59
Sé un creador de momentos perfectos
Eugene O’Kelly lo tenía todo. Como director ejecutivo mundial de la consultora KPMG, dirigía a miles de empleados, era un experto en su sector y tenía poder, prestigio y prosperidad.
Un día cualquiera fue a recoger los resultados de unos análisis rutinarios. Nunca desearías ver en la cara de tu médico la expresión que tenía aquel día el de O’Kelly cuando entró en la consulta.
O’Kelly recibió la triste noticia. Tenía un tumor cerebral inoperable. Y le dieron noventa días de vida.
En lugar de lamentarse y quejarse de su nueva realidad, el ejecutivo tomó una decisión drástica: organizaría los últimos tres meses de su vida para conseguir un auténtico éxito de manera similar a como había construido la empresa internacional que dirigía.
Viviría de forma plena y haciendo cosas que merecieran la pena. Repararía relaciones que había roto y haría los cambios necesarios con su familia, a la que con demasiada frecuencia había descuidado. Daría con amigos los paseos que nunca había dado y reduciría el ritmo para disfrutar de los placeres más valiosos, aunque a menudo inadvertidos, de la vida.
El ejecutivo se dio cuenta de que en todos sus años de magnate de los negocios nunca había llevado a su mujer a comer. Y al reflexionar fue consciente de que se había perdido muchos acontecimientos especiales con su hija, incluidos conciertos de Navidad, actos sociales y competiciones deportivas.
Y entonces decidió convertirse en lo que llamó un «creador de momentos perfectos».
En el poco tiempo que le quedaba de su antes glamurosa vida, trabajaría de forma activa, hábil y estratégica para crear recuerdos puros, maravillosos y especiales con sus seres queridos. Incluso haciendo las cosas más sencillas.
Eugene O’Kelly murió unos meses después de la visita a su médico. Su mujer publicó de forma póstuma sus memorias, Momentos perfectos, un libro que me ha influido durante muchos muchos años.
Me inspiró para no posponer las experiencias que alegrarían a las personas a las que más adoro (programo las vacaciones familiares con un año de antelación y después adapto todo lo demás a esos planes no negociables). Y para no retener el amor que guardaba en mi corazón a la espera de un momento mejor en el futuro. No te imaginas cuántas celebridades a las que aconsejo me han dicho que una de las cosas de las que más se arrepienten es no haberle dicho a un ser querido cuánto lo querían antes de que falleciera. No dejes que te suceda.
El buen ejemplo de O’Kelly me animó a llevar a mi familia a nadar con delfines en Mauricio, a saborear esponjosos cruasanes de chocolate con mis hijos en París (después de un viaje nocturno en tren bajo el Canal de la Mancha), a aprender de un chef italiano cómo hacer el magnífico pici al pomodoro que tanto les gusta a Colby y Bianca, y a pasar largos días de verano navegando por los mares sin teléfono solo para estar presente con los seres humanos que más me importan.
Piensa en cuántas palabras dejamos sin decir, acciones sin hacer y gestos de bondad sin regalar porque esperamos el momento ideal, un momento menos agitado, más tranquilo y de alguna manera más perfecto.
Pero el tiempo no espera a nadie. Empieza a crear momentos perfectos para tus seres queridos. Hoy.