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Está bien ser desordenado

«Sé perfecto», «sé superordenado» y «ten abdominales definidos», nos enseña la sociedad. ¡Qué absurdo!

¿Llevar una vida equilibrada no es señal de gran sabiduría?

Hay momentos para ejercitar una fuerza de voluntad excepcional (mientras creamos un proyecto inspirador, perseguimos una meta importante de aptitud física o llevamos a cabo una aventura espiritual importante, por ejemplo) y mostrar una autodisciplina heroica. Y también hay periodos para tumbarse, descansar más, hacer poco y simplemente ser un ser humano.

Y cuando digo en el título de este mensaje que está bien ser desordenado en determinadas etapas del viaje de tu vida, no me refiero solo a no hacerte la cama cuando no te apetece y a tener la agenda vacía para concederte la libertad de aburrirte. También quiero decir que está bien no ser perfecto en lo que respecta a tu vida interior. El autodominio y el crecimiento personal nunca deben ser una rutina. De lo contrario, agotarás la magia del proceso.

Anoche vi un vídeo en internet de un hombre que decía que deberíamos tratarnos a nosotros mismos como un bloque de piedra, golpearnos hasta el límite para esculpir algo hermoso. Su energía era intensa, agresiva y al parecer enfadada.

Entiendo lo que quería decir, por supuesto. No podemos ceder en todo momento a impulsos débiles y aun así esperar tener una vida deslumbrante, llena de excelencia y satisfacción. Entendido. Envíame la camiseta con el lema. Algunos mensajes de la mentalidad del trabajo duro y el esfuerzo constantes tienen algo de verdad. A las personas que hacen cosas difíciles les suceden cosas felices.

Pero, para mí, una experiencia humana gloriosa debe contener cierto desorden. Algunos momentos de «pereza estratégica». Algunos hermosos días de serio desorden en los que nos permitimos dejar la cama sin hacer, la llamada sin atender y los platos sin fregar. No somos máquinas, somos seres humanos.

Supongo que lo que me gustaría que consideraras es que debes confiar más en el fluir de las cosas. Deja de resistirte a tus ritmos naturales. Acepta las etapas en las que parece que no pasa nada, como el campesino acepta tanto las épocas de barbecho como las de cosecha, porque entiende que sin las primeras no sería posible el crecimiento espectacular de las segundas. Honra los días en los que tienes toda la energía del mundo. Y descansa más los días en que no la tengas.