Los hermanos están sentados en el suelo del cuarto de Berta. Ella le está contando un cuento a Pablo. Primero mira ella las páginas, luego da la vuelta al libro y se lo muestra al pequeño mientras le va contando la historia. Pablo mira los dibujos del libro y luego el rostro de su hermana; tiene la cara muy seria, pendiente de los gestos de ella, de sus palabras; a veces mueve los brazos impaciente y sonríe o intenta pronunciar aquello que la pequeña acaba de contar.

—Mira, Pablo, aquí hay unas casas con ventanas y entre ellas se ven las calles con árboles en las aceras, y en esta otra —señala la página de al lado—, un montón de coches rojos echando mucho humo —Berta pasa la página—. En cambio en estas otras dos, se ven casitas separadas, como si tuvieran un jardín entre ellas, y el humo que sale por las chimeneas es de colores, ¿lo ves? —el pequeño agita las manos y trata de pronunciar algo—. Y en este otro dibujo lo que se ve es un volcán echando humo por la boca, igual que el que salía por las chimeneas de las casas. La boca de los volcanes se llama…, no me acuerdo cómo se llama la boca de un volcán, pero da igual, porque tú tampoco sabes lo que es un volcán.

No se le ocurre nada más sobre esos dibujos y decide pasar la página. Trata de recordar cómo se llama la boca de los volcanes, al tiempo que imagina qué contarle a Pablo sobre los dos dibujos que aparecen en las siguientes páginas. Ante el silencio de su hermana, Pablo agita de nuevo los brazos en demanda de palabras que le cuenten qué pasa en esas dos páginas.

—Bueno, mira Pablo —Berta improvisa lo primero que se le ocurre, pues su pensamiento está más ocupado en recordar—, igual que en los volcanes hay fuego, aquí lo que sucede es que el fuego está en una casa, es decir, que una casa está ardiendo y por eso va este camión de bomberos a apagarlo, ¿ves? Aquí ya lo han apagado y se ve la casa de noche, además parece que está nevando —pasa de nuevo otra página. Como las imágenes que aparecen no le sugieren nada, salta a la siguiente—. Mira, ésta es una foto de una niña y un niño más pequeño, podríamos ser nosotros dos —Pablo protesta ese salto de página, pues quiere saber qué sucede en la que ha pasado su hermana sin contarle nada, pero Berta trata de continuar la historia con la esperanza de que la atención del pequeño vuelva al relato; sin embargo, Pablo ya no quiere escuchar, quiere ver qué hay en esas dos páginas. Trata de alcanzar el libro, y Berta se lo deja.

—Está bien, toma, mira lo que quieras.

Observa cómo el pequeño intenta pasar las páginas hacia atrás y en ese movimiento las arruga. Berta le quita el libro ante la sorpresa de su hermano, y se levanta:

—No, Pablo, tú eres aún muy pequeño y no sabes pasar las hojas todavía y me vas a romper el cuento, así que toma este otro…

Por la puerta asoma la cabeza de Luis, que interrumpe las palabras de Berta.

—¿Qué estabais haciendo?

La llegada del padre sorprende a Pablo que comenzaba a reclamar el cuento que su hermana le contaba.

—Le estaba contando un cuento a Pablo y ahora iba a darle otro que pudiera mirar solo. Por cierto, papá, ¿cómo se llama la boca de un volcán?