Quem enim diligit Dominus, corripit: et quasi pater in filio complacet sibi.
Porque al que ama el Señor, lo castiga: y se complace en él, como un padre en su hijo.
(Prov., III, 12).
Al huerto baja Teresa,
con ánimo muy devoto,
a cortar rosas y lirios
y claveles olorosos.
Para Aquel que tanto adora
todo le parece poco.
No hallando flor en lo llano,
echa por camino angosto,
mas de repente tropieza
y el pie se tuerce en redondo.
— ¡Ay, Jesús del alma mía!
acudid en mi socorro.—
A los gritos de su amada
Jesús no se hacía el sordo:
riendo se le aparece,
y el pie le cura, amoroso...
—Gracias, le dice Teresa,
consuelo de mis enojos;
mas ¿por qué dejáis que caiga,
si por vos las flores corto?
— Yo pago así a mis amigos.
— ¡Por eso tenéis tan pocos!
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