XXI



¿Se puede prevenir o curar el resfriado común?

A los médicos les gusta decir que, en un catarro convenientemente tratado, los síntomas duran una semana, pero que si lo dejamos tranquilo... ¡nos durará siete días! Pues vaya con —achís— el resfriado común...

Muchos han sido los científicos y médicos que a lo largo de la historia han dedicado tiempo a buscar, sin éxito, el método más eficaz de tratar y prevenir el resfriado. Entre los numerosos intentos, los antiguos aztecas, por ejemplo, preparaban una mezcla de chile, miel y tabaco para combatir esta enfermedad. Hace tres mil años los chinos lo hacían con una infusión a base de hierbas que contenían efedrina, estimulante que actualmente se utiliza con el mismo fin terapéutico. Plinio el Viejo, el hombre de ciencia romano, sostenía que para dejar de toser y estornudar, no había nada como besar a un ratón en la nariz. Hace unos ochocientos años el sabio judío Maimónides recomendaba la sopa de pollo como remedio medicinal. En Norteamérica, los primeros colonos utilizaban aceite de mofeta mezclado con azúcar, sopa de grasa de oca o de pollo y manteca de cerdo para aclarar la congestión.

El primer testimonio escrito sobre el resfriado aparece en un tratado del siglo V a.C. en el que el médico griego Hipócrates lo describe como un mal provocado por un aumento de «desechos» en el cerebro. Y aunque Benjamin Franklin ya especulaba con la posibilidad de que el origen del resfriado era una sustancia que se propagaba entre personas por las vías respiratorias, hasta finales del siglo XIX no se pudo demostrar que se trataba de una enfermedad infecciosa.

En un principio se pensaba que el resfriado venía por una bacteria y que por tanto podía prevenirse con la vacunación, pero a mediados del siglo pasado se descubrió que un rhinovirus era el causante de la infección. A partir de entonces empezaron a proliferar los productos que dicen prevenir, curar o reducir los síntomas, y su venta se convirtió en un negocio multimillonario.

Al tratarse de un mal tan extendido —todos nos resfriamos de manera habitual— podría deducirse que los proyectos de investigación deberían resultar sencillos, pero en la práctica, encontrar sujetos para ensayos clínicos es tarea harto complicada. Los resfriados suelen ser pasajeros —a veces menos de lo que nos gustaría— y casi siempre inesperados; por ello que la mayoría de los ensayos se realizan con virus inducidos en pruebas de laboratorio. Por poner un ejemplo, en un estudio amparado por el NIH, unos investigadores de Carnegie Mellon de la Universidad de Pittsburgh y publicado en 2009, se plantearon si los hábitos del sueño incidían a la hora de contraer o evitar el resfriado. Como no podían esperar a que los voluntarios se acatarraran, pagaron ochocientos dólares a cada uno de los ciento cincuenta y tres participantes para que se dejaran pulverizar la nariz con el rhinovirus y después permanecieran alojados en un hotel durante cinco días en observación. Durante las dos semanas previas a la inducción del virus, se había llevado a cabo un registro de los hábitos de sueño de cada uno de los participantes. Los resultados mostraron que ciento treinta y cinco de las ciento cincuenta y tres personas resultaron infectadas, pero que sólo cincuenta y cuatro de ellas sufrieron algún síntoma clásico de resfriado: secreción nasal, fiebre, malestar, dolor de cabeza y congestión. Estos síntomas se producen cuando el sistema inmunológico lucha por combatir la enfermedad. La intensidad de cada resfriado se determinó en función del peso de los pañuelos de papel utilizados durante la prueba y del tiempo que tardaba en llegar a la parte posterior de la garganta una tintura que se les introdujo en la nariz. Pero ¿por qué algunos de los participantes infectados padecieron el resfriado y otros no? Por las horas de sueño. Aquellos voluntarios que durmieron una media de menos de siete horas durante la noche las dos semanas previas a someterse a la prueba tuvieron tres veces más posibilidades de contraer resfriado que los que durmieron una media de ocho horas o más. La conclusión de los investigadores es que el tiempo de descanso refuerza o debilita el sistema inmunológico.

A pesar de que todo el mundo sabe que los resfriados vienen provocados por un virus, muchas madres insisten en echarle la culpa al frío. Sobre todo si salimos a la calle con el pelo mojado o nos ponemos a jugar en medio de la nieve. Es hasta posible que su nombre (resfriado) provenga de la creencia generalizada de que el frío es el origen de esta enfermedad. Y aunque los científicos niegan en rotundo esta afirmación, el hecho es que en 2005 el Common Cold Center de la Universidad de Cardiff en Inglaterra solicitó a noventa voluntarios que permanecieran sentados con los pies descalzos sumergidos en agua helada por periodos prolongados, mientras que otros noventa permanecían secos. En menos de una semana un 29 por ciento de aquellos individuos que habían tenido los pies sumergidos desarrolló como mínimo un par de síntomas de resfriado, mientras que sólo un 10 por ciento del grupo de control mostró algún síntoma. De modo que permanece la duda de si las madres llevan parte de razón, aunque es obvio que el frío no es la primera causa del catarro.

Los virus se contagian por contacto. Un equipo de investigadores de la Universidad de Virginia examinó las superficies de la habitación de un hotel (picaportes, interruptores, teléfonos, mandos a distancia) que supuestamente había tocado un portador del rhinovirus que no se había lavado las manos y descubrieron que el virus podía sobrevivir e incluso contagiarse a través del tacto pasadas las veinticuatro horas.

Si resguardarnos del frío no nos protege del resfriado y la exposición al virus según parece es tan directa ¿existe alguna manera eficaz de protegernos? Durante los últimos años la equinácea se ha puesto muy de moda como medida de prevención. Millones de personas toman este suplemento de hierbas con regularidad. En 2005 su venta anual superó los trescientos millones de dólares. Si bien su éxito comercial es evidente, su eficacia como método preventivo está por ver. En 2005 National Center for Complementary and Alternative Medicine (Centro nacional para la medicina complementaria y alternativa), uno de los Departamentos del NIH, realizó un estudio con cuatrocientos treinta y siete voluntarios a los que se introdujo gotas del virus del resfriado por vía nasal. Algunas de estas personas tomaron equinácea la semana anterior a contraer el virus, mientras que a otras se les suministró placebo. A otro grupo de personas se les dio equinácea o placebo después de haber sido infectados con el virus. Los resultados, publicados en el New England Journal of Medicine, demostraron que no había diferencia entre ninguno de los grupos: independientemente de lo que tomaron o de cuándo lo tomaron, todos los participantes estaban expuestos al virus por igual y padecían los síntomas con idéntica intensidad. Esta prueba demostró que la equinácea carecía por completo de valor medicinal. El doctor Stephen Straus, director de esta agencia gubernamental declaró: «No podemos seguir atribuyendo eficacia a la equinácea».

La asociación de comerciantes de suplementos vitamínicos protestó, denunciando que existían fórmulas de la equinácea muy diferentes, que la empleada en aquella prueba no era una fórmula comercializada y que a los voluntarios no se les administró más que un tercio de la dosis recomendada. De hecho, uno de los coautores del estudio declaró ser consumidor habitual de equinácea y que su intención era seguir siéndolo.

Pero éste no fue el único estudio llevado a cabo. Un metaanálisis dirigido por la facultad de medicina de la Universidad de Stanford examinó hasta trescientos veintidós artículos que incluían nueve ensayos clínicos controlados con placebo. El resultado de los dos estudios más completos fue negativo, mientras que otros seis confirieron cierta eficacia a la equinácea, llevando a sus autores a concluir: «La posible efectividad terapéutica de la equinácea para el tratamiento del resfriado aún está por demostrar».

Ciertos análisis sistemáticos patrocinados por la compañía Bioforce AG, que se autodefine como «la mayor productora suiza de plantas medicinales (productos a base de hierbas)», aseguran que «aquellos que toman equinácea como tratamiento profiláctico durante la temporada de frío tienen un 50 por ciento menos de posibilidades de contraer resfriado que los que no la toman», lo cual no es de sorprender. Éste es un claro ejemplo de lo importante que es conocer la fuente de la investigación para poder calibrarla. Aunque estos estudios sean perfectamente legítimos, resultaría difícil creer que un fabricante de remedios a base de hierbas fuera a publicar resultados que probaran la ineficacia de alguno de sus productos.

Aunque parece existir consenso sobre la escasa eficacia de la equinácea en el tratamiento del resfriado, su efectividad no ha podido hasta el momento rebatirse del todo. Los estudios a favor suelen mostrar entre un 10 y un 30 por ciento de la reducción de la gravedad de la enfermedad y una duración de entre siete y diez días a partir de la aparición de los primeros síntomas, más o menos el tiempo que viene a durar un resfriado no tratado. Sin embargo, cualquier prevención supuestamente demostrada debería tomarse con el mismo escepticismo que una infusión de equinácea.

A lo largo de la historia se ha hecho mucho negocio supuestamente vendiendo salud. Entre los numerosos «suplementos alimenticios» y «fórmulas saludables» a base de extractos herbales y otros ingredientes que en teoría refuerzan el sistema inmune, ayudando a prevenir la gripe y el resfriado común, se encuentra el Airborne, «número uno en ventas de suplementos herbales». Ningún estudio científico fiable ha podido demostrar la eficacia real de su fórmula y la Comisión de Comercio Federal estadounidenses llegó incluso a denunciar por publicidad engañosa a la empresa, a la que finalmente se interpuso una demanda judicial colectiva. Airborne ha tenido que pagar más de treinta millones de dólares en indemnizaciones, pero nunca ha admitido su culpabilidad y en la actualidad proclama que «está demostrado que los ingredientes principales del Airborne ayudan al sistema inmunológico. Airborne sigue siendo el número uno en ventas de este tipo de productos en Estados Unidos».

Otro de los remedios más conocidos contra el resfriado es el zinc, que podemos encontrar comercializado bajo varios nombres. La mayoría de los estudios realizados que han mostraron resultados positivos de los remedios a base de zinc estaban mal diseñados. Uno de los análisis más rigurosos sobre la eficacia terapéutica del zinc fue sin duda el dirigido por la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, en el que se recogieron ciento cinco estudios, publicados entre los años 1966 y 2006. De todos ellos, los catorce aleatorios y controlados por placebo examinaban la eficacia de las pastillas, esprays nasales y cremas de zinc en resfriados comunes contraídos de forma natural. Los investigadores juzgaron que sólo cuatro de ellos cumplían los criterios de calidad estipulados en el estudio. Tres de estos cuatro no mostraron ningún efecto terapéutico ni en forma de pastilla ni de espray, y sólo uno reveló un efecto beneficioso aplicado en forma de espray. Como seis de los diez estudios restantes también mostraron resultados positivos, los investigadores concluyeron: «La eficacia terapéutica de las pastillas de zinc está aún por comprobar. Un único estudio bien diseñado demostró un efecto positivo».

De acuerdo con los resultados sería justo afirmar que, en términos generales, el zinc puede aportar ciertos beneficios. A pesar de ello el fabricante de Zicam se ha visto implicado en numerosos procedimientos judiciales, acusado de comercializar una fórmula que en ocasiones disminuye los sentidos del gusto y del olfato de quien la consume. Zicam se vendía como remedio homeopático, para esquivar así los controles oficiales de seguridad y calidad, a pesar de que desde hace tiempo sabe que el zinc puede llegar a dañar el tejido nasal. En 2006 el fabricante se vio obligado a pagar doce millones de dólares por más de trescientas cuarenta demandas judiciales, pero ha salido airoso de otras tantas y siempre ha negado las acusaciones de que es objeto. En su página web, Zicam «fabricante y distribuidor» declara: «Ningún demandante ha podido demostrar judicialmente relación causal alguna entre el empleo de la crema nasal Zicam Cold Remedy y el deterioro del sentido del olfato», si bien es cierto que muchos consumidores habituales de Zicam han manifestado no haber tenido nunca problemas con este producto y que además acelera el restablecimiento de su salud. Pero en junio de 2009 la FDA obligó al fabricante de Zicam a retirar tres de los productos que contenían gluconato de zinc y a advertir a los consumidores que dejaran de tomarlo. Tras recibir más de ciento treinta informes en los que los consumidores acusaban al Zicam de causarles una pérdida de olfato, la FDA prohibió al fabricante la comercialización del producto hasta que fuera testado y aprobado o rechazado. El doctor Charles Lee, de la FDA, apunta: «La pérdida del sentido del olfato es peligrosa para la vida humana y puede llegar a ser permanente. Las personas sin sentido del olfato pueden no ser capaces de detectar situaciones de riesgo, como escapes de gas o incendios».

En septiembre de 2009 Matrixx Initiatives anunció cinco nuevos productos en la página web de Zicam que «que iban a ser comercializados bajo la franquicia Zicam». Y aunque no se hace alusión alguna al zinc, se puede deducir que estos productos han dejado de contenerlo.

Pero el remedio para la prevención y el tratamiento del resfriado más controvertido es sin duda alguna la vitamina C. El debate sobre su eficacia se ha mantenido durante más de medio siglo y los productos que contienen vitamina C están hoy por todas partes. Un metaanálisis realizado por el prestigioso programa Cochrane Collaboration realizó treinta ensayos comparativos con once mil trescientos cincuenta participantes. Los investigadores no hallaron prueba alguna de que la vitamina C redujera las probabilidades de contraer un resfriado, salvo en las personas que trabajaban a la intemperie o expuestas a condiciones climáticas extremadamente frías, en cuyo caso sí parecía aportar un beneficio mínimo. Los responsables del estudio declararon: «Los suplementos de vitamina C han demostrado ser ineficaces a la hora de reducir la tasa de resfriados entre la población normal, lo cual significa que la megadosis como tratamiento preventivo generalizado no está científicamente justificada». Sin embargo, parece haber modestos indicios de que este aporte vitamínico pueda acortar la duración de la enfermedad.

Tal vez la forma más eficaz de prevenir el resfriado sea algo tan sencillo como lavarse las manos y así evitar que el virus se transmita. Otro hábito que deberíamos incorporar es cubrirnos la boca y la nariz en el momento de toser o estornudar, aunque para ello mucha gente utiliza las manos. La hija del doctor Alan Lotvin, coautor de este libro, tiene el remedio ideal para evitar que el virus se le pase a las manos al toser o estornudar. Cuando está a punto de hacerlo, y no tiene un pañuelo, se cubre la nariz y la boca con la parte interior del codo. De hecho, esto fue lo que se les enseñó a los niños desde los centros de salud para evitar el contagio de la gripe aviar en las escuelas, una forma simple y eficiente de limitar la transmisión.

A pesar de saber que los resfriados proceden de un rhinovirus y que los antibióticos no tienen efecto alguno sobre éste, algunos médicos siguen empeñados en recetarlos. Tal vez sea porque los antibióticos pueden a veces prevenir infecciones producidas por un sistema inmune debilitado, pero por lo general no suele ser más que la respuesta a la insistencia de ciertos pacientes. La Universidad de Auckland en Australia recopiló entre numerosos archivos todos los ensayos aleatorios que comparaban la utilización de antibiótico y placebo en el tratamiento de infecciones de las vías respiratorias altas. Nueve de las pruebas de variable calidad, que examinaban a un total de dos mil ciento cincuenta y siete pacientes, no mostraban diferencia alguna entre la respuesta general de aquellas personas que tomaron antibiótico y aquellas a las que se les administró placebo, aunque algunas de las pruebas sí que mostraron una ligera reducción de la intensidad de los síntomas (secreción nasal, principalmente) en los pacientes que tomaron antibiótico. Sin embargo, la comunidad médica se ha vuelto muy crítica con el abuso de los antibióticos, cuya efectividad se ha visto mermada a la hora de combatir bacterias resistentes al medicamento, y no recomienda su empleo para tratar los resfriados.

Muchos de los preparados para combatir el resfriado se jactan también de contener antihistamínicos, a pesar de que los síntomas no guardan relación alguna con la liberación de histaminas. Numerosas investigaciones han demostrado que los antihistamínicos no reducen los síntomas y que al secar las membranas mucosas, podrían incluso llegar a empeorarlos. Los antihistamínicos son muy eficaces contra las alergias, pero existen pocas pruebas de que actúen igual con los resfriados.

Tampoco los jarabes para la tos parecen ser demasiado efectivos, por no contener, según los científicos, suficientes ingredientes supresores de la tos. La FDA y la OMS recomiendan a los padres no administrar medicamentos para la tos a los niños menores de 2 años, mientras que el American College of Chest Physicians (Colegio estadounidense de medicina torácica) eleva el límite de edad a los 14 años.

¿Existe entonces algo realmente eficaz para prevenir el resfriado y reducir sus síntomas? Los remedios tradicionales habituales, que incluyen paracetamol, ibuprofeno y naproxeno suelen aliviar el malestar, pero no está demostrado que puedan prevenir la enfermedad o acortar su duración, tan sólo hacen sus síntomas más tolerables. Muchos de ellos además pueden tener efectos secundarios y causar cansancio. Los remedios que contienen paracetamol en dosis elevadas, por ejemplo, pueden llegar a dañar el hígado. El famoso Vicks VapoRub®, favorito entre las madres desde su introducción en el mercado en 1905 tal vez no debiera de aplicarse en niños muy pequeños, ya que de acuerdo con algunos ensayos clínicos —realizados con animales de laboratorio— puede causar problemas respiratorios. Aunque en general proporcionan cierto grado de alivio, es fundamental leer los prospectos de estas soluciones antes de utilizarlas por primera vez.

Y para terminar, el antiguo remedio que proponía Maimónides: la sopa de pollo. Varios han sido los intentos formales por demostrar el valor terapéutico de la sopa de pollo. Además de la gran cantidad de marcas que ofrecen sopas preparadas, existen infinidad de recetas caseras, lo cual hace difícil determinar la mejor fórmula a testar. En uno de sus estudios, el doctor Stephen Rennard, de la Universidad de Nebraska en Omaha, examinó los efectos de una sopa de pollo, según una receta de la familia de su mujer, en diferentes muestras de sangre y determinó que la sopa parecía controlar la actividad del neutrófilo, leucocito encargado de proteger el cuerpo de las infecciones, lo cual justificaría el alivio de los síntomas. Otras pruebas muestran que la sopa de pollo aumenta el tránsito de la mucosidad nasal, reduciendo así la congestión y aumentando las defensas de los cilios, los pequeños capilares que se encuentran en el interior la nariz y que ayudan a evitar que el virus penetre en nuestro cuerpo. Al final va a resultar que nuestras madres estaban en lo cierto.

Yo lo que suelo hacer cuando noto que me estoy resfriando es beber mucho líquido. La clínica Mayo recomienda agua, zumo, caldo o zumo de limón mezclado con agua caliente y miel, pero hay a quien le funciona mejor el té con miel. Además de beber líquidos, procuro descansar todo lo que puedo y duermo algo más de mis siete horas diarias. Estoy convencido de que existe una conexión directa entre el cuerpo y la mente. Un amigo mío dice que sólo se acatarra tras un periodo de intenso trabajo y que cuando tiene mucho trabajo por hacer apenas se resfría. Muchos de nosotros vivimos experiencias similares. En mi caso, cuando descubro los primeros síntomas siempre le digo a mi mujer ¡Resfriados a mí! ¡Este virus no podrá conmigo! Es decir, que adopto una actitud plenamente positiva y me digo a mí mismo que no pienso rendirme ante un rhinovirus tan pequeño que ni mis ojos alcanzan a verlo. Acto seguido me voy a comprobar que tengo un buen libro esperándome en casa, por si acabo en la cama...

 

 

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El consejo del doctor Chopra

 

No existen métodos probados de prevenir el resfriado aunque algunos productos pueden ofrecer cierta protección y en ocasiones acortar su duración. La manera más eficaz de prevenir el resfriado es reforzar el sistema inmune, lo que pasa por descansar lo suficiente, alimentarse correctamente y huir de las multitudes en época de gripes y resfriados. No ha sido probada la eficacia de ninguno de los productos que aseguran prevenir el resfriado. La forma de ser de algunas personas les permite también protegerse del resfriado hasta que caen sus defensas. Se pueden encontrar en el mercado muchos productos que sirven para mitigar algunos de los síntomas más desagradables del catarro, como el dolor de cabeza, la fiebre y la congestión.

Y, si no, siempre nos queda el consejo de nuestras madres: tomarse un buen caldo caliente y meterse en cama.

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