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Al llegar la mediana edad…

Conforme te haces mayor, es más fácil ganar peso y más
difícil perderlo. A continuación veremos por qué y lo que
puedes hacer para evitarlo en la medida de lo posible.


Las generaciones pasadas aceptaban que ese par de bultos (tan poco atractivos) que salían en ciertos sitios eran «propios de la edad». Pero en nuestra sociedad actual, mucho más preocupada por la belleza, la talla y la edad, esto ha cambiado.

No hay duda de que pasados los treinta años, es mucho más difícil perder peso. Esto te molestará sobre todo si piensas que no estás comiendo de más. Hay un par de buenas razones (y muchas buenas excusas) para que ocurra esto. La clave está en identificar los posibles cambios psicológicos que te afectan a ti concretamente y actuar.

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¿PUEDES TENER UN PROBLEMA DE TIROIDES?

El hipotiroidismo (el tiroides menos activo de lo normal) es una dolencia bastante común, sobre todo entre las mujeres, con una incidencia del 2%. La ganancia de peso es uno de sus síntomas más normales.

Una buena idea

Pon la mesa, cierra las cortinas, enciende algunas velas y disfruta de la cena. El entorno puede influir mucho en la cantidad que se come. La atmósfera ruidosa y colorista de los restaurantes de comida rápida y de las cafeterías estimula el apetito. Intenta relajarte comiendo en un entorno más controlado.

La glándula tiroidea controla los procesos metabólicos del cuerpo; esto es, lo rápido que se queman las calorías y la forma en que se utiliza la energía. Si padeces hipotiroidismo, tu metabolismo se volverá perezoso y seguramente te sentirás cansada, en baja forma y te será difícil concentrarte. Otros síntomas son la tensión alta y dolores musculares y en las articulaciones. Un análisis de sangre permitirá descubrir el problema, que se trata con tiroxina (una de las hormonas del tiroides). Si sospechas que tienes un problema de tiroides, acude al médico.

¿EL ESTRÉS TE ENGORDA?

Algunas personas apenas comen cuando están bajo presión, por lo que pierden peso cuando están estresadas. Pero para la mayoría de nosotros, el efecto es el contrario. No tenemos en cuenta la comida o los continuos tentempiés con los que nos agasajamos cuando terminamos de trabajar. Parece más que haya algún tipo de conexión hormonal con el estrés que hace engordar.

Nuestro cuerpo reacciona cuando estamos bajo presión. En la Edad de Piedra, esta respuesta era útil cuando nos encontrábamos ante un animal salvaje, pero hoy día, nos podemos sentir así cuando llegamos tarde a una cita importante o estamos parados en un atasco de tráfico. El cuerpo responde ante un escenario de estrés diciendo «vale, necesitamos más fuel para seguir», y libera la hormona cortisol que nos ayuda a usar las reservas de glucosa como fuel. La cortisol permanece en la corriente sanguínea una vez que ha desaparecido el nivel de estrés, continuando la estimulación del apetito para reponer las reservas de glucosa. Por eso, el estrés provoca que el cuerpo quiera más comida, aunque haya dejado de consumir más calorías de lo habitual. ¿Adivinas la consecuencia de todo esto? Pues sí, ganar peso. Algunos expertos también defienden que el peso se gana debido a que la cortisol se almacena alrededor del abdomen, en lugar de en los muslos y nalgas. Esta situación no es especialmente buena, ya que las enfermedades cardiacas se asocian a la grasa situada en el abdomen.

Otra idea más

Un vaso de vino después de trabajar o una galleta con una taza de té te proporcionará un montón de calorías. Controlar lo que se come (y descubrir dónde estás saboteando tu dieta) es fácil utilizando un diario de comidas como se explica en la IDEA 6, Habitúate a escribirlo todo.

Si te parece que esto te puede estar pasando a ti, puedes intentar las dos ideas siguientes. Primero, asegúrate de que tienes un buen número de tentempiés bajos en calorías cuando preveas que vas a tener un periodo de estrés. Si tienes chocolate, patatas fritas y pasteles, será lo que comas. Si tienes ensaladas (de las que no engordan), rollos de carne con un relleno sano, frutas, etcétera, conseguirás saciar tus ataques de hambre sin ganar peso. A largo plazo, tienes que lograr combatir tus momentos de estrés con ejercicio físico, masajes, terapia e incluso, con un cambio en tu estilo de vida.

Siempre podemos buscar un montón de excusas para defender por qué ganamos peso y no tenemos forma de perderlo. Pero es mejor descubrir cuál es el motivo real. ¿Llevas una vida muy sedentaria? ¿Comes demasiado de cada plato? ¿No paras de tomar dulces casi sin darte cuenta? Si insistes en buscar excusas continuamente, nunca lograrás tu objetivo de perder peso.

La frase

«Varias excusas son siempre menos convincentes que una sola».

ALDOUS HUXLEY


¿Cuál es tu duda?


P Mi estilo de vida es eminentemente sedentario y sé que no ayuda a perder peso. ¿Cómo puedo cambiarlo para ser más activa?

R ¿Por qué no intentas usar la regla de «3 minutos cada hora»? Cada hora, levántate y anda, salta, baila, sube y baja escaleras o lo que se te ocurra durante, al menos, tres minutos. A lo largo del día, estos ratitos sumarán un mínimo de 30 minutos, que se aproxima a la cantidad de tiempo necesario para empezar a percibir las ventajas del ejercicio diario.

P Tengo poco tiempo para comer, por lo que termino tomando cosas con muchas calorías. ¿Cómo puedo evitarlo?

R Intenta elegir la opción más sana. ¿Podrías preparar algo en casa y llevarlo contigo? Imponte como norma sentarte en una mesa, masticar lentamente y saborear lo que estás comiendo. De ese modo, puedes recuperar la consciencia de la relación que hay entre tu cuerpo y la comida ingerida.

P Trabajo en un entorno laboral de bastante presión que me encanta. Eso sí, creo que podría estar afectando a mi peso. ¿Tienes alguna idea para quitarse el estrés rápidamente?

R Si puedes, sal del trabajo durante cinco minutos y acércate a un parque, o simplemente mira por la ventana fijando la vista en algún jardín cercano. Según algunos estudios americanos, reducirás el nivel de estrés, reducirás la tensión arterial y te sentirás más despejada y concentrada.