¡Te doy la bienvenida a la segunda parte del libro! Y no quiero que te decepcione su brevedad y sencillez. Dicen que Leonardo da Vinci afirmaba que lo sencillo es la máxima expresión de lo sofisticado y esa es la actitud con la que deberías afrontar esta segunda parte. Es corta y sencilla, pero su contenido es sin duda esencial para aprender a hacer cócteles celestiales durante el resto de tu vida.

Hay dos formas de aproximarse a la música. Puedes hacerla, lo que implica llevar a cabo acciones, y puedes escucharla, que es un acto pasivo.

Hasta ahora hemos estado aprendiendo a hacer música. Por ejemplo, hemos visto cómo hacer nuestros propios cócteles celestiales riéndonos para liberar endorfinas, concediéndonos pequeñas victorias para liberar testosterona y abrazándonos para liberar oxitocina.

Ahora ha llegado el momento de escuchar música, es decir, de entrenar nuestros cerebros para producir endorfinas, testosterona y oxitocina de forma pasiva, sin que hagamos nada para provocarlo.

Quiero que me acompañes de visita a una noche fresca de julio, justo cuando el sol empieza a ponerse en el horizonte. El ocaso baña el campo de trigo que tienes ante ti con destellos cálidos y ambarinos. Sientes la suave brisa veraniega que barre el trigal y decides deambular hacia el otro lado, atravesando la frondosa vegetación del campo. Poco después, lo logras y, al darte la vuelta para ver por dónde has venido, apenas ves huellas de tu paso. Ha sido un paseo tan agradable que decides hacerlo una vez, y otra, y otra, y para cuando acaba el verano lo has hecho unas cien veces y has ido marcando un sendero cada vez que cruzabas. Ahora imagina que, por el motivo que sea, decides atravesar ese campo de trigo mil veces. ¿Qué rastro dejarías? Pues uno fácil de seguir, por el que se avanza sin apenas esfuerzo y que no te importa tomar, porque te has acostumbrado mucho a él y lo percibes como seguro. Esta es una analogía muy precisa de cómo se forman tus pensamientos y tus comportamientos. Cada pensamiento recurrente, verdad o comportamiento es un camino y por algunos has avanzado decenas o incluso cientos de miles de veces. Te has acostumbrado a pensar y comportarte así. Para ti son rutas seguras, sencillas y que te ahorran energía.

Supón que, un día, piensas: «Ya me he hartado de ir siempre por este camino para cruzar el campo, no me lleva a donde quiero ir. Voy a crear un nuevo sendero». Y te desplazas cincuenta pasos hacia la izquierda y emprendes un nuevo camino. Es raro y te cuesta avanzar. El trigo se levanta frente a ti todo el rato y tropiezas con montículos de arena y piedras. Y tu cerebro se queja: «¡Anda ya! ¿Pero qué es esta chorrada? ¿Por qué estamos yendo por aquí habiendo un camino seguro y bien marcado ahí mismo?». Pero tú ya lo has decidido y, con el tiempo, llega el cambio. Porque ¿qué sucede con el camino que ya no se usa? Pues que vuelve a crecer la vegetación y lo cubre. Después de un tiempo, el nuevo camino se convierte en la opción más rápida y sencilla. Y después de pasar por el nuevo camino un número suficiente de veces, apenas quedará rastro de la existencia de aquel otro que solías usar. A veces, volver a leer entradas anteriores de nuestro diario nos recuerda comportamientos antiguos que nos preocupaban y que nos parecían desafíos de gran importancia que debíamos superar, pero que ahora han quedado completamente borrados de nuestras vidas.

Espero que esta metáfora te ayude a entender que todos tus pensamientos, verdades y comportamientos pueden ser reemplazados por otros nuevos, siempre y cuando los repitas una cantidad suficiente de veces. Lo mismo sucede, claro está, con los nuevos comportamientos. Tomemos, por ejemplo, el hábito de sonreír más. Las sonrisas de verdad te pueden proporcionar una combinación mágica de dopamina, serotonina y endorfinas. Si decides practicar sonreír más a menudo, estarás creando nuevos caminos en el cerebro cada vez que lo hagas y un día, después de meses o tal vez un año, notarás de repente que sonríes más a menudo, sin tener ni que pensarlo. ¡Enhorabuena! Habrás aprendido a escuchar música en vez de tener que crearla activamente. Estás haciendo un cóctel celestial de forma pasiva, sin tener que pensar siquiera en disparar nada. El término científico para todo esto que acabo de describir es neuroplasticidad.

Neuroplasticidad y repetición

Durante mucho tiempo, hubo un consenso respecto a que el cerebro humano era estático e invariable, y aún hoy en día hay personas que insisten en que han nacido sin la habilidad de bailar, cocinar, orientarse, ser graciosas, ser capaces de hablar bien en público, dirigir a otras personas, cerrar una venta, etcétera. Lo que sabemos ahora es que esta actitud inhibe radicalmente, a veces por completo, el crecimiento individual en las áreas relacionadas. Esto es lo que se suele denominar tener una actitud rígida. Por otro lado, cualquiera que crea que puede mejorar y crecer en una determinada área, puede hacerlo. Esto se denomina tener una actitud de crecimiento. Hemos aprendido no solo que el cerebro es dúctil, sino también que podemos decidir cuándo y si queremos que cambie.

Mi primer consejo sería que te preguntes si crees que puedes elegir con libertad ser feliz, sentir orgullo por quien eres, quererte o tener seguridad en ti. Si crees que sí, puedes hacerlo. En cambio, si crees que no tienes esa libertad, deberías encontrar la manera de convencerte de lo contrario. Probablemente el camino que tienes por delante sea más largo, pero no tiene nada de imposible. Sigue leyendo sobre la actitud de crecimiento con una mentalidad abierta y habla del tema con los amigos que creas que sienten curiosidad y tienen también una mente abierta. Inspírate en ellos y cambia tu perspectiva. En realidad, los humanos somos fáciles de influir y podemos llegar a creer casi cualquier cosa. En este caso, se trata de creer que tienes el poder de cambiar tu comportamiento e influir en tu propio bienestar.

Supón que contrajeras una misteriosa enfermedad tropical que te obligara a pasar una cuarentena de doce semanas en un hospital especializado. Te meten en una habitación blanca y vacía con un ventanuco por el que solo se ve una pared de ladrillo. Te pasan la comida por una rendija en la pared opuesta. El personal es lo bastante benévolo para proporcionarte un ordenador para que te puedas entretener. Te sientes solo, supongo, pero no es insoportable. Un día, mientras lees las noticias, descubres un estudio científico que aparentemente ha demostrado que los individuos pelirrojos se han vuelto propensos a estallidos de violencia debido a cambios en su composición genética causados por recientes alteraciones atmosféricas. El artículo advierte de que no hay que establecer contacto visual con los pelirrojos. Después de esto, y durante las doce semanas siguientes, lees un montón de noticias sobre crímenes violentos cometidos, aparentemente, por pelirrojos. Por fin, llega el día que se considera seguro para que regreses con la población general y te dejan salir del pabellón. En la entrada del hospital, pasas al lado de un pelirrojo y notas que te estremeces de terror. Puede parecer un ejemplo raro: ¿quién publicaría una mentira así y manipularía las noticias para hacer creer que los pelirrojos son criminales? Pero, si lo piensas un poco, verás enseguida que así es como funcionan en realidad las noticias y las redes sociales. Te hacen creer cosas que no creerías de cualquier otro modo y que ni siquiera eres consciente de que crees. Los medios, por ejemplo, acostumbran a hacer hincapié en las noticias negativas en vez de en las positivas, lo que nos puede dar una idea sesgada sobre el verdadero estado del mundo. Lo que ha pasado durante esas doce semanas es que has llevado a cabo un cambio neurológico que ha hecho que tu cerebro te sirva automáticamente un cóctel infernal ante la simple visión de una persona pelirroja.

Mi objetivo con este ejemplo es señalarte que las cosas con las que alimentas tu cerebro acabarán convirtiéndose en verdad si las consumes el tiempo suficiente. Si hasta ahora no controlabas con qué alimentabas tu cerebro, significa que son tus padres, tus amigos, tu cultura, los medios de comunicación que has consumido y las redes sociales quienes han elegido tus creencias. Tu cerebro se alimenta de ideas constantemente (se programa), tanto consciente como inconscientemente, de las personas con quienes te asocias. Las cosas que eliges dar a tu cerebro a diario forman caminos por tu campo de trigo mental que, a su vez, determinan qué cócteles celestiales o infernales acabas tomando. La neuroplasticidad no descansa nunca. Es un proceso que adapta tu cerebro constantemente para asegurarse de que funciona de manera óptima en cualquier circunstancia en la que te encuentres. Se trata de un proceso que tiene lugar todos los días y que te convierte en el individuo que eres. En términos técnicos, los recuerdos y las actividades (las conexiones nerviosas y neuronales) que repites frecuentemente se refuerzan, mientras que los que no repites tan a menudo se debilitan. Esto significa, pues, que hay cambios físicos reales en tu cerebro que se dan como resultado de elegir o no repetir algo. En otras palabras, que puedes crear un cóctel celestial automático permanente en tu interior tomando las decisiones correctas sobre con qué alimentar tu cerebro.

¿Cuánto tarda en producirse el cambio?

Con toda probabilidad, el cambio ya ha empezado. Los consejos y las ideas que has leído en este libro ya te han inspirado para abrir nuevos caminos por tu campo de trigo. El cambio puede llegar como una epifanía cuando finalmente cae una ficha o algo cobra sentido. Pero ese tipo de revelaciones pueden ser fugaces y son bastante difíciles de producir o predecir a voluntad. En nuestro caso, es mejor confiar en mecánicas de repetición predecibles, pero más lentas. Los estudios sobre neuroplasticidad han hallado que aparecen diferencias visibles en el cerebro después de solo cuatro semanas y que dichas diferencias aumentan a medida que pasa el tiempo. La mayoría de los estudios sobre este fenómeno en concreto no se han prolongado más de doce semanas, pero los pocos que lo han hecho muestran de forma bastante clara que puede seguir habiendo cambios una vez superado ese momento. Sin embargo, basándonos en esta ciencia y en mis propias experiencias con los miles de personas a las que he formado en mis cursos de autoliderazgo, parece que existe una especie de marco temporal mágico de unas ocho semanas. Después de ocho semanas, los ejercicios empiezan a activarse pasivamente, es decir, sin que tengas que dispararlos tú deliberadamente. En otras palabras, después de ocho semanas de esfuerzo, podrás empezar a escuchar la música que has creado. En cuanto a mí, tardé entre cuatro y cuarenta semanas en automatizar las distintas herramientas que uso. No creo que nadie pueda asegurar cuánto tardarás tú en conseguir un cambio duradero en un comportamiento o un patrón de pensamiento habituales. Varía mucho en función de la persona y depende de muchos factores, incluidos aspectos genéticos, epigenéticos, programación existente, si hay una actitud de crecimiento o rígida, la frecuencia de repetición de los ejercicios y su duración, y las condiciones vitales concretas del individuo. Lo que sí sabemos sin duda alguna es que podrás reprogramarte. Y da igual si tardas dos, ocho o doce meses en dominar todas las herramientas. Lo que tardes no importa. Lo que importa es que decidas que, de ahora en adelante, elegirás activamente entrenar para sentirte como te quieres sentir. La cantidad concreta de meses que dediques a ello es irrelevante. Yo hace seis años que me liberé de mis pensamientos depresivos y lo más emocionante de mi viaje hasta ahora es que cada mañana, al despertar, he mirado mi vision board, que tengo al lado de la cama, he elegido una herramienta para trabajar ese día y he repetido este patrón una y otra vez. Y cada año que ha pasado me he sentido mejor. A veces me pregunto si las cosas dejarán de mejorar algún día. La vida me embriaga y a ti te puede pasar lo mismo, si no te sucede ya.