy tomada en cuenta por el subdirector para redactar el informe. Si este último no se aprobaba pudiera ser… Levantó la mano.

Lo habían contratado hacía solo tres meses. Su plaza de profesor fijo dependía en mucho de la suerte que corriera el jefe de cátedra en tal convulsa situación. Debía seguirlo cualquiera fuese el plato de la balanza que eligiera si quería mantener el equilibrio de los hasta ahora balanceados platos de la mesa hogareña. Su esposa no le perdonaría… Levantó la mano.

―Aprobado por unanimidad el informe del director.

La empleada de limpieza, mientras barría las colillas que quedaron de la encendida reunión, recordaba los malos ratos pasados cuando a su hijo mayor lo expulsaron de la escuela por tener una frase en la palma de la mano el día de la prueba de marras. Se consoló pensando que la democracia es una cosa muy buena.