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No dejes que el mal día de otra persona arruine el tuyo

Te levantas temprano. Las calles están en silencio. El mundo es tuyo. Ya me entiendes.

Haces ejercicio para ponerte en marcha. Escuchas música y quizá te preparas un café o disfrutas de un té. Después escribes en tu diario sobre las cosas por las que estás agradecido para introducir mayor alegría en tu día y anotas unas líneas respecto de lo que vas a hacer en las próximas horas para acercarte a tu visión de cómo quieres que sean las cosas cuando llegue el final.

Tu rutina matutina te ha puesto de un humor espléndido. Piensas en positivo y te sientes muy fuerte y dispuesto a hacer que el día con el que has sido bendecido sea grandioso. Entonces te encuentras con otro ser humano.

Quizá está en tu casa. Alguien se ha despertado de mal humor y quiere invitarte a su negatividad. Quizá es una persona que va en el tren jugando a un videojuego a todo volumen. Quizá entras en una panadería a comprar unas galletas, saludas muy contento a la persona que está detrás del mostrador y ella te mira fijamente, te pregunta qué quieres y te lo da de forma brusca.

Verás, el hecho de que muchas personas parezcan estar de mal humor la mayor parte del tiempo no significa que debas permitir que arruinen el tuyo. No te conectes a su energía ni te dejes arrastrar a su órbita. Tienes el poder de proteger tu tranquilidad, honrar tus planes diarios y vivir la vida en tus términos (no como desearían los gruñones). Porque la desgracia ama tener compañía. Y los ladrones de sueños te quieren en su fiesta de lamentaciones.