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¿Realmente importa el
sobrepeso?

Quizás tras tener los niños nunca has vuelto a tener la
misma figura que antes o, a lo mejor, siempre has estado un
poco más regordeta de lo que has deseado. ¿Cómo saber si
esto constituye un verdadero problema?


Una atractiva y regordeta mujer con poco más de sesenta años, me dijo una vez «Eve, querida, nunca estés demasiado delgada… te hace parecer tan vieja». Y tenía razón.

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Tengo amigas que con treinta y pocos años están muy orgullosas de su talla 36, pero que parecen tener diez años más debido a que tienen la cara totalmente arrugada y a su falta de trasero. Creo que las curvas (no excesivas) y un par de kilos extra favorecen y, además, son sensuales… también en el caso de los hombres.

La duda por tanto está en saber cuál es la cantidad de kilos que supone un exceso inaceptable. Depende de tu punto de vista. Si te encuentras a gusto con unos pocos kilos de más, perfecto. Si te enfadas porque quieres estar delgada, porque te hace perder la confianza en ti o porque no puedes ponerte la ropa que te gusta, entonces tienes que perder esos kilos que te sobran. Si los kilos que te sobran son más de «unos pocos», empieza a ser importante; cuando los kilos sobrantes son muchos, entonces el tema es prioritario.

La gordura es una epidemia que invade todo el mundo desarrollado. Sólo en el Reino Unido, se estima que el sobrepeso afecta a dos tercios de los hombres y a la mitad de las mujeres, siendo obesos una quinta parte del total (esto es, tienen un sobrepeso superior a 12,5 kilogramos). Los expertos estiman que en el año 2010, serán obesos uno de cada cuatro adultos.

Una buena idea

Saca tu metro de costura y la calculadora. Divide tu cintura por tu cadera (en centímetros). Si el resultado es más de 0,95 (para los hombres) o de 0,87 (mujeres), tu cuerpo tiene forma de manzana. Si tienes tipo de manzana, tienes más grasa alrededor de tu vientre, y riesgo de enfermedad cardiaca es mayor que si tienes forma de pera (en cuyo caso tienes más grasa en la parte inferior de tu cuerpo).

La obesidad complica la vida diaria. Por ejemplo, no se puede correr para pillar el autobús, se reducen las posibilidades a la hora de comprar ropa, podemos ser objeto de las miradas y comentarios poco discretos de las personas (delgadas) con las que nos cruzamos, y todo unido a posibles problemas de sueño y de fertilidad. También se aumentan las posibilidades de sufrir enfermedades, algunas de ellas mortales. La obesidad provoca enfermedades cardiacas, diabetes, cálculos biliares y algunos tipos de cánceres. El simple hecho de tener sobrepeso (y no hablamos de un kilo o dos), puede aumentar la presión arterial y provocar problemas de colesterol. Incluso el deterioro de la dentadura es más frecuente en las personas con sobrepeso.

Por si sigues dudando de la importancia de tener sobrepeso, te voy a dar algunos datos más:

Según la British Heart Foundation (Fundación Británica de la salud), las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de mortandad en el Reino Unido. Aunque las cifras son ligeramente inferiores a las existentes hace 20 años, se debe a los avances médicos, ¡no a que comamos mejor! Hay otros factores de riesgo, por supuesto, como ser fumador, la debilidad psicológica y las enfermedades hereditarias, pero la verdad es que el 30% de las muertes por enfermedades coronarias están relacionadas con una mala alimentación. La OMS (Organización Mundial de la Salud) estima que entre el 1 y el 24% de las enfermedades coronarias se deben a que se realiza menos de dos horas y media de ejercicio moderado a la semana.

Otra idea más

Si quieres otra razón más para mantenerte en forma, mira la IDEA 45, ¿Puedes tener diabetes?

Cuanto más gorda estés, mayor será el riesgo. Ganar 10 kilos de peso duplica el riesgo de enfermedad cardiaca. Reducir el peso, aunque sea un 5 o un 10%, puede tener efectos muy beneficiosos en los niveles de colesterol.

El exceso de peso también incide en la tensión arterial, produciendo hipertensión que puede desembocar en coágulos de sangre, apoplejía y ataques al corazón. Puedes reducir estos riesgos a través de la dieta: comer menos sal, reducir la ingesta de grasas e incrementar notablemente el consumo de frutas y verduras.

Aunque la relación no está clara, también la dieta influye en la posibilidad de padecer cáncer. Un informe reciente sugiere que el 40% de los cánceres tienen relación con la dieta. El riesgo de sufrir cáncer de mama, por ejemplo, aumenta cuando la dieta es rica en grasas o la mujer presenta sobrepeso.

Evidentemente, queda mucho por investigar, pero está claro que tener sobrepeso no es divertido ni inteligente… por muchos motivos además del puramente estético.

La frase

«Dentro de cada persona gorda, hay una delgada deseando que la dejen salir».

CYRIL CONNOLLY


¿Cuál es tu duda?


P Fumo y sé que debo dejarlo, pero me sobran unos cuantos kilogramos y no quiero engordar más (lo cual ocurrirá si dejo de fumar). ¿Qué debo hacer?

R Mucha gente engorda hasta 5 kilos cuando dejan de fumar. Se piensa que el motivo es que la nicotina incrementa en cierto modo la actividad metabólica. Cuando dejas de fumar, dicha actividad se reduce, por lo que aumentarás de peso aunque comas lo mismo. Además, cuando dejas de fumar, es habitual picar más entre las comidas (muchas veces debido al aburrimiento). Este hábito puede durar incluso meses. Un modo de evitar engordar consiste en aumentar los niveles de actividad, tanto para evitar el aburrimiento como para quemar grasas. Al final, los beneficios de no fumar merecen la pena. Otra posibilidad es acudir al médico y pedirle algún fármaco que te ayude a dejar de fumar sin engordar una pila de kilos.

P ¿Cómo influye la dieta en los niveles de colesterol?

R Antes de nada, aclarar que no todo el colesterol es malo. De hecho, es imprescindible para el funcionamiento del cuerpo humano, por lo que hay que distinguir entre los niveles de dos tipos de colesterol. El colesterol HDL es el llamado «colesterol bueno», mientras que el colesterol LDL es el malo de la película. Las grasas hidrogenadas de aceite vegetal (Trans fat, procedentes del proceso de hidrogenación -endurecimiento químico- de los aceites líquidos) y las grasas saturadas (que se encuentran en la carne, la nata, la mantequilla, la leche entera, etcétera) provocan que aumente el nivel de colesterol LDL. Por otra parte, la fibra, las verduras y las grasas poli y monosaturadas (aceite de oliva, aceite de girasol y aceites de pescado) no sólo reducen los niveles de colesterol LDL, sino que también aumentan y mucho los niveles de colesterol HDL.