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Recluta una junta de directivos fallecidos
Nadie puede hacerlo todo solo. Los deportistas de élite tienen coaches por algo: para que los empujen más allá de sus límites y consigan los mejores resultados. El primer uso conocido de la palabra coach como guía se remonta a la Universidad de Oxford, donde hacia 1830 la empleaban de manera coloquial para referirse a los profesores, que llevaban a los alumnos a través de una materia como en un coche de caballos (coach). Así, un coach es una persona que transporta a un individuo desde un punto de partida en su aprendizaje hasta el lugar al que desea llegar.
Un buen coach te animará a continuar cuando tengas ganas de detenerte, te ahorrará tiempo mostrándote atajos para llegar a tu meta y hará que tomes responsabilidad y no busques coartadas para no hacer lo que has prometido hacer.
Por supuesto, un excelente mentor tiene su coste. Y si estás en una situación en la que tu presupuesto no permite esta inversión monetaria, tengo una solución: en lugar de trabajar con un coach vivo, busca uno muerto. Sí, lo digo en serio.
He tenido tantos maestros desaparecidos hace mucho tiempo que me ayudaron muchísimo que no puedo recordarlos a todos. Durante años estudié a Nelson Mandela para aprender sobre el heroísmo cotidiano, al emperador romano Marco Aurelio para obtener sabiduría para toda la vida, a la madre Teresa para recibir orientación sobre el servicio a los demás, a William Shakespeare sobre la calidad artística, a Benjamin Franklin sobre la formación del carácter, a Amelia Earhart sobre el coraje, al rey espartano Leónidas sobre cómo convertir los problemas en victorias, a Miguel Ángel por sus consejos artísticos, a Isaac Asimov para conseguir grandes cosas (escribió quinientos libros en su vida, así que solo soy un aficionado) y a Florence Scovel Shinn, Joseph Murphy, Maxwell Maltz y Kahlil Gibran por sus consejos sobre metafísica y espiritualidad.
Estos individuos y una amplia variedad de otros grandes seres humanos han sido para mí una especie de silenciosa junta de asesores a través de las ideas que ofrecieron en sus memorias o autobiografías, o en libros inspirados en sus vidas bien vividas. Permíteme que te sugiera que también tú encuentres tu junta de directivos fallecidos.