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Cuando el verano se amarilla en las hojas, te veo venir como si me estuviera yendo. Aquí la canícula abrasa hasta la sombra. No eres de esta tierra, pero te quedarás en ella hasta testamentar el polvo; luego será tu boca para el almíbar de los mangos y tus ojos para el rubí de las cayenas. El asombro romperá velos en el crespón de tu entrecejo y hará volar por los aires huevos de morrocoyes, galápagos e iguanas. Los tigres surcarán de cocuyos sus cuerpos ágiles. También como Abraham, recibirás tu pozo de estrellas.