PRÓLOGO
“Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida.”
Miguel Hernández
Soy testigo directo, el más cercano, de cómo Marina transformó el peor episodio de su vida (la detección de su cáncer de mama bilateral) en una oportunidad para su formidable desarrollo personal.
Su primer y exitosísimo libro, Enfermé para sanar, es el testimonio en primera persona del proceso de esa experiencia, paso a paso, mientras iba ocurriendo, desde las primeras fases de la enfermedad y su tratamiento, hasta el venturoso final que presagia el título. Haber asistido a esa parábola me faculta, mejor que a ella misma, para calificarla de verdadera proeza. Porque así como no somos buenos a la hora de reconocernos en nuestros defectos y limitaciones, muchas veces ostensibles para quienes nos conocen e incluso para quienes nos aman, tampoco lo somos cuando se trata de medir nuestras pequeñas o grandes hazañas personales. No es arrogancia ni modestia. Es, simplemente, que para bien o para mal, no nos vemos como nos ven.
Conocí a Marina hace diez años y me enamoró su belleza, su radiante luminosidad, su calidad humana, su inteligencia, su refinada sensualidad. Y debo agregar, aunque hoy lo hago con la ironía de quien se ríe de sí mismo, que me enternecía su aparente fragilidad.
De esa mirada retrospectiva, lo que ahora me produce ternura es mi ingenuidad de entonces. ¿Ingenuidad de género, tal vez? Pero ¿cómo imaginar que cinco años después de ese primer deslumbramiento vendría otro aún mayor, al comprobar la guapeza, la admirable entereza con la que esa mujer, ya mi esposa, afrontaría la noticia de su enfermedad, el inevitable temor a la muerte en la plenitud de la vida y encararía además su sanación con la templanza con la que lo hizo? Aún me estremezco cuando pienso en la tarde noche en la que nos dijeron el primer diagnóstico (que todavía inexplicablemente no era bilateral), o cuando recuerdo su ida al quirófano en la primera operación, o la segunda —ella me saludaba levantando apenas la mano desde la camilla que la transportaba haciendo bailar los dedos como si se fuera a una sesión de masajes—, o las aplicaciones de rayos que la dejaban exhausta, o los temores y la angustia nocturnos por la incertidumbre… Y vuelvo a sentir el mismo estupor de entonces cuando rememoro las gélidas consultas con oncólogos desaprensivos, o el posible pronóstico de mastectomía dicho livianamente por un médico soberbio e inescrupuloso. La desafectación “profesional” de algunos médicos fue para mí una de las revelaciones más sorprendentes y penosas.
Sin embargo, en medio de todo eso y cargando con su propia e intransferible angustia, fui viendo cómo gradualmente Marina iniciaba un camino personal de afanosa búsqueda de alternativas que acrecentaban su autoconocimiento, la expansión cotidiana de su conciencia de sí misma, de la dolencia que padecía, incluso de lo que concebimos como salud y enfermedad, y que por lo tanto, acrecentaban sobre todo sus ansiadas posibilidades de sanación. Lo que ella llama el “Trabajo Personal”.
Este nuevo libro no es una crónica, como de algún modo lo fue el anterior; es la coronación de ese trabajo; el primer fruto de ese árbol de conocimiento que ella plantó desde la semilla y que cuidó y alimentó desde el retoño hasta verlo crecer vigoroso, pujante, y de cuya frondosa copa podremos esperar, seguramente, más y más frutos.
Puedo dar fe de que el “Trabajo Personal” de Marina significó haber encontrado el sentido de su vida. Al enorme acopio de información y de conocimientos sobre el padecimiento humano en general y sobre el cáncer en particular, adquiridos indagando sobre su propia experiencia con la enfermedad y por el estudio diario durante horas y horas desde hace cinco años de materiales variados de orden científico, alimentario y nutricional, de técnicas espirituales, de meditación, de práctica de yoga, debe agregarse su imponderable trabajo, ¡también diario!, en las redes sociales (y en algunos casos de manera personal) conteniendo, aconsejando y consolando generosamente a miles de personas que la consultan y entre quienes se ha ganado un lugar en sus corazones.
Este nuevo libro, una suerte de manual o de guía integral que nos orienta para vivir más y mejor, que nos instruye sobre nutrición y nos advierte sobre hábitos y costumbres nocivas ofreciéndonos a la vez opciones saludables, es otra prueba de su entrega, de su disciplina y de su vasto conocimiento.
Le auguro desde ya un rotundo éxito, no por el amor que obviamente le tengo, sino por puro y propio merecimiento.
Oscar Martínez