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Deja de echar sal en la comida antes de haberla probado
Estaba en un restaurante con un amigo cuando sucedió algo especial. Me gustaría contártelo porque creo que la lección que aprendí te será de gran utilidad.
Habíamos pedido la comida y estábamos hablando. El local estaba lleno de gente y la energía era increíble. Cuando llegaron nuestros platos, cogí el pimentero y empecé a agitarlo por encima de la comida. Siempre lo hago. (Me gusta la pimienta, lo siento).
Mi amigo se rio de mi excéntrico hábito de echar pimienta y me dijo:
—Henry Ford nunca te contrataría.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté mientras masticaba mi comida cubierta de pimienta.
Me explicó que cuenta la leyenda que el emblemático magnate invitaba a comer a los posibles empleados para observarlos. No solo prestaba atención a cómo trataban a los camareros (porque eso dice mucho del carácter de una persona), sino que observaba si echaban sal y pimienta a la comida antes de haberla probado.
La mitología dice que echar sal y pimienta a la comida antes de haberla probado indica tres cosas que revelan que esa persona sería un futuro mal empleado:
Evidencia 1: El comportamiento no respeta la supuesta habilidad del chef y la hospitalidad del anfitrión.
Evidencia 2: La persona que lo hace toma decisiones que no se basan en ningún análisis. Mmm. Interesante.
Evidencia 3: El culpable no tiene una mente abierta (y se aferra a sus costumbres).
Sonreí. Y desde entonces me echo menos pimienta, porque me di cuenta de que era prácticamente imposible que me contrataran.
Pero esta anécdota encierra una sabia verdad de vida respecto de la séptima forma de riqueza en la que quiero que trabajes: no te aferres a tus costumbres si quieres llevar una vida inspirada y profundamente vital. Mantén la mente abierta (ya que nunca está de más poner en cuestión las creencias que siempre has estado seguro de que son ciertas), desafía tus suposiciones sobre lo que puedes experimentar y lucha contra toda limitación que impida que tu grandeza crezca.