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Aumenta tu gratitud
Te escribo este mensaje en una parte del mundo donde por desgracia hay mucha pobreza. Esta mañana he tenido una conversación con un hombre que trabaja en el gimnasio. Le he preguntado cómo estaba y me ha contestado con una sonrisa enorme (casi del tamaño de la Gran Pirámide de Guiza, que he mencionado en una sesión anterior) y un entusiasta «Muy bien».
Entonces he profundizado un poco. Me ha contado que vive en «una casa de zinc», es decir, una pequeña choza hecha con paneles metálicos. Para asearse va a buscar agua a una fuente pública, la calienta en una cocina vieja y se lava en una palangana rota. En su choza no hay baño, y tiene pocas cosas y no mucha comida.
Me ha contado en tono tranquilo que cuando va a ver a su mujer y a sus hijos, que viven en otro país para no gastar tanto dinero (porque vivir allí es aún más barato), tiene que hacer cuatro días de viaje en autobús. «Casi nunca bajamos del autobús en todo el viaje (pasamos día y noche dentro). Pero es la única manera de ver a mi familia. Y estamos acostumbrados».
Después ha añadido, todavía radiante y muy erguido, con un gran sentido de la dignidad (este hombre es un rey secreto para mí): «Estoy agradecido, muy agradecido, ¡estoy vivo!».
Mmm. Muy agradecido. Solo por estar vivo. Debemos aprender de este ser humano rico de espíritu.
En Manifiesto para los héroes de cada día conté una historia sobre un hombre al que conocí en una zona difícil del planeta y que rebosaba alegría cada vez que veía a otro ser humano. Le pregunté por qué y dijo: «He visto a mucha gente muerta, así que me hace muy feliz ver a una persona viva».
Qué forma tan maravillosa, espléndida y fantástica de ver la vida en una época en la que muchos de nosotros, que tenemos tanto que agradecer, refunfuñamos y nos quejamos cuando el avión se retrasa o la cola del supermercado es demasiado larga. Creo que para llevar una vida rica de verdad debemos ser generosos y agradecidos.
Sé que es simple sentido común, pero no veo que se practique con tanta frecuencia. Me recuerda el proverbio persa que dice: «Maldije el hecho de no tener zapatos hasta que vi a un hombre que no tenía pies».
Tu manera de ver la vida depende mucho más de ti de lo que crees. Una de las decisiones humanas más elevadas es centrarse en el loto que crece en el fango, en las rosas en vez de en las espinas y en las estrellas en lugar de en las piedras. Ya me entiendes.
Esta noche me siento muy afortunado. ¿Por qué? Porque voy a salir a cenar con mi estupenda hija. No se sentará con nosotros ningún otro familiar, ningún amigo, ni la perrita. Solo un padre y su hija. Hablaremos de sus partidos de tenis, mis últimos periplos, su próximo viaje a la India y nuestras novedades.
Por ello expreso un inmenso agradecimiento. En su último viaje a la India, mi segunda hija me trajo un regalo que había envuelto con cuidado y atado con un hilo rojo sencillo pero exquisito. Esbozó una enorme sonrisa mientras me lo entregaba.
«Toma, papá. Te he traído esto. Espero que te guste».
Me gustó. Y me sigue gustando. Tengo ese pequeño elefante de madera tallado a mano en la sala en la que escribo para verlo casi todos los días. Te aseguro que para mí tiene más valor del que podría tener un Ferrari (no es que haya tenido uno nunca), una lancha (no es que quiera una) o un traje a medida (no es que fuera a ponérmelo). Y es porque me lo regaló mi hija.
Ya sabes que los psicólogos positivos utilizan el término «gratitud deliberada» para la que expresan las personas más sanas mentalmente, físicamente resistentes, emocionalmente felices y espiritualmente fuertes del planeta. No es el agradecimiento del día de Año Nuevo, sino la gratitud como práctica sopesada, deliberada y habitual.
Lo mejor de hacer que la gratitud deliberada forme parte de tus días es que es gratis. Y fácil.
Empieza a dedicar algún tiempo a agradecer las cosas buenas de tu vida. Y esfuérzate en prestar más atención a las cosas que sueles dar por sentadas. Si tienes buena vista, comida en la mesa, trabajo que te ayuda a cumplir con tus responsabilidades y dos pies para caminar, celebra estos dones. Los echarías de menos si los perdieras.
Te pido que aumentes tu gratitud, y que empieces ahora mismo. Cuanto más lo repitas, mejor lo harás (como todas las habilidades que practicas). Con el tiempo tendrás un máster en Gratitud Asombrosa y un doctorado en Deleite Diario, y sentirás el valor sutil de todo lo que llena tu mundo (incluso las cosas difíciles). Esta es mi sincera oración por ti.