Diario del asesino

02 de junio

No te resistas, es inútil. Te aflojaste, Juan. Una mínima distracción y aquí estás, paralizado, rígido, pero todavía con vida. No podés abrir la boca, pero tampoco podrás cerrar los oídos. Me sorprendió, debo confesarte, pensé que eras un experto en el tema, que no advirtieses el amargor leve, almendrado, de las pocas gotas que aderezaron tu copa. Quizá lo atribuiste a las nueces, no importa, ya está. Es lo que se usa para matar a las ratas, no te ofendas, literalmente. No tenés puta idea de quién soy, tampoco importa. Soy solo el mensajero y, también, el guía. Pero no puedo perder el tiempo por vos, te quedan un par de minutos, los suficientes para que el oxígeno se agote y tu sangre se pudra. Ahí está, mirame bien, que esta deuda, que es la de tu casta, te tocó pagarla a vos. Y no es por el puñadito de imbéciles codiciosos que, al cabo de descubrir tu estafa, terminaron pegándose un tiro. Que se jodan, se hicieron los distraídos cuando te dejaban sus ahorros por promesas de unos puntos de interés, sin preguntar nada. Malos perdedores. No. Es por el resto, los que nunca pisaron tus bancos, a los que siempre les falta algo, los que no saben qué mierda es el capital y solo les queda el trabajo, que tus clientes devuelven con la injusticia de un salario, para ellos sí, acumular. Es por los que siempre acaban pagando, a los que vos y tu familia, está bien no es la única, vienen cagando desde siempre, en ese negocio infame de prestar plata que ni siquiera es tuya. Te queda casi nada, así que andá despidiéndote, porque te vas solo con el desprecio, chau.

No puede siquiera girar la cabeza para cubrir mi retirada, que es la tuya, porque yo soy vos, y creo, con el resultado a la vista, no lo hice mal, al menos para Juan, que acá era John, seguro para esconderse, pero también con placer, en el idioma de su patria, la del dinero. Ah, te agradezco la oportunidad del paseo, aunque la ciudad me decepcionó, domesticada y estéril, amable hasta el empalago, donde sospecho que quizá, abriendo la puertita correcta, descubramos, como Truman —a vos que citás tanto cine— que todo es un gran show, montado para nuestra docilidad. Tranquilo, ya sé la que se nos viene. Disfrazaron lo de Mallo, este les va a costar más y, si hacen bien las cuentas, verán que aún queda saldo, y no precisan mucha lectura para adivinar que tres —quizá cuatro, depende de vos, nomás— será la confirmación. Con el viejo fue sencillo, aunque demasiado piadoso, algo injusto, sin poder devolverle algo de sufrimiento, por la espalda, en el clímax de sus placeres despreciables. Con este decidí tomar más riesgos y, en contrapartida, resultó mucho más placentero. Resta un trecho —y más riesgo aún—, y la tarea para la que invocaste estará culminada. No tenés que hacer nada, por ahora. Quedate quieto, como siempre, con la razón y la palabra. Yo soy la voluntad.