IMELDA

Mergitur in dulci. Fortis est ut mors dilectio.

I

De Jesús sacramentado

Imelda está enamorada:

ante Él se pasa las noches

del atardecer al alba.

Mas ¡ay! las pasa llorando,

de mal de amor y añoranza.

De su sangre tiene sed,

y hambre de su carne santa;

y no puede todavía

comer el pan de las almas.

Le falta un abril o dos

para ser de Él enramada:

muy linda tendrá que ser

si tan grande Amor la enrama.

II

A las plantas de Jesús

llora la pobre novicia:

— Me dicen que por pequeña

no comulgo todavía.

Pues vos ¡mi amable Jesús!

¿por ventura no decíais:

«dejad que los pequeñuelos

vengan en mi compañía»?

¿No amabais vos a los niños?

¿no lo erais vos, mi delicia?

Jesús ¡compasión de mí,

que de amor me siento herida!

Si no me acudís bien presto,

no me encontraréis ya viva. —

III

El día de la Ascensión

despierta antes que la aurora;

sale al jardín del convento

a cortar lirios y rosas.

En cada flor que recoge

pone un beso de su boca.

Dice: — Al lado de mi Amor

hoy exhalarás tu aroma:

¿y yo habré de estarme lejos

habiendo de ser su esposa?

La campana del convento

al templo llama a las monjas;

ella su ramito lleva

y en el altar lo coloca,

donde quisiera quedarse

para aspirar los aromas;

no los que exhalan las flores,

sino Aquel que la enamora.

Como abejas al panal

se acercan a Dios las monjas:

ella comulgar no puede

y se está detrás de todas.

Ve cuál fluye aquella fuente

y ardiente sed la devora;

de aquellas aguas del cielo

beber no puede una gota,

y en lágrimas y suspiros

su corazón desahoga.

De manos del sacerdote

de pronto vuela una hostia,

y va hasta Imelda volando

como blanca mariposa.

El sacerdote la sigue

y el copón bajo coloca

para que retorne al nido

el pichoncito de gloria.

Mas él volando, volando,

nunca desciende a la copa,

pues no quiere separarse

de su celestial paloma.

El sacerdote inspirado

lo pone a Imelda en la boca...

IV

Ya tiene lo que ella quiere;

nada en río de delicias.

No pudiendo soportarlas

cae al suelo amortecida,

y cual cristal que se rompe,

su vida al romperse..., expira.

Imelda muere de amor:

¡bienhaya el que quiso herirla!

Quien de tal modo la hirió

bien será su medicina.

Hoy cuando asciende a los cielos

la lleva en su compañía.

¡La primera comunión

le es Viático a la niña!

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