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La vida es más importante que el trabajo
En este momento mi héroe es Kenny Sailors, porque me recordó que, aunque trabajar lo mejor que puedas es un elemento central de una vida rica de verdad, está lejos de ser lo único que necesitas para vivir bien.
La otra noche me quedé despierto hasta tarde viendo el inspirador documental Jump Shot.
Trata de los tiros en suspensión en baloncesto.
Y de cómo se inventó este movimiento ahora común, cómo sacudió el baloncesto y cómo se extendió de generación en generación.
Sin embargo, lo que vi fue mucho más.
El documental sugiere que el creador de los tiros en suspensión fue Kenny Sailors. Por extraño que parezca, en aquella época, la década de 1940, los jugadores de baloncesto lanzaban el balón sin despegar los pies del suelo. Conseguir tiempo en el aire era una idea absolutamente radical.
Nadie se había atrevido a hacer lo que hizo Kenny. Fue menos un golpe de innovación que una revolución para este deporte.
Los aficionados se quedaron atónitos. Los jugadores se quedaron anonadados. El baloncesto cambió. Para siempre.
Kenny Sailors se convirtió así en el Kobe, el Jordan o el LeBron de su época. Prominente. Celebrado. Venerado. Adorado.
Y después desapareció.
Luchó como infante de marina en la Segunda Guerra Mundial. Arriesgó su vida por su país.
A su regreso, se mudó con su mujer a los bosques de la remota Alaska. Allí cazó, pescó y levantó campamentos. Vivió de la tierra. Formó una familia. Montó a caballo. No jugó al baloncesto en absoluto. Kenny se construyó una vida.
La pareja llevó esta austera existencia durante treinta y cinco años, hasta que la mujer empezó a sufrir demencia, lo que a Kenny le rompió el corazón.
Después de la muerte de su mujer, él llevó una vida tranquila. Empezó a asesorar a jóvenes jugadores de baloncesto y sirvió a su comunidad, a menudo de forma anónima. (La mejor manera de dar, ¿verdad?).
Hacia el final de su vida le preguntaron por su Final Four, un término que alude a los importantes partidos de playoffs en el baloncesto universitario, donde todos los equipos de la liga han quedado eliminados excepto los cuatro mejores. En esta ocasión el entrevistador había utilizado el término para preguntarle por las cuatro cosas más importantes para él.
«Dios, ser un buen marido, un padre cariñoso y un buen infante de marina».
El baloncesto ni siquiera estaba en la lista.
Kenny murió a los noventa y cinco años. Como un héroe. Para mí… y para muchas otras personas.
Este hombre humilde vivió con sencillez, nobleza, felicidad y una gran integridad. ¿La verdadera conclusión de este mensaje? Cuando se trate de desarrollar tu trabajo y alcanzar el más alto nivel, hazlo con todo el genio, la fuerza y el entusiasmo que tienes dentro de ti. Y cuando no estés trabajando, lleva una vida tranquila, reflexiva, honorable y con sentido, porque ganarte la vida nunca debe impedirte construir una vida maravillosa.