8.

Un repiqueteo desde fuera de la puerta corredera despertó a Autumn de su siesta por la tarde. Le dolió la cabeza por un momento, un efecto secundario de dormir tan profundamente durante el día. Después de pescar trabajó en su artículo sobre el complejo durante una hora, tras lo que se tomó una larga y cálida ducha, intentando calmar el estado hipersensible en el que Cory la había puesto. Cory. ¿Cómo iba a hacerle frente de nuevo, después de ese beso?

No tenía un reloj cerca, pero la luz del sol que se filtraba desde el exterior era suave y diagonal, como si estuviera atardeciendo. Escuchó ese ruido de nuevo. Había algo repiqueteando fuera de la puerta. Se deslizó fuera de la cama y se escurrió para mirar.

—¿Cory? —preguntó, con una pizca de emoción abriéndose dentro de ella. Él estaba parado en el patio trasero de su cabaña, dándole la espalda. El río verde y azul marcaba su silueta, muy en forma—. ¿Qué estás haciendo? —abrió la puerta corredera y salió fuera, después vio una caja con suministros de cocina, incluyendo papel de aluminio. Eso es lo que debía estar haciendo ese ruido, al tirar de él y romperlo.

—Pensé en asar el pescado aquí, para ti. A menos... que quieras venir a mi casa —finalmente la miró para dedicarle una sonrisa.

—¿A tu casa? Eres malvado —pensando en ese beso de hace unas horas, entrecerró sus ojos y cruzó sus brazos, deseando haber pensado en preparar un mordaz discurso para tratar la forma en que la manejó antes.

—También un malvado genio en el departamento de gratinado— dijo él, guiñándole un ojo, por si acaso ella no captaba la indirecta.

Aparecieron algunos argumentos en su cabeza, pero el cálido, salado y fresco aroma evitó que dijera nada. Como un cuarto del pescado que había atrapado esa mañana se posaba encima de una gruesa capa de papel de aluminio en la parrilla. Se inclinó un poco para olerlo, lo que hizo que su estómago rugiera como un león.

En un instante estaba oliendo su cena, al siguiente se vio oliendo el aroma de la colonia que llevaba él. De su piel. De él. Levantó la vista lentamente, preguntándose si se había caído de un barranco directa a la locura. Cory estaba mirándola a ella con un claro mensaje: Te quiero a ti.

Ella no podía creerlo— de repente, quería que sus manos la tocaran por todas partes. Se dio cuenta de que estaba respirando rápidamente. Y que él lo oía. ¿Había ido a clases de Romance Básico mientras ella no estaba? ¿O de Romance Avanzado?

—La ensalada está preparada, en la mesa, si quieres empezar a comer.

Se giró para ver la pequeña mesa de cristal de fuera, que ahora tenía un mantel y cubiertos para dos. Cory había encontrado, de alguna manera, una bonita vajilla. Desde aquí, parecía que el borde tenía pequeñas rosas rojas entremezcladas con hojas doradas. En el medio de la mesa, en lugar de flores, había encendida una vela en forma de flor, que flotaba en agua dentro de una gran copa de vino.

—¿Te importa si me arreglo un poco antes?

Él le sonrió por encima del hombro, y ella se escapó dentro, preguntándose si su expresión parecía un poco reservada, o quizá incluso nerviosa. ¿No sería divertido?

Esta vez sí que miró el reloj. ¡Ya eran las siete! Debió estar muy cansada por levantarse tan temprano.

Se humedeció los rizos e intentó arreglarse el pelo con los dedos, después se puso un poco de colorete, sombra de ojos color marrón, y rímel. Oh, y pintalabios color rosa flor. Casi se cambia de ropa, pero tras pensarlo bien, no quería que pareciera estar intentando impresionarlo.

Cory estaba sirviendo el pescado en los platos cunado ella salió.

—¿Quieres un poco de vino?

—Sí, por favor —eso sonaba de maravilla porque de repente se sentía un poco incómoda con todo esto. Se parecía mucho a una cita... una cena en plan cita muy romántica de cara al río mientras el sol empezaba a esconderse por el oeste, en el horizonte—. Gracias por todo esto. No lo esperaba para nada.

—Bueno, yo tampoco soy el mismo Cory al que esperabas —le sirvió una copa de vino blanco. Ella supo por la etiqueta que era de una bodega local, Hacienda Henry, y uno de sus favoritos. Se sentó y señaló al plato de ella—. Dime qué te parece.

Ella había estado buscando una respuesta para su anterior declaración, pero no estaba segura de lo que pensaba de ello, o de él, así que agarró su tenedor y degustó un pedazo. El sabor explotó en su boca. Era la mezcla perfecta de pescado fresco y condimento.

—Increíble.

Él sonrió y agarró también su tenedor. Ella disfrutó del escenario, de los agradables aromas de la comida, de la brisa y del río fluyendo a su lado durante unos minutos. Después, recordando lo que su madre le dijo la noche anterior, le dijo:

—Siento mucho lo de tu padre.

Él bajó la mirada, pero lo siguió con una suave sonrisa.

—Gracias. Ojalá hubiésemos estado más en contacto.

—Lo mismo digo. Aunque pensaba en ti y me preguntaba qué hacías. Incluso te busqué por internet un par de veces para ver si habías llegado a Nashville.

Su sonrisa se agrandó un poco y miró al otro lado del patio, moviendo la cabeza.

—Tenía muchos sueños por aquél entonces.

—Todavía puedes cumplirlos.

Volvió la cabeza de nuevo y la miró con tanta intensidad que a ella se le olvidó cómo respirar.

—Así es —dijo él—, tengo sueños todavía, quiero decir. Pero también he crecido.

Ella cambió de plato a su ensalada y pinchó un par de olivas.

—¿Entonces te quedaste aquí, trabajando como guía pesquero y ayudando a mis padres? Suena a que estás muy involucrado en la comunidad, también. No debería entrometerme tanto, pero, ¿eres feliz haciendo todo eso?

—Sí, lo soy —dijo él antes de darle un sorbo al vino y quedarse después mirando a la copa durante un minuto. Ella acababa de darse cuenta que él había estado bebiendo vino blanco con ella, cuando sabía perfectamente que él preferiría beber una cerveza—. Disfruto al hacer de guía y de estar en el río, y de estar por aquí, aunque realmente no me necesitan. Hay gente haciendo cola para trabajar aquí. Podría trabajar de otra cosa si lo quisiera o necesitara.

—¿Haciendo cola para trabajar aquí? —preguntó sorprendida, dándole un sorbo a su copa de vino.

—Pronto tendrán que contratar algún guía de pesca más y a más ayudantes para el complejo.

Autumn dejó su copa, sintiéndose rara porque él supiera más de la vida de sus padres que ella misma.

—Pero no pueden permitirse contratar a nadie.

—Imagino que sí podrían —dijo él, ladeando su cabeza a modo de sorpresa.

—Uhm... me daba la impresión de que estaban trabajando duro para conseguir más clientes. Por eso he venido.

Él sonrió y agachó la cabeza. Fue casi como una carcajada.

—Autumn, creciste aquí. Podrías escribir sobre este lugar incluso estando dormida.

Sí... sí que podría.

—Así que mis padres sólo querían que viniera de visita —dijo ella, buscando más olivas en su ensalada, luchando con la culpa que se le formaba poco a poco en el estómago. Miró hacia arriba, preguntándose lo que él pensaba de ella. Encontró una mirada cálida y cariñosa.

—Me alegro de que vinieras de visita —dijo él, buscando la mirada de la chica. Estiró la mano hacia el otro lado de la mesa para dejarla encima de la mano de Autumn.

—¿A qué viene todo esto? —preguntó ella, esperando que su sonrisa no hiciera ver lo nerviosa que se sentía.

En respuesta, él agarró la botella de vino y rellenó las dos copas. Bebió un poco y se aclaró la garganta, todo eso con su mano todavía encima de la de ella. Para empezar, ella se dio cuenta de que quizá él se la quería llevar a la cama. No podían. Podía lidiar con las burlas, pero imagina intentar estar cerca de sus padres y de él si durmiese con él.

Autumn tuvo que aclararse la garganta, queriendo deshacerse desesperadamente de esos pensamientos. A ella le gustaba Cory. Mucho. No le gustaría que una relación de una sola noche arruinara las cosas.

—Fui tonto al dejarte marchar sin decir... —inspiró, levantando los hombros a la vez—, sin decir que me gustabas mucho. Me gustabas mucho de verdad. Pensé que nos volveríamos a ver aquí al poco tiempo, pero han pasado años.

Rebuscó en su ensalada más olivas, trocitos de beicon y queso. No había nada más que tomate y lechuga. Se concentró en eso mientras asimilaba lo que acababa de escuchar, lo cual no sonó a como si quisiera seducirla esta noche. Se sintió un poco decaída antes de darse una bofetada mental, y antes de darse cuenta de que quizá Cory quería algo más que una relación de una noche.

Él se levantó y caminó hasta el otro lado de la parrilla. Se inclinó, y al principio ella pensó que estaba recogiendo su caja de suministros. Quizá él pensó que la falta de respuestas de la chica significaba que no estaba interesada, y por eso él se marchaba.

Empezó a sonar música. Ella reconoció inmediatamente el ritmo lento de la canción, aunque no podía recordar el título. Era una canción que escuchaban todo el tiempo siendo niños, una que incluso bailaron juntos una vez que sus familias se juntaron una noche de verano para hacer una barbacoa. Mientras la música salía desde la casa, él le pidió bailar.

Quiero saber lo que es el amor...

Ella recordaba vívidamente estar agarrada a sus brazos, esperando estar haciéndolo bien. Por aquél entonces eran preadolescentes delgaditos, fingiendo ser mayores, supuso ella. Hacia el final de la canción los dos escucharon a los otros niños correr desde el lateral de la casa, hablando, así que rápidamente se soltaron y dejaron de bailar.

Ella lo miró ahora mientras él venía hacia ella de nuevo y le tendía la mano. Al parecer, él recordaba aquella tarde tan bien como lo hacía ella. Sintiendo como sus ojos se llenaban de lágrimas —a pesar de su esfuerzo para que no ocurriera—, ella puso su mano sobre la de él y se quedó parada. Él tiró de ella y colocó su brazo en su cintura. Empezaron a moverse al ritmo de la melodía de los 80.

A mitad de la canción, Cory levantó la cara de la chica con un pulgar para que ambos se miraran a los ojos. Los ojos color castaño del chico estaban llenos de una centelleante emoción. A ella no le sorprendió que él la besara esta vez, pero sí le sorprendió la intensidad, la pasión, la necesidad que había detrás de ese beso.

Eso fue completamente nuevo. Estaban pegados el uno al otro, enredados entre sí, besándose como si hubieran esperado años para ello. La canción se fue desvaneciendo, y él levantó su cabeza, dejándola atontada y como en una nube.

—Eso es lo que quise hacer hace tanto tiempo.

¿En serio?

Una canción diferente empezó, algo lento y romántico y actual. Autumn dejó que él marcara el paso del baile con la nueva canción y apoyó su cabeza en el hombro del chico. Sentía su propio corazón latir por todo su cuerpo, queriendo más de Cory. La manera en que él la mantenía cerca, acariciándole la espalda, amontonando su pelo en su mano, la hacía pensar que el cuerpo del chico estaba reaccionando igual que el de ella. Él también tenía que saberlo: sería muy fácil entrar en la cabaña en dirección a la cama.

Pero como le pasaba a ella, él también tenía algo conteniéndolo. Ella intentó aclarar su cabeza y pensar en su vida. ¿Dónde podía entrar todo esto? No podía imaginarse a sí misma viviendo aquí de nuevo. Bueno, sinceramente, en este momento podía imaginarse quedándose aquí y estando con Cory. ¿Pero qué pasaría mañana?