NOTA
Espero que la Nota re sostenido haya resultado de ayuda para tu proceso creativo. Con todo, no hemos desconectado todas las minas con las que uno puede encontrase cuando aprende a crear libremente. De hecho, hay otro gran elemento que no siempre se puede controlar: la opinión de los demás. Mis detractores me han dicho repetidamente que no era lo bastante bueno o inteligente para alcanzar mis objetivos, pero tengo la suerte de haber advertido el poder de que te subestimen. Cuando la gente te sobrevalora, se interpone en tu camino, pero cuando te subestima, se aparta de él. Por ejemplo, si los demás ponen unas expectativas muy altas en ti, la presión por no fracasar puede convertirse en una distracción significativa para progresar. Cuando las expectativas puestas en ti son bajas o inexistentes tienes la libertad para crear sin que te vigilen. Una vez hube superado que me dijeran que era un incompetente o que no me merecía lo que tenía, el sentimiento de duda de si era lo bastante bueno se acabó convirtiendo en el combustible que me impulsó. Encontrarme en esa posición más veces de las que puedo contar ha sido en parte el motivo de mi éxito.
En lugar de verme como una amenaza, los dirigentes poderosos de la industria con frecuencia me veían solo como un desvalido sin ninguna posibilidad de alcanzar el éxito comercial. Ser infravalorado es la mejor posición en la que estar porque te da la oportunidad no solo de cumplir con las expectativas, sino también de superarlas. Aprender esta lección ha sido valiosísimo en mi carrera porque, en lugar de pensar que no estaba llamado a conseguir nada, lo veía como si tuviera una posición única para superar las barreras que me habían puesto. Después de todo, en algún momento todos hemos visto cómo la presión de ser sobrevalorado demasiado pronto en la profesión puede ir en detrimento del artista si no está convenientemente preparado. Piénsalo. ¿Te has preguntado alguna vez por qué los artistas de un solo éxito se llaman artistas de un solo éxito? Tras un primer lanzamiento, se depositan unas expectativas tremendamente altas en ellos y ya no son capaces de seguir creando contenido igual o mejor. Siempre es mejor construir desde cero que intentar alcanzar lo más alto de entrada.
Y lo más importante, que te subestimen ayuda a mantener el ego a raya. El exceso de bombo y las felicitaciones prematuras pueden llevar a la arrogancia. Unos humos subidos no sirven para nada más que para hacerte parecer un idiota.
Y por los mismos motivos nunca deberías prometer de más ni producir de menos. Siempre es mejor sorprender a los críticos que demostrar que tenían razón. No vayas por ahí presumiendo de ser «el mejor» porque tu trabajo hablará por sí mismo. En lugar de perseguir la fama, inclínate hacia tu zona de oscuridad, o hacia tu posición de grandeza inesperada, para planear y prepararte para el siguiente esfuerzo. El momento de menos atención suele ser cuando se ve más claro, sin las opiniones de los demás distrayéndote.
En cualquier caso, no puedes permitir que las expectativas que los demás tengan sobre ti eclipsen quién eres de verdad. Poner demasiado énfasis en las asunciones de otros es el modo más rápido de fracasar, porque esperar la validación de fuentes externas solo te dejará sensación de vacío. Es una persecución sin sentido. Cabría pensar que tras alcanzar cierto nivel de éxito las especulaciones negativas se disipan, pero puedo decir por experiencia que no hacen más que intensificarse. Me han subestimado por ser demasiado joven y también por ser demasiado viejo. Es un ciclo que no acaba nunca, así que en última instancia depende de ti decidir si vas a vivir la vida que se espera que vivas o la vida que quieres vivir.
Tengo muchos ejemplos de haber sacado fuerza del hecho de ser subestimado, pero uno de mis recuerdos más irónicos es de cuando empecé a trabajar con Michael Jackson como productor de sus tres discos más importantes: Off the Wall, Thriller y Bad. La historia de la música sería un poco diferente si hubiera permitido que las opiniones negativas se interpusieran en el camino de lo que sabía que era capaz de hacer. Pero, como he dicho, presumir antes de hora solo te hace parecer un idiota, así que extrae tú mismo tus propias conclusiones de la siguiente anécdota.
A finales de la década de 1960, estaba saturado de componer música para películas. Llevaba hechas treinta y cinco y había tenido éxitos y fracasos. La mayoría de los compositores hacen una o dos al año, pero yo nunca hice tan pocas. ¡Un año hice ocho! Llevaba un ritmo insostenible. Recuerdo que a menudo dormía solo tres horas al día y metía las muñecas bajo el grifo de agua fría para mantenerme despierto. En aquel momento también había tenido tres hijos más, además de Jolie, Rachel, Tina y Quincy Jones III, así que durante el día no tenía demasiadas horas para trabajar. Asimismo, los compositores de música cinematográfica (sobre todo los negros) estaban en lo más bajo de la cadena productiva de Hollywood y eran fácilmente reemplazables. Era como si mi valor en la industria pendiera siempre de un hilo. A la más mínima me podían echar. Y, sobre todo, quería escapar de la rigidez de tener que componer música para películas. Tenía ganas de regresar a la industria discográfica y quería hacer discos con mi propio nombre, producir a otros artistas y facilitar un proceso creativo más fluido. No quería pensar en ningún plazo. Simplemente quería crear cosas que me pusieran la piel de gallina.
En 1969 firmé un acuerdo con Impulse! Records, de Creed Taylor, a la que distribuía A&M, y durante la década de 1970 hice un buen número de discos, entre ellos Walking in Space, uno de los primeros discos de jazzfusión, Gula Matari, Body Heat, un montón de proyectos con The Brothers Johnson y muchas cosas más. Hacia finales de la década de 1970, me volvieron a reclutar para el cine después de que Sidney Lumet me pidiera que fuera el productor y supervisor musical de su nueva película, El mago. No quería hacerlo, pero Sidney me había ayudado a conseguir mi primer trabajo de música cinematográfica para la película El prestamista, en 1964, de modo que no podía decirle que no.
Había conocido a Michael Jackson cuando él tenía solo doce años, pero El mago nos unió en nuestra primera colaboración oficial, ya que él tenía el papel de Espantapájaros. Cuando empezamos los ensayos, Michael se estaba preparando para hacer su propio disco con Epic Records y me pidió que le ayudara a buscar productor. Yo estaba hasta la bandera tratando de conseguir preproducción para El mago, así que no podía ni plantearme pensar hacerlo yo. Sin embargo, a medida que avanzaban los ensayos me di cuenta de que, además de sus talentos extraordinarios, Michael tenía una ética del trabajo como no había visto otra antes. Pasara lo que pasara, siempre estaba preparado. Se aseguraba de que cada paso de baile, diálogo y verso quedaran perfectos, e incluso memorizaba los diálogos de sus coprotagonistas.
En una escena, le dijeron que tenía que sacarse del pecho de paja trocitos de papel que llevaban escritos proverbios de filósofos famosos, y él siempre pronunciaba mal Sócrates. Tras tres días de pronunciar «Socrates» y que nadie le corrigiera, le cogí aparte durante una pausa y le dije: «Michael, antes de que te acostumbres, creo que deberías saber que se pronuncia Sócrates».
«¿De verdad?», dijo con humildad extrema.
Sin pensarlo ni siquiera un segundo, le contesté: «Me gustaría intentar producir tu nuevo disco». Su capacidad de aceptar la crítica, además de su ética de trabajo y su talento, me indicaban que era exactamente el tipo de artista con el que querría trabajar. Él aceptó.
Más tarde, cuando Michael abordó con su sello, Epic Records, el tema de que yo produjera el disco, su representante de A&R le contestó: «De ningún modo. Quincy tira demasiado hacia el jazz. Solo ha hecho The Brothers Johnson. Es arreglista y compositor de jazz».
Era el mismo tipo de respuesta que había oído una y otra vez a lo largo de los años. No conocían el alcance de mi experiencia, y le dijeron a Michael que lo harían Kenny Gamble y Leon Huff. Al final volvió a Epic con sus representantes, Freddy DeMann y Ron Weisner, y exigió que yo produjera su disco. El sello accedió con consternación, aunque sin esperar mucho de mí. Y pese a acceder, no cooperaron demasiado. Sin embargo, llegado a aquel punto, no importaba, porque la pelota ya estaba en mi campo. Sabía que podía cumplir sus bajas expectativas o superarlas. Además de sus dudas sobre mi competencia, muchos también se preguntaban si Michael lograría triunfar como artista en solitario en sus años adultos sin el apoyo de sus hermanos.
Evidentemente, yo estaba al tanto de sus días en los Jackson 5, pero me interesaba ayudarle a romper con aquel antiguo personaje en el que estaba encerrado. Quería empujarle más allá de la música dance y ver hasta dónde podía estirar su musicalidad. Hacía poco le había visto en los Oscars cantando «Ben», una canción sobre una rata (para la película Ben), que yo sabía que no era lo bastante buena.
Más que nada, quería ayudarle en su desarrollo artístico y hacerle buscar dentro de sí mismo, sin limitaciones sobre hasta dónde podía llegar musicalmente. Tenía talento y motivación de sobras. Hacía los deberes. Solo necesitaba algo de guía. Evalué su creatividad desde todos los ángulos y apliqué todo lo que había aprendido con los años para ayudarle a crecer como artista, como bajar los tonos una tercera menor para darle flexibilidad y un rango más maduro en sus registros más altos y más bajos. Jugué con cambios de tempo. Quería hacer un álbum pop que mezclara elementos de R&B, ritmos disco, arreglos de primera y, por supuesto, sus voces. Reuní a mi «banda matadora de Q», integrada por Rod Temperton, uno de los mejores compositores que ha habido sobre la faz de la tierra; Bruce Swedien, el ingeniero de todos los ingenieros; Greg Phillinganes, teclista virtuoso; Jerry Hey, un monstruo de trompetista y arreglista; Louis Johnson, el más joven de The Brothers Johnson; John «J.R.» Robinson, un compañero exalumno de Berklee y batería de Rufus; el brasileño Paulinho Da Costa a la percusión; y muchos otros grandes talentos musicales.
Aunque era imposible predecir las posibilidades de éxito del álbum, todos dimos más del cien por cien en cada pista y matiz del disco. En un intento de encaminar a Michael hacia canciones con más profundidad y sentimiento que las que había cantado hasta entonces, cogí «I Can’t Help It» de Stevie Wonder, «Girlfriend» de Paul McCartney, «She’s Out of My Life» de Tom Bahler (¡canción que en un principio le iba a dar a Frank Sinatra!), «Rock With You» de Rod Temperton y, por supuesto, «Don’t Stop ’Til You Get Enough». Michael hizo la mayoría de sus voces en directo, sin sonido agregado. El disco resultante, Off the Wall, vendió diez millones de copias.
Se convirtió en el disco de un cantante negro más vendido de la historia. No está mal para alguien que tira demasiado hacia el jazz, ¿verdad? Paradójicamente, Epic estaba a punto de hacer una ronda de despidos, pero Off the Wall salvó los puestos de trabajo de muchos de los escépticos que afirmaban que Quincy no era el tipo adecuado. También se convirtió en el primer disco en generar cuatro éxitos que llegaron al top 10. Debido al éxito de Off the Wall, Michael y yo seguimos adelante y grabamos Thriller (que, hoy en día, continúa siendo el álbum más vendido de todos los tiempos) y Bad.
Aquella experiencia confirmó el hecho de que la gente siempre va a tener una opinión sobre tu cualificación. Lo que de verdad importa es lo que hagas con ella. Centrarse demasiado en lo que digan los demás sobre ti te llevará por el camino de la derrota antes de tener siquiera la oportunidad de actuar. Tienes dos opciones: considerar su escepticismo o quitar las cadenas a tu creatividad y permitirte estar a la altura. Todavía tengo que recordarme esta lección porque a mí no dejaron de subestimarme tras Off the Wall, Thriller o Bad. De hecho, cuanta más gente oía esos álbumes, más opiniones me llegaban.
Sin embargo, en la actualidad, en lugar de verme subestimado por mi competencia, me veo subestimado por mi edad. A menudo me preguntan cuándo voy a retirarme, y yo me limito a contestar: «Si estoy empezando. ¿Retirado? Si le quitas el ‘re’ te queda ‘tirado’. Y yo no me veo tirado». Si no te vas, no has de reaparecer, y eso es justamente lo que tengo idea de hacer. Retirarse no tiene nada de malo, y menos si has aportado décadas de trabajo duro, pero sencillamente no es para mí. No tengo interés en que mi edad dicte mi competencia. Si acaso, cuanto mayor me hago, más aprendo y más quiero aplicar ese aprendizaje a mi trabajo, mi música y mi vida.
He seguido inclinándome hacia ser subestimado en casi todas las actividades empresariales, porque ello nos ha colocado a mí y a mi equipo de Quincy Jones Productions (QJP) en una posición de menos resistencia. Por ejemplo, gestionamos una lista de artistas de talento —lo mejor de lo mejor, en mi opinión—, pero nos han dicho en innumerables ocasiones que algunos de nuestros artistas «tiran demasiado hacia el jazz», o no son «lo bastante conocidos» para recibir ciertas oportunidades. Pues bien, te voy a decir una cosa: hoy en día, uno de nuestros artistas, Jacob Collier, ha ganado cinco premios Grammy® y ha sido nominado a nueve, incluido el de disco del año. ¿Cómo es eso de ser demasiado jazzístico? Te lo digo, estos chavales lo son. Alfredo Rodríguez, ASHER YELO, Dirty Loops, Eli Teplin, Erick the Architect, Jonah Nilsson, Justin Kauflin, Kanya, MARO, McClenney, Music Box, Richard Bona, Sheléa, Yeti Beats y más. Todos y cada uno de ellos continúan arrasando dondequiera que van, en cualquier cosa que hagan. Si lees sus historias en mi página web, quincyjones.com, verás exactamente a qué me refiero. Estoy orgullosísimo de esos chavales y de llamarles familia porque saben lo que es trabajar. Un requisito para formar parte de nuestra lista es tener los hemisferios izquierdo y derecho entrenados, y todos los tienen.
Bajo el paraguas de QJP también hemos cultivado varios productos y sociedades prometedores, incluida mi empresa de tecnología para enseñar a tocar el piano, Playground Sessions.
En 2012, tras conectar con el fundador y director ejecutivo, Chris Vance, ayudé a crear la empresa para contribuir a que más gente descubriera el placer de aprender a tocar el piano. Para mí resulta imposible imaginar una aplicación de la tecnología más positiva que la que ayuda a personas de todas partes a vivir la experiencia de tocar música. Casi el 85 por ciento de las personas de todo el mundo desean aprender. Lamentablemente, el enfoque tradicional del aprendizaje ha desanimado a la mayoría de quienes lo han intentado.
Al dirigirnos a inversores y transmitirles nuestra visión de cómo combinar tecnología, ludificación y big data para hacer el aprendizaje más divertido y accesible a las masas, topamos con un montón de negativas y puertas cerradas. Muchos dudaban de que pudiéramos llegar a hacer un producto divertido y lo bastante fácil como para que fuera de consumo masivo.
Incluso los profesores se unieron al tren del no y nos dijeron abiertamente que los alumnos no podrían aprender piano correctamente solos en casa.
Contraria a esos detractores, Playground Sessions es en la actualidad la principal herramienta digital para aprender a tocar el piano. En nuestra plataforma se han tocado más de mil millones de notas y nuestros alumnos disfrutan de una tasa de éxito de más del 90 por ciento.
Nuestro equipo no solo ha creado una de las mejores tecnologías, sino que también podemos decir con orgullo que utilizamos la app para ayudar a profesores de piano que han descubierto que Playground es una gran herramienta complementaria para sus alumnos, ya que los mantiene inspirados entre una clase presencial y la siguiente.
Durante la pandemia del COVID-19, cuando la gente no podía salir de casa ni socializar con la familia y los amigos, es evidente que se recurrió ampliamente a la música. Los instrumentos volaban de las estanterías, casi tanto como el papel higiénico, y Playground estuvo ahí para ayudar a miles de personas de todo el mundo cuando más se necesitaba. Fue una demostración de primera mano del poder sanador de la música, y me siento sumamente orgulloso de todo mi equipo de Playground Sessions porque han trabajado incansablemente para crear un producto que nos enorgullece compartir con el mundo.
Y sobre todo, a través de nuestra app, hemos dado más de cien millones de clases a gente que quiere aprender a tocar el piano. Encontrar un piano en aquel centro recreativo de Seattle fue lo que me salvó la vida, y mi alma se alegra de poder compartir el regalo de la música con los demás.
Además del desarrollo de programas, he continuado diversificando mis esfuerzos porque cuando te subestiman en un área, los críticos no te ven aparecer por el otro lado. Es todo cuestión de elegir estratégicamente en qué dirección vas a centrarte después. Cuando me dicen que soy demasiado mayor para producir, les atizo con un especial para televisión. Bromas aparte, tengo la suerte de seguir estando en posición de crear y colaborar. En los últimos años, mi equipo y yo hemos producido grandes eventos como Salir a escena: música e historias afroamericanas que cambiaron América, la inauguración del Museo Nacional Smithsonian de Historia y Cultura Afroamericana; Celebración del alma de una nación, en el Broad Museum; Banda sonora de América, la celebración de cinco noches de la inauguración de The Shed, en los Hudson Yards de Nueva York; y muchos más. Cuando no estamos produciendo eventos, estamos fichando talentos para mi local Q’s Bar and Lounge del Hotel Palazzo Versace de Dubai. Y cuando no estamos haciendo eso, estamos contribuyendo al desarrollo de artistas, fichando talentos en el histórico (y mi favorito) Festival de jazz de Montreux en Suiza, creando nuevas líneas de aparatos electrónicos con Harman y JBL, y haciendo documentales galardonados, como Keep On Keepin’ On y Quincy. ¡No nos llaman «empresa integral de entretenimiento» por casualidad! Cada decisión que se toma se basa en una estrategia.
Cabe mencionar también que estoy en el negocio de apoyar a los no favoritos. A través de nuestra división de inversiones, fuimos de los primeros en invertir en Spotify en 2011, así como en Alibaba, Wayfair, Uber y otros muchos. Has de ser capaz de ver no solo lo que tienes delante, sino también lo que hay a la vuelta de la esquina.
Este principio no solo es aplicable para mí. Miremos a Apple. Antes de dominar los aparatos electrónicos, los programas y los espacios de servicios en línea, les dijeron en numerosas ocasiones que nunca triunfarían en la industria.
Podría seguir dando ejemplos todo el día. ¿Netflix? ¡Olvidadlo! Podrían haberlos visto venir a la legua, pero Blockbuster estaba tan cómoda con su éxito en la industria que no pensaron nada de la joven empresa que competía por la cuota de mercado. Blockbuster incluso tuvo una oportunidad de comprar Netflix, pero, con una nave impulsada por el ego, se rieron de la oferta de Netflix y se confiaron de la posición que ocupaban en la industria. En 2010 Blockbuster estaba en quiebra y Netflix se quedó con todo el mercado. La carrera se gana con paso lento y seguro, pero el ego la pierde.
Si te descubres inclinándote más hacia el lado de un crítico que hacia el de quienes son criticados, nunca desestimes a los ganadores distintos. Con todo, si lo haces, ¡estate preparado para aparecer en su puerta con una carta de disculpa!
Y si te descubres del lado de quienes han recibido la crítica, como me ha pasado a mí a menudo, recuerda que no hace falta que contraataques con amargura. Céntrate en tus objetivos y en lo que sabes que eres capaz de hacer: esa es toda la venganza que has de tomarte. Sea el color de piel, la edad, una discapacidad, o cualquier cosa, la gente siempre va a encontrar algo en ti para subestimarte. Es inevitable.
Pero, en lo que a mí respecta, continuaré progresando porque no permito que las valoraciones negativas sobre mí conformen quién soy. A los más de ochenta y ocho años, me siento como si estuviera empezando, por muchas veces que me digan que es hora de dejarlo.