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Los miedos son cuentos de fantasmas
Dices que no crees en los fantasmas.
¿De verdad? Todos creemos.
Decimos que no podemos ser valientes en situaciones aterradoras, que no estamos lo bastante preparados o entrenados o que no somos lo bastante buenos para aceptar una magnífica oportunidad.
Nos convencemos de que no podemos mantenernos firmes cuando tenemos ganas de rendirnos.
Nos decimos a nosotros mismos que es muy difícil llegar a ser la persona que siempre hemos querido ser.
Justificamos nuestras debilidades, nos obsesionamos con las dificultades y después recurrimos a excusas para encubrir nuestras inseguridades, en lugar de vivir nuestra grandeza.
Nos engañamos pensando que las personas positivas, creativas, exitosas y elocuentes están hechas de otra pasta. Y que poseen dones que nosotros no tenemos.
La mayoría de nuestros miedos son burdas mentiras. Puras ilusiones. Falsedades flagrantes. Cuentos de fantasmas. Ya entiendes lo que quiero decir.
El gurú Osho contó la historia de un hombre que descendía de la cima de una montaña altísima. Había caminado todo el día y empezaba a anochecer. Daba cada paso con cuidado a medida que el cielo se volvía más oscuro y la luz más tenue. De repente perdió el equilibrio y, aterrorizado ante la posibilidad de caer a un abismo de miles de metros, se agarró a una rama.
El hombre se pasó toda la noche colgado de esa rama, con un miedo espantoso, pensando que si la soltaba, se precipitaría hacia la muerte. Toda la noche gritó pidiendo ayuda, pero nadie lo oyó. Pensó en todo lo que aún no había hecho en la vida, en el potencial que no había utilizado, en el crecimiento que no había conseguido experimentar, en los talentos humanos que no llegaría a conocer y en su familia, a la que tanto quería… En todo lo que perdería si se caía.
Al amanecer, la luz del sol mostró una verdad que sorprendió al hombre: a solo quince centímetros por debajo de él había un gran saliente. En la oscuridad no había podido verlo. Se echó a reír, al principio suavemente y después de forma descontrolada. Se dio cuenta de que su miedo solo tenía quince centímetros de profundidad. Debajo de esos quince centímetros el lugar era seguro.
Así que cambia tu relato. Niégate a escuchar las patrañas que te venden los cuentos de fantasmas. No merecen ocupar tu mente ni limitar tu éxito, tu felicidad y tu serenidad. En realidad solo tienen quince centímetros de profundidad.