LA PERLA

De una perla sé yo...

¡Oh qué perla tan fina!

Si fuera mercader

por ella ofrecería

todo el oro de Ofir,

toda la plata de Indias.

Mas ya que no lo soy

daré la hacienda mía:

todos mis sueños bellos,

mis sueños y mi cítara:

daré también mi sangre,

daré también mi vida.

Si la llego a comprar,

ostentaré esa insignia,

no sujeta a mi brazo

en preciosa manilla,

sino sobre mi pecho

cual ramito de mirra.

¡Oh! quién el corazón

me abriera por mi dicha

para encerrar en él

como en dorada arquilla

esa perla sin precio

que está en la Eucaristía!

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