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Combatir en forma defensiva no es signo de debilidad; es el culmen de la sabiduría estratégica, un eficaz estilo de librar una guerra. Sus requisitos son simples: primero, debes sacar el máximo provecho de tus recursos, contendiendo con perfecta economía y sólo participando en batallas necesarias. Segundo, debes saber cómo y cuándo retirarte, induciendo a un enemigo agresivo a un ataque imprudente. Luego, tras esperar con paciencia su momento de fatiga, lanza un bravo contrataque.
En un mundo que reprueba las demostraciones de agresión abierta, la capacidad de pelear defensivamente —de permitir que otros den el primer paso y esperar después a que sus propios errores los destruyan— te brindará indecible poder. Como no gastas energía ni tiempo, siempre estás list@ para la siguiente e inevitable batalla. Tu trayectoria será larga y fructífera.
Para combatir de esta forma, debes dominar las artes del engaño. Aparentando ser más débil de lo que eres, puedes incitar al enemigo a un ataque desaconsejable; aparentando ser más fuerte —por medio quizá de un ocasional acto temerario y atrevido—, puedes disuadir al enemigo de atacarte. En la guerra defensiva esencialmente conviertes tus debilidades y limitaciones en poder y victoria.
Los cuatro capítulos siguientes te instruirán en las artes básicas de la guerra defensiva: economía de medios, contrataque, intimidación y disuasión, y en cómo retirarte hábilmente y ocultarte cuando estés bajo un ataque agresivo.