Presentación

 

 

Puede que Ramón del Valle-Inclán sea, entre los clásicos españoles del siglo XX, el que con más razones venía reclamando una edición popular de sus Obras completas. Por un lado, su figura y su personalidad extravagantes, rodeadas de un fabuloso anecdotario, han solido distraer, cuando no eximir, la lectura de sus libros. Por otro, la enmarañada historia editorial de sus publicaciones ha plagado de confusiones y malentendidos la transmisión de no pocos de sus títulos, dificultando la obtención de una adecuada perspectiva de conjunto.

El caso es que la obra de Valle-Inclán exige como pocas ser contemplada en su recorrido. Entre otros motivos, porque sólo así es posible apreciar la espectacular evolución de su estética, que en pocos años transita desde el preciosismo decadentista de sus primeros años a la furia guiñolesca del esperpento. Únicamente observándola en su desarrollo se explica por qué la obra de Valle, conforme ha dicho Pere Gimferrer, constituye, al menos en España, «el gozne en el que se produce el quiebro o cambio de óptica que separa a la narrativa clásica —cuyos últimos representantes son Galdós y Clarín— de la narrativa contemporánea». Una opinión que cabe extender, con más fundamento todavía, al teatro. Y a la que debe añadirse otra consideración pendiente aún de ser suficientemente atendida, relativa a la lengua empleada por Valle. Éste quizá sea el escritor contemporáneo que con más vigor y atrevimiento ha planteado la posibilidad de un español total, de un idioma que combina con admirable naturalidad una multitud asombrosa de variedades y de registros, tanto peninsulares como de América, ensayando una lengua de extraordinario colorido y eficacia que sigue destellando —incluso décadas después de acontecido el llamado boom de la literatura latinoamericana— con fulgores de utopía.

 

 

La edición de las obras de Valle-Inclán entraña enormes dificultades, que explican las limitaciones a que han debido resignarse hasta hoy mismo los sucesivos proyectos de publicar sus Obras completas. Hace apenas unos años que se dispone de un censo fiable y contrastado de todos los textos publicados por el autor, dispersos en todo tipo de publicaciones (españolas y extranjeras) y a menudo repetidos bajo títulos distintos. A los múltiples aprovechamientos que hacía Valle de sus propios escritos, hay que sumar las continuas y a menudo profundas revisiones a que solía someterlos toda vez que volvía a publicarlos, en particular con motivo de recogerlos en sus Opera Omnia, proyecto de «obras completas» que él mismo impulsó en fecha tan temprana como 1913. Es comprensible, así, que sólo muy poco a poco, y no sin grandes esfuerzos, estén viendo la luz ediciones críticas de unos textos que entrañan problemas a veces complejísimos a la hora de fijarlos con alguna seguridad.

La presente edición de las Obras completas de Valle, en el marco de una colección de bolsillo, tiene una vocación eminentemente divulgativa, razón por la cual no entra, ni mucho menos, en el detalle de los problemas apuntados, como tampoco aspira a una exhaustividad por el momento aún difícil de garantizar. Se sirve del ímprobo trabajo de editores anteriores para brindar al lector, pulidas en lo posible de erratas y confusiones, las últimas versiones revisadas por el autor de unos textos que, según se lleva dicho, conocen a menudo versiones muy diferentes. La edición de referencia empleada ha sido la de las Obras completas de Ramón del Valle-Inclán publicadas por Espasa-Calpe en 2002, en dos gruesos volúmenes. Esta edición, que se presenta sin firma alguna, es la más abarcadora de cuantas se han impulsado hasta la fecha, y cosecha en amplio grado las múltiples aportaciones hechas por distintos estudiosos en las por lo general concienzudas ediciones de los libros de Valle publicadas en la «Colección Austral». Se han consultado además otras ediciones también solventes (como las aparecidas en la colección «Letras Hispánicas» de Cátedra), así como las muy poco conocidas Obras completas en treinta volúmenes (de los cuales tres no llegaron a ver la luz, por problemas de derechos) emprendidas en 1990 por Círculo de Lectores bajo la dirección de Alonso Zamora Vicente, que contó, para prologar y anotar los sucesivos volúmenes, con un extenso elenco de eminentes valleinclanistas. En cuanto a las Obras completas en cinco volúmenes que, por las fechas en que esto se escribe, está a punto de lanzar la Biblioteca Castro, bajo la dirección de Margarita Santos Zas, no ha sido posible consultarlas, por razones de simultaneidad de los trabajos, pero se trata, en cualquier caso, de una edición de características muy distintas de la presente.

La ordenación de los seis volúmenes que integran estas Obras completas combina dos criterios: el de género y el cronológico. En general, se evita duplicar piezas cuyo contenido, por muchas variantes que presente, viene a resultar muy parecido para el lector, tanto más si no se cotejan las distintas versiones. Esto conlleva la aparente «omisión» de algunos títulos subsumidos con posterioridad en otros. En el prólogo y en las notas bibliográficas específicas de cada volumen se detalla este tipo de cuestiones y se justifican las decisiones tomadas en cada caso. Por lo demás, las notas bibliográficas, reunidas siempre al final, se limitan a dar escueta noticia de la historia particular de cada uno de los títulos recogidos en el volumen en cuestión, detallando el lugar en que fueron originalmente publicados y esbozando el recorrido editorial previo a la versión empleada.

Especial comentario requiere la puntuación de los textos, que difiere a veces de forma muy notoria de la empleada por Valle. Recordaba Alonso Zamora Vicente cómo «Valle-Inclán declamaba sus escritos, y no los daba por buenos hasta que sonaban bien: ése es el origen de las comas mal colocadas en su prosa, comas que reflejan una pausa prosódica pero no ortográfica, comas que los correctores de imprenta han ido eliminando poco a poco». Lo cierto es que respetar la puntuación de Valle, sobre todo en lo que respecta a sus primeros escritos, daría por resultado un texto a veces ilegible. En la presente edición no se ha tenido empacho en adaptar la puntuación a los usos corrientes, a efectos de no añadir dificultades a la lectura de unos textos ya de por sí bastante exigentes. Se han respetado, sin embargo, algunas peculiaridades que se estiman características, como es el recurrente empleo de los dos puntos a modo de pausa, no siempre en sentido concluyente. O como la combinación de los signos de exclamación y de interrogación para según qué frases en las que se mezclan los dos registros. También se ha solido respetar el empleo que hace Valle de las mayúsculas, mucho más abundante del que suele hacerse hoy, en particular por lo que se refiere a los tratamientos de todo tipo y a las frases que comienzan a continuación de los dos puntos. De igual manera, se mantienen ciertos rasgos significativos, como los laísmos en que incurre ocasionalmente el autor.

Por último, cabe añadir que los textos se presentan limpios de toda intromisión de los editores, es decir, sin aclaraciones entre corchetes ni llamadas de notas de ningún tipo. Enmendadas por lo general las eventuales fallas e inconsecuencias que ofrecen las versiones empleadas como base, la mayor parte de las perplejidades que los textos puedan ocasionar al lector derivan de la extraordinaria riqueza léxica que es propia de Valle. Los glosarios añadidos al final de cada volumen tratan de esclarecer aquellos términos no registrados en la última edición del DRAE (así sea en acepciones raras o remotas), al tiempo que, de paso, procuran aclarar también ciertas referencias que pueden resultar oscuras para el lector común. Para esta tarea, realizada de modo muy sumario, se ha recurrido con frecuencia a los glosarios y a las notas de las ediciones consultadas, a cuyos responsables se expresa aquí sincera gratitud, extensiva a la legión de valleinclanistas que de un modo u otro han allanado con su labor una edición como la presente. Una cronología de la vida y de las obras de Valle recuerda, en los siguientes, su trayectoria.