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Considera el triunfo ajeno como tu victoria
Las personas envidiosas rara vez encuentran libertad económica. Queda dicho.
La envidia es un veneno para el pensamiento (y el corazón) que destroza tu creatividad, contamina tu productividad, minimiza tu valentía y te impide crecer hacia la versión más elevada de tu mejor visión.
El tiempo que pasas sintiendo animadversión por las victorias de otra persona te roba el que podrías haber dedicado a producir las tuyas. Es un hábito completamente inútil. E indigno de tu carácter rico, grande y noble.
«Entonces, Robin, ¿cómo puedo dejar de tener envidia de la buena suerte de los demás?», podrías preguntarme.
«Deja de tenerla», te contestaría en tono amable pero firme.
Deja de buscar en internet lo que están haciendo y consiguiendo los demás.
Deja de compararte con influencers y defiende tu singularidad, tus dones y lo que te hace especial. Tienes talentos que las personas a las que admiras sueñan con tener.
Deja de querer lo que ves que posee otra persona, porque quizá la sabiduría que gobierna el mundo sabe algo que tú no sabes y ha decidido que lo que quieres no es lo mejor para ti.
Supongo que lo que en realidad intento decirte, con mucho amor y respeto, es que lo que es bueno para ti te llegará, y lo que no es tuyo no será tuyo, así que ¿por qué vas a quererlo?
Y, lo que es aún más importante, empieza a poner en práctica el fantástico hábito de alegrarte de los logros, los triunfos y las victorias de los demás. Con concentración y esfuerzo constante (mejoramos con la práctica, ¿verdad?), en solo unas semanas avanzarás en la reprogramación y reestructuración de tu arquitectura interior para convertirte en una persona no envidiosa, y tu manera de actuar conseguirá que te lleguen también a ti grandes experiencias.
Una última reflexión: si alguien te tiene envidia es porque cree que eres mejor que él. Y tienes la vida que en secreto desea.