INTERLUDIO: DIOS Y PAULI

Pauli era conocido y admirado por su increíble capacidad para encontrar errores en los trabajos y las teorías de los demás (y aun en los suyos propios). Pauli murió en 1958 e Isaac Asimov contaba la siguiente historia. Apenas producida su muerte, Dios le dispensó un trato especial y lo recibió en persona.

—Supongo —le dijo Dios— que después de una vida dedicada a la física, a la que ha ayudado tanto, igual le quedarán muchas dudas.

—Así es —contestó Pauli—, me he pasado tanto tiempo controlando a mis colegas para que no cometan ningún error que hay cosas que no tuve tiempo de averiguar.

—Bueno, dígame —pidió Dios.

—Por ejemplo, una cosa que siempre me perturbó fue la cuestión del protón y el electrón, que como usted sabrá perfectamente son dos de las partículas que componen el átomo.

—Lo sé, lo sé —asintió Dios—. Los protones están en el núcleo junto a los neutrones y los electrones giran alrededor. ¿No es un lindo modelo? Me llevó horas diseñarlo.

—Es lindo —admitió Pauli—, sin duda alguna, aunque para mí hay un error. Hay algo que me perturba. El protón y el electrón tienen la misma carga (positiva en un caso, negativa en el otro). Pero la masa del protón es 1.826 veces la del electrón. ¿Por qué hay una relación tan absurda entre las masas, un número tan desagradable, si la carga, sacando el signo, es la misma? En todos los trabajos sobre el tema encontré errores.

—Ah —dijo Dios sonriendo—. Aquí tiene, explicado en términos rigurosos, con ecuaciones y cálculos, la verdadera razón de la relación entre la masa del protón y la del electrón. —Y le alargó un fajo de papeles.

Pauli se precipitó sobre las hojas, las miró y rápidamente revisó la primera página, la comparó con la cuarta, controló la última y le devolvió el fajo a Dios.

—Aquí también hay errores —suspiró.