LOS MÍSTICOS DESPOSORIOS

DE SANTA CATALINA

¡Qué ensueño tuvo una noche

la princesa Catalina!

Que contemplaba a Jesús

en los brazos de María,

cual perla en anillo de oro,

cual rosa en maceta linda.

Así que le vió tan bello

a sus brazos le convida:

no le place al Niño Dios

y le vuelve su carita.

La Virgen que advierte en ello

dice llorando afligida:

—¿No quieres ver, Hijo mío,

a la flor de Alejandría?

— Madre mía, en mis jardines

las tengo mucho más lindas.

— Pues ¿qué le falta a esta flor

para que sea escogida?

— Madre mía, que la riegue

del Bautismo el agua viva.

A estas hablas de Jesús

se despierta Catalina:

corre a las aguas del Nilo,

el alma en él purifica...

Cuando es blanca cual la nieve

al palacio se retira.

El mismo ensueño la toma

en su lecho ya dormida.

Sueña que mira a Jesús

sobre el pecho de María.

Así que lo ve tan bello

a sus brazos le convida.

Al buen Jesús ya le place:

baja a sus brazos de niña.

Lo primero que la dice:

— Tú serás esposa mía.

He aquí mi anillo de oro,

tú dame el alma y la vida;

el alma la quiero ahora,

la vida quiero otro día:

cuando habrás crecido ya

cual las cepas de las viñas.—

Su amoroso corazón

aletea de alegría;

a su aleteo sonoro

se despierta Catalina.

Al buen Jesús ¡ay! no ve,

mas su anillo lo tenía;

cuando ve el anillo sólo

amargamente suspira:

— Vos me dais sólo el anillo

y a vos, Jesús, yo quería:

por mereceros a vos

pasaré por llamas vivas

y por ruedas de cuchillos

hasta ofrendaros mi vida.

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