―Jefe, ¿qué lo tiene así, meditabundo?
―¿Leíste el periódico?
―Sí, y que yo sepa el mundo no se acaba.
―Pero se pueden acabar nuestros viajes al extranjero.
―Ah, no joda… ¿Qué noticia es esa que puede afectar nuestros contactos con este mundo decadente y unipolar?
―Lo de los foros interactivos.
―¿Eso? No veo en qué nos perjudique.
―¿Serás guanajo? ¿No ves que cuando todos los países y organismos internacionales adopten la onda de hacerlo todo por Internet, van a meter los eventos vía satélite y nos los vamos a espantar delante de una PC y sin pisar un Boing? ¿No te das cuenta?
―¡Qué feo!
―Y no es todo. Cualquier día, con la campaña por el ahorro, comienzan a transmitir digitalmente los congresos, encuentros, plenos, asambleas, homenajes y el copón divino, para no gastar en transporte, hospedaje y demás. Entonces… ¡ni al Palacio de las Convenciones! ¿Qué te parece?
―¿Y nos perdemos el aire acondicionado, los bocaditos, las recepciones…?
―Y las agendas, los portafolios, los camarones…
―¡Qué mal me cae el progreso, jefe! Tenemos que hacer algo.
―¿Qué se te ocurre?
―No sé… Quizás embullar al ministro a que convoque en la Onu ―me da lo mismo si en Nueva York o Ginebra― un simposio mundial que bien pudiera llamarse «Contra la Globalización de las Convenciones»… Y claro, que nos envíen a usted y a mí.
―¡Eres un genio!… Toma, te mereces una caja de habanos.