En algún momento de septiembre de 2010 pasé una fugaz y por momentos imaginaria tarde en un pequeño pueblo noruego en el que supuestamente veraneaba Santa Claus —el casi maquetado Drøbak— y en el que, por supuesto, había una tienda de souvenirs navideños y una oficina postal desde la que podías escribir al mismísimo Santa Claus y desde la que yo preferí escribir a casa.
La postal que envié a casa era una postal de ese mismo sitio nevado. No, no había esquiadores diminutos descendiendo por ningún tipo de montaña. Sólo una calle nevada. Cuando la recibimos, la colgamos en la nevera. Supongo que fue en ese momento en el que empecé, de alguna forma, a vivir también ahí dentro. En Kimberly Clark Weymouth.
Las novelas son, a veces, pequeños animales salvajes que el escritor alimenta durante años. Son como diminutos y no domesticados conejos de chistera —uno distinto pero familiar y encantadoramente reconocible cada vez— que acaban teniendo su propia chistera y llamando (¡TOC!) (¡TOC!) insistentemente (¡TOC!) (¡TOC!) a algún tipo de puerta hasta que no tienes otro remedio que abrirles y ¿qué? ¿Dejarles entrar?
Oh, no, el que entras eres tú. Porque las historias no llaman desde fuera, llaman desde dentro. Te llaman para que entres y desaparezcas.
A veces, durante mucho tiempo.
En este caso, durante demasiado tiempo.
Sí, una novela es, a veces, algo tan ilusoriamente irreal como un indomesticable conejo de chistera decidido a, por qué no, destruirte.
Gracias, Albert Puigdueta, por impedir que lo hiciera. Por esperarme en el rincón después de cada asalto para decirme (YA CASI LO TIENES).
Gracias también a mis primeros e ilustres lectores: Rodrigo Fresán, Lucía Lijtmaer y Sara Mesa. A veces pienso que simplemente os he imaginado. Gracias, de verdad.
Bernat Fiol, gracias por creer en mí desde el principio.
Y, puesto que, como cualquiera de los cuadros de Madeline Frances, esta novela podría llamarse Mamá, no estabas cuando ocurrieron un montón de cosas, (GRACIAS) Jordi Guinart porque sin ti no podría existir ningún otro mundo.
Y éste no tendría sentido.