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Relacionarse, no transaccionar
«Cuida las relaciones, y el dinero se cuidará solo» es un mantra que vale la pena recitar (y después subrayar).
Demasiados negocios se centran en el dinero en lugar de en el largo plazo.
Un magnate de una empresa emergente al que asesoro (elevó tremendamente su patrimonio en menos de doce meses) ha contado que hace poco fue a un restaurante muy conocido de una ciudad que a los turistas les encanta. A los cinco minutos de entrar, le insistieron en que hiciera su comanda. Y en diez minutos la comida estaba frente a él para que dejara la mesa libre cuanto antes para otro cliente.
No volverá, por supuesto. Piensa en los ingresos que habría tenido el restaurante si mi cliente, su familia y sus amigos fueran a menudo. Con el paso de los meses, los años y las décadas, la cifra ascendería a decenas de miles de dólares, si no más (le encanta el vino tinto caro).
Acaba de mudarse a esa ciudad y me ha dicho que si lo hubieran tratado bien, habría comido allí un par de veces por semana. Y habría dejado buenas propinas.
¡Todo perdido! Porque el dueño se centraba más en hacer transacciones que en forjar buenas relaciones con los seres humanos que elegían ir a su restaurante. Trataba a las personas como mercancía en lugar de ver las relaciones personales como una oportunidad (que proporcionaría felicidad a él y a los demás, además de aumentar sus ventas).
Toda persona viva lleva un cartel invisible que grita: «Haz que me sienta importante». En esta era de las máquinas, todos deseamos contactos personales enriquecedores, un lugar del que sintamos que formamos parte y un poco de amabilidad. Actuar así es bueno para tus ingresos. Y maravilloso para tu bienestar.