ESCRITO JUNTO A UN ÁRBOL

Entre un cero y un diez,

la mañana de hoy

merece un ocho y medio: he saludado

a todos los vecinos, que venían

en fila, coordinados, con ramos

de madroño para mí. No me gustan

los grupos: me gustan, como mucho,

las personas, y sólo para un rato, no

por misantropía sino

por humildad, por discreción, por no saber

qué hacer ni qué

decir ni qué

querer... No quiero

que mis hijos sean gente. Con todas

las antorchas que me ofrezcan

levantaré un castillo, sólo para

las cosas que recuerdo: yo

dormiré fuera, feliz, a la

intemperie.