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La buena monja de la iglesia rural
Ayer salí a caminar. Sabes que me encanta caminar.
Pasé por delante de olivares, caballos tranquilos y viñedos con vides viejas y hojas que se mecían con la brisa. Pasé junto a un burro que se me quedó mirando.
Llevaba bastante avanzado el manuscrito de este libro y necesitaba cambiar la habitación de mi casa en la que suelo escribir por un lugar nuevo, así que alquilé una habitación sencilla en un pueblo cerca de un monasterio.
Mientras avanzaba por el antiguo y sinuoso camino, absorto en mis pensamientos, me encontré con una pequeña iglesia de piedra. Era maravillosa. Creo que habrías estado de acuerdo si hubieras dado ese paseo conmigo.
La puerta de la iglesia estaba abierta, una señal de bienvenida, de modo que entré. Al fondo vi a una monja tocando un órgano clásico. Cantaba con una convicción sincera que rozaba lo glorioso. Y una pureza poco frecuente en esta época hastiada, polarizada y desordenada en la que vivimos.
La cuestión es que la pequeña iglesia de piedra estaba completamente vacía. Aunque no había nadie más, la mujer cantaba como si estuviera en un estadio ante miles de personas.
Me senté en un banco, a corta distancia de la santa hermana. Cerré los ojos. Escuché su preciosa canción sin hacer un solo movimiento. Hipnotizado.
Lloré. Solo un poco. Me sentí vivo. Regocijado. Incluso un poco privilegiado. «¿Por qué?», te preguntas.
Por ese momento. Y por la exquisita belleza de la escena, de un ser humano mostrando de todo corazón algo que me tocaba tan intensamente: la devoción.
Así que, como tu amable mentor a distancia que de verdad te apoya, te sugiero, con toda humildad, que para llegar a tu siguiente nivel de creatividad y alcanzar alturas más elevadas como artesano que te permitan ascender a la cuarta forma de riqueza…
• te dediques a tus esperanzas, tus ideales y tu poderosa misión.
• te dediques a hacer cosas coherentes y buenas con maestría.
• te dediques a tener un carácter limpio y un corazón rico.
• te dediques a los hábitos ganadores de los campeones y a las rutinas diarias de la excelencia.
• te dediques a aumentar tu relación con los demás y a hacer que se sientan más grandes en tu presencia.
• te dediques a hacer lo necesario para llegar a ser muy bueno en tu forma de ganarte la vida.
• te dediques a dejar la Tierra mejor de lo que la encontraste.